Soobin
Me puse otra almohada detrás de la espalda para ayudar a mantenerme apoyado, y luego resoplé cuando eché un vistazo al reloj en la pared. ¿Cuánto tiempo se tardaba en ir a por mi portátil? Yeonjun había desaparecido durante casi diez minutos.
Tal vez no lo encontró.
Me acerqué al borde de la cama y luego me incliné y cogí la silla. Me tomó un momento moverme en ella. Lo había estado haciendo durante años. Salir de la habitación era tan fácil. Mi habitación estaba específicamente preparada para mí. Había incluso una almohadilla en la puerta que cuando se empujaba, abría la puerta automáticamente.
Una vez en el pasillo, empecé a girar hacia mi oficina. Sabía que era la mitad de la noche, pero no me gustaba lo oscuro que estaba dentro de la mansión. Había unas pocas luces en el largo pasillo, pero no emitían luz suficiente para ver correctamente.
Alrededor de la mitad de camino, vi a alguien salir de mi oficina. Al principio pensé que era Yeonjun, pero luego me di cuenta de que no podía ser él. Quienquiera que fuera no era lo suficientemente alto.
O lo suficientemente bueno. O lo suficientemente sexy.
Fruncí el ceño cuando el hombre se volvió hacia mí y su rostro brilló bajo la luz baja.
—¿Conrad?
El hombre se sacudió.
—¿Señor?
—¿Qué haces en mi oficina?
Conrad se acercó a mí mientras hablaba.
—La puerta estaba abierta, señor. Estaba comprobando para ver quién estaba allí y si podrían necesitar algo.
Plausible, pero un escalofrío seguía subiendo por mi espina dorsal. ¿Por qué? ¿Qué era lo que me inquietaba?
¿El mayordomo? Conrad siempre había sido leal, dedicado al patrimonio shifter pantera y a quienquiera que estuviera a cargo. Pero quizás esa lealtad no se extendía a los shifters hiena.
Suponiendo que él sabía que yo era una hiena.
—¿Dónde está Yeonjun?
—No puedo decirle, señor.
—Se suponía que iba a venir a mi oficina a buscar mi ordenador portátil.
—Acabo de llegar, señor. ¿Quiere que se lo traiga?
—Yo lo haré. —Pasé al hombre y entré en la oficina. Mi portátil estaba sentado justo donde dije que estaba, en mi escritorio.
Estaba encendido.
—¿Conrad?
—¿Sí señor?
—¿Usted usó mi ordenador portátil?