En un pequeño pueblo aparentemente tranquilo, una serie de misteriosos asesinatos perturban una vez más la paz de sus habitantes. Rosemary, una joven con un pasado oscuro el cual intenta dejar atrás, se ve obligada a volver años después con la tarea...
Los días junto a su abuela se habían convertido en una prueba de resistencia, un desgaste silencioso que Rosemary soportaba sin quejarse. La enfermedad había devorado la fortaleza de Catherine, y ahora era solo una sombra frágil, aferrada a su nieta como única ancla en ese mar de debilidad.
Las noches eran un tormento aparte. Catherine se despertaba con una tos seca, áspera como el filo de una sierra, o perdida en pesadillas que Rosemary no podía alcanzar. En esos momentos, su único consuelo era apretar su mano, esperando que el sueño, caprichoso y cruel, volviera a acunarla por unas horas más. Mientras tanto, el hospital con sus luces frías y sonidos metálicos se negaba a darle descanso. El incomodísimo sillón le torcía la espalda, los pitidos de las máquinas se mezclaban con el llanto distante de los recién nacidos, haciéndole sentir aún más lejos de su propia vida.
A veces, en esos minutos de agotamiento extremo, Rosemary deseaba desesperadamente que los doctores les permitieran regresar a casa. Soñaba con volver a Boston, a su vida normal, a James y a la rutina que antes le parecía monótona, pero ahora extrañaba con una nostalgia aguda. Sin embargo, no podía irse, no mientras su abuela la necesitara tanto.
Viernes 5:00 pm
Aquella tarde, mientras Catherine dormía, el doctor entró en la habitación acompañado por Henry, Catherine y de Rosemary. Era un hombre de aspecto cansado, como si el peso de la responsabilidad lo estuviera aplastando lentamente. Rosemary levantó la vista al verlos, esperando alguna noticia. —¿Cómo está tu abuela, Rosemary? —preguntó el doctor, con una voz calmada y profesional, pero con un matiz de preocupación.
—Ha estado descansando mejor, creo... —respondió Rosemary, tratando de ocultar su propio cansancio. -—todavía se despierta a menudo por la noche.
Él asintió, revisando su expediente de seguimiento antes de responder. —Eso es de esperarse. La fatiga y la debilidad pueden persistir durante algún tiempo, incluso después de que la enfermedad se haya estabilizado. También podría experimentar algunos problemas de memoria e irritabilidad. Sin embargo, si puede pasar la noche sin necesidad de oxígeno, podríamos considerar darle de alta mañana mismo.
La noticia provocó una chispa de esperanza en Rosemary. Finalmente, podría llevar a su abuela a casa, y aunque sabía que no significaba el fin de su responsabilidad, al menos sería un paso hacia la normalidad.
Pero el doctor no había terminado.
—¿Ella vive sola? —preguntó, dirigiendo la mirada hacia Henry.
Henry asintió, pero su rostro reflejó una creciente preocupación.
—Sí, vive sola. Pero... —empezó a decir, su voz quebrándose un poco al final.
—Sería recomendable que alguien de la familia la cuidara en casa durante su recuperación —intervino el doctor, comprendiendo la preocupación de Henry. —Alguien que pueda estar cerca, por si hay algún problema.
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