En el orfanato, las cosas volvieron a la normalidad a los pocos días del deceso de la joven que había dado a luz aquel lindo niño que se allaba en a sección para bebes.
Durante los primeros meses, el niño era educado. Callado y solo lloraba cuando era necesario. Las cuidadoras solían olvidarlo. Dejándolo en una cuna vieja y despostillada.
Cuando lo cambiaban de pañal o cuando lo cambiaban de ropa. Las voluntarias, que no eran muchas ni frecuentes; intentaban hacerlo reír o por lo menos sonreír. Intentaron con muecas, no ocurrió nada, luego con juegos, tampoco sucedió algo, por último, habían intentado con cosquillas, pero al parecer el niño no las tenías. Pues jamás dió un atisbo de sonrisa.
Fue así como pasaron 9 meses. Ninguna pareja quería adoptarlo, el no era como los demás. No era tierno, ni mucho menos adorable. Así que lo dejaron ser.
Salvo aquella mujer, con sus alborotados rizos avellana y su traviesa mirada gris. Quien un día, fue a cumplir su voluntariado del colegio, a aquel orfanato.
Los niños la querían, era tierna y gentil. Sabía cocinar ricos postres, tenía un conocimiento basto en cuentos infantiles. Pero lo que más llamaba la atención, era su dulce voz. Lograba que cualquier persona de relaje.
Niños llorando, venía Aurora y los calmaba. Niños peleando, ella venia y los reprendía. Solo que en lugar de que ellos lloren, solían obedecer y de inmediato se pedían disculpas entre ellos.
Solo que para Aurora. No había niño más especial que Tom. Le encantaba intentar cada metodo que conocía o que se le ocurría. Para lograr que sonría, aunque jamás llegaba.
Fue por aquel motivo, que Aurora fue cada día, de cada semana, de cada mes. Por los últimos dos meses de sus vacaciones, antes de entrar a la Universidad. Solo con el fin de ver a Tom. Cuidarlo y como siempre. Lograste que el ría.
Casi tres días antes que ella tuviera que irse. Sus esperanzas habían decaído. Por más que intentará, el niño no sonreía. Lo que la ponía triste.
Había despertado esa mañana con los animos por los suelos. Su madre gritaba, despotricaba e insultaba en su dirección. Culpandola de la desaparición semanal de su padre.
Había caminado todo el tramo de su casa al orfanato, con la mirada en sus zapatos de charol, sin sonreír ni una sola vez. Algo extraño en ella, pues su rostro siempre brillaba por su enorme sonrisa.
Entro, saludando casi en un murmuro a las encargadas y fingiendo una sonrisa al corresponder las palabras de bienvenida de los niños. Subió con lentitud las escaleras que la llevarían a la habitación de Tom.
Apenas entró, camino a su cuna, ignorando las demás. El niño, como siempre. Se encontraba mirando a los animales sobre su cabeza. Al escuchar los pasos de Aurora, el miró en su dirección.
Lo habían vestido con un mameluco rosado, debido a la escasez de ropa. Sin embargo, para Aurora, aquella imagen era la mejor de todas.
Sin pensarlo mucho, se apresuró a tomarlo entre sus brazos, cargandolo con delicadeza. Su rostro brillando una vez más ante aquella imagen.
"¡Oh Dios mío, te ves tan adorable!" Comenzó a besar las mejillas casi sin nada de grasita en ellas. Frotando su nariz sobre las mismas "el niño más lindo del mundo" volvió a besarlo.
Solo entonces, en aquel terrible día, con un terrible clima y una terrible temperatura. Tom Marvolo Riddle soltó una preciosa carcajada. Sorprendió a Aurora, como a el mismo.
"¿Acaso reíste?" El niño negó, pero ella sonrió aún más grande "por dios, sabía que podías reír" volvió a frotar su nariz contra sus mejillas "el niño más lindo del mundo" beso su frente, nariz, barbilla, mejillas y por último, su ceño siempre serio. El niño volvió a reír.
El corazón de Aurora, por fin se había sentido lleno, completo. Algo que jamás en sus 18 años de vida, habia sentido. Se sintió feliz.
Fue en aquel momento, en que decidió que no quería separarse de Tom, quería oírlo reír por mucho más tiempo. Verlo sonreí y jugar. Caminar y hablar.
Ella quería verlo crecer.
Autora:
Bueno, no primero capítulos largos aquí. Porque jamás he escrito sobre niños.
Con amor
Rose 🌹