La llave se deslizó en la cerradura y con un leve giro de muñeca abrió la puerta. Subió las escaleras de dos en dos, como siempre lo hacía. Entró en su cuarto y tiró a un lado la mochila, acto seguido salto sobre la cama haciendo que los muelles del colchón se quejaran de forma estrepitosa.
Daniel extendió la mano hacia la cómoda, palpó la suave superficie pulida sin hallar su teléfono móvil, frunció el ceño y observó la mochila que descansaba contra la pared; necesitaba llamar a Lía para preguntarle acerca del trabajo, junto con Gus eran sus únicos amigos de verdad: ella siempre con una pícara sonrisa, luciendo su larga y rubia melena; no era muy alta, a decir verdad, pero eso lo compensaba con un cuerpo de insinuantes formas a la par que delgados brazos y piernas, pero lo que más llamaba la atención de esta chica era el hecho de que siempre llevaba gafas de sol. Gus: el mejor amigo de Daniel, un chico atractivo para cualquier mujer, con una prominente nariz aguileña( esas que solo le quedan bien a ciertas personas, una de ellas era Gus); alto y fuerte, los revoltosos rizos marrones caían sin ton ni son sobre su frente y cuello. Ambos conocían a Daniel desde hacía muchos años; hablaban sobre todo, se contaban todo y lo hacían casi todo juntos.
El teléfono se encontraba guardado en el bolsillo interior de la mochila y al igual que cualquiera al chico de cabello negro no le apetecía lo más mínimo levantarse, aunque para él eso no era un problema; como cada vez que se encontraba en una situación parecida le bastó con mirar la mochila y pensar que esta se abría, que de ella salía el objeto e iba hasta sus manos; dicho y hecho, bueno en este caso: pensado y hecho. Cogió el móvil y le habló diciendo: "Quiero llamar a Lía" el aparato emitió una música absurda y al momento contestaron a la llamada:
- ¿Sí, quién es?
- Hola, Lía, soy Daniel - dijo él con voz inocente.
- Ah, dime Dan; ¿qué pasa?
- Señorita Doña Perfecta, ¿Cuándo tenías pensado hacer el trabajo de historia? - rió el chico, burlándose de su amiga.
- ¡Oh dios mío! ¡El trabajo! Lo había olvidado por completo...
- En una hora en el cibercafé del centro, tú llamas a Gus.
- Sí, pero yo luego tengo... -no le dio tiempo a acabar la frase, Dan ya había colgado.
Al colgar, Dan rió entre dientes y dobló el teléfono para agarrarlo a su muñeca; quizá está acción os sorprenda, pues esa era una tecnología muy avanzada comparada con la que tenemos nosotros, el teléfono (si así se pudiera definir) no era más que una finísima lámina de un material casi indestructible: con la dureza de un diamante, la resistencia de la tela de araña y el ancho de una hoja de papel; este material fue bautizado por los científicos que lo inventaron como "pez". En su interior no llevaba cables, sino que funcionaba mediante estímulos eléctricos.
Daniel, tras unos minutos de descanso, decidió salir hacía el sitio acordado, pero justo cuando se disponía a abrir la puerta...
- Dani, hijo, ¿se puede saber a donde vas? - preguntó una voz suave y melodiosa.
- Voy a hacer un trabajo con Lí y Gus - arguyó este con el ceño fruncido. Daniel sabía que su madre no se conformaría con eso y que a continuación le pediría algo.
- Ah, pues hijo, tú no sales de aquí sin recoger tu habitación; no se puede ni pasar y tienes ropa sucia que no le has dado a Radi para lavar.
- Mamá, y ¿para que quieres entrar tú en mi habitación? además, puedo programar a Radi para que lo limpie ella. -argumentó el chico frunciendo cada vez más el ceño. Su madre ya se había ido, dando por sentado que su hijo recogería, pero añadió desde el salón:
- No es bueno abusar de las máquinas y menos de Radi, que tan buen favor nos hace.
*R.A.D.I. (Radi): Robot asistente doméstico informatizado.
Daniel regresó a su cuarto y comenzó a pensar como cada cosa se colocaba en su sitio correspondiente y esta a su vez lo hacía, así de sencillo. Pero hay que saber que Daniel no era mago, ni mucho menos, solo era un chico inteligente, solo eso.
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MIND
General Fiction-Hola pequeño Daniel - saludó dulcemente la madre del bebé, tras lo cual cogió al niño cuidadosamente en brazos y lo meció, al tiempo que el largo y castaño cabello de ella se movía. Pasados unos segundos la mujer depositó a Daniel en la cuna de nue...