Las pequeñas incomodidades de su nueva casa se redujeron a una molestia minúscula cuando se encontró ante las puertas de L' École nationale des Arts Décoratifs. Era febrero y el viento gélido le enrojecía la cara a pesar de su bufanda blanca. Estaba aterrada.
Siendo una academia privada, esperaba encontrar un ambiente distinto. Aunque no lo admitiría, había elegido cuidadosamente su atuendo. Pidió a madame Jules que planchara una de sus faldas más sobrias y que se encargara de prepararle una buena camisa. Seleccionó un par de botas a juego con su largo abrigo café y al final se acomodó el cabello. Quería verse como una mujer seria, pero no demasiado. Antes de salir, preguntó repetidas veces al ama de llaves si su falda no era muy corta, a lo que la mujer sólo respondía:
—Los tendrás a todos a tus pies.
Dada la ubicación, Céline se dirigió a pie al edificio que la albergaría por las mañanas y parte de la tarde, acompañada por su padre. De inmediato se arrepintió: hacía demasiado frío y los charcos producto de la lluvia de la noche anterior que no alcanzaron a secarse. Apretó el paso y Mathis aceleró el propio también. Llegaron a las puertas, en donde un hombrecillo de bigote extraño recibía a todo el que llegara.
—Por aquí maese.
Guiados por el portero, encontraron el auditorio de ceremonias. A Céline le molestó que nadie, ni una sola vez, en ese sitio se dirigiera directamente a ella, sólo a su padre. De pronto, en la sala atiborrada de estudiantes y padres, se sintió minúscula. Había, si acaso, unas diez mujeres en toda la habitación, y al menos la mitad debían ser madres de los recién ingresados.
Un hombre, que debía ser el director de la institución, les dio la bienvenida y un extenso discurso motivacional. Se presentó como maese Gilbert Fogg, y a su lado, según dijo él mismo, se encontraba maese Isaac Dalton, coordinador e ilustre miembro del gremio, quien formaba parte del cuerpo de profesores. Céline apenas escuchaba las presentaciones, pues tenía la vista fija en dos objetivos: se trataban de dos chicas a las que encontró simpáticas y con quienes podría entablar amistad. Si estaban en la academia, seguro era por razones similares a las de ella. Ése día no tomarían clases, por supuesto, pero debían atender diferentes asuntos de organización.
Maese Giraud acompañó a su hija al recorrido por las instalaciones. El personal académico, todos hombres, explicó a detalle los puntos más destacables del curso. La rubia notó que las otras dos chicas también eran escoltadas por sus padres. Al estudiar sus ropas, pudo darse cuenta de que eran costosas; en realidad, todos en aquel lugar vestían telas de altos precios. Escuchó también diferentes acentos extranjeros. ¡No podía esperar llegar a casa y escribirle a Adelina todo lo que sus ojos veían, estaba maravillada!
—Céline —la llamó su padre en voz baja cuando se encontraron en los jardines—, ¿estás segura de que quieres quedarte aquí?
Sabía que la pregunta iba encaminada a si se sentía capaz de sobrevivir en ese ambiente. Sintió que se le hirió un poco el orgullo, ¿qué su padre no confiaba en sus habilidades? Aunque, hasta cierto punto, tenía razón: Céline jamás se había enfrentado a un ambiente lleno de hombres. El internado estaba repleto de chicas —y un pianista con quien las cosas terminaron... mal— y el bachillerato era un colegio de niñas ricas como ella. ¿De verdad podía permanecer allí tanto tiempo?
Echó una ojeada rápida a su alrededor, en medio del verde de las plantas y bancos todos parecían corteses. Pensó que era una ventaja el hecho de que todos fueran señoritos de alta sociedad. Deseó por tantos años ingresar a un lugar como aquel...
—Sí, papá. Estoy segura.
Lo tomó del brazo y se encaminaron a una de las oficinas para recoger los horarios de Céline. Sería la última parada allí y se marcharían. Antes de despedir a su padre, le entregó una carta para Adelina y otra para su madre. La escribió tan rápido como pudo, no podía esperar a contarles.
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Céline: Historia de Hojas Muertas
RomanceA Constanza Sotorano le han encomendado conseguir una obra de la célebre pintora Céline Giraud para una exhibición de arte, son embargo ésta se niega a ceder una sola de sus pinturas. Al intentar negociar con ella, conoce y se maravilla con su hist...