Epílogo

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No siento mi cuerpo, realmente no siento nada, ni siquiera dolor, tan solo siento mi cabeza húmeda, como si me hubiesen tirado una cubeta llena de agua encima mío. Toco mi cabeza y cuando veo hay sangre en mi mano izquierda.

¿Estoy muriéndome?

Realmente no puedo saberlo por qué no veo nada, tan solo oscuridad, ni siquiera un túnel, pero no me siento mal por ello por qué por alguna razón me siento tranquilo.

De repente siento ciertos pinchazos pero sobre todo en mi cabeza. Últimamente me ha dolido muchísimo la cabeza y no entiendo el por qué.

—  Vamos, Hicc....

Esa voz.

Esa dulce voz.

—  ¡Por favor Hiccup, tan solo te pido, vive, Hiccup, por favor vive!

Tan solo por ti, amor mío.

Me dejó llevar por su voz que al mismo tiempo me entristece por qué suena desesperada.

No llores por favor, menos por mí, Elsa.

Ya te he hecho llorar mucho en esta vida.

Quisiera que en otra pudiera hacerte feliz.

Respiro y siento que mi cuerpo se siente más ligero al punto a sentir que floto. Me agrada la sensación, así que me aferro a ella y de repente tengo ganas de caminar, cierro los ojos déjame llevar por esa extraña tranquilidad.

—  ¡Hiccup! — La voz de Elsa en eco se repite, confundiendolo.

En eso siente un tacto cálido y cuando abre los ojos ve una luz, era tan luminosa que tuve que se cubrió los ojos con su brazo.

— No huyas de mí. —  Una voz femenina ataca mi campo sonoro...—  Sigue adelante sin escuchar los demás, sigue y la luz te guiará. — Le hago caso y camino aquel ser luminoso, que parece un ángel pero con una voz que me resulta extrañamente familiar.

— Debes despertar, Hiccup. Debes seguir. — Otra vez esa luz. Intento abrir mis ojos pero no puedo. — Este lugar no es para tí. — Habló suavemente. — Vuelve, cura tu corazón, deja ir todo dolor y enamórate de nuevo de aquella, vivan la historia de amor que merecen... por qué tú y ella se lo merecen. — Sus palabras me conmovian, a pesar que es imposible recuperar a Elsa. Sus palabras le llegaron al corazón.

— ¿Quién eres? — Dijo llegando al punto más luminoso. Todo era blanco y no había dolor extrañamente.

—  Deberías centrarte en volver.

— No sirve de nada volver, todo está perdido.

—  No, hijo mío. Nada, en ningún momento estuvo perdido. —  ¿Hijo?, Abrió su ojos como platos, viendo mejor aquella figura que no se distinguía bien por la gran cantidad de luz que había.

—  ¿Mamá? —  El ver a su madre era suficiente razón para quedarse perplejo. - ¿Cómo es qué-

De repente su figura se aclaró y se vió mejor el rostro de la mujer. Con una mirada dulce y serena viendo a su hijo. —  No debes despertar en aquel hospital si no verdadero lugar, a tu verdadero tiempo, hijo mío.

¿Verdadero tiempo?

—  Ya volverás. Estás listo. Te amo y te amare siempre. —  No tardó en que las lágrimas surcaran por sus ojos. Corriendo hacía su figura, logró alcanzarla para poder abrazarla. Era como volver a nacer, como volver en aquellos tiempos donde era pequeño y su madre siempre mejoraba su día dándole un cálido abrazo. —  Siempre estuve orgullosa de quién eres hijo mío. No lo olvides.

El destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora