Capítulo 3. Peor que Judas.

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No quedaban muchos estudiantes en el campus cuando llegué, me bajé del auto (Le pedí al chofer que me trajera y que me espere para cuando vuelva a efectuar mi escape) y corrí para entrar a la escuela.

No queda mucho tiempo antes de que Melisa sea acorralada, debo encontrarla mientras evito cruzarme a Hanah.

Atravieso los pasillos corriendo lo más rápido que puedo, lo cual realmente no es muy rápido porque no estoy en buena forma física. Como cualquier secuaz de la rubia malvada también soy una rubia muy bonita pero en mi caso el cargo de porrista no vino incluido y los músculos tampoco, por eso Hanah me dijo que soy plana como una tabla de surf.

Voy hasta el salón de matemáticas porque como toda nerd Melisa debe estar ahí pero me sorprendo cuando llego y veo que no hay nadie.

Decido seguir corriendo y esta vez voy al pasillo donde están todos los casilleros, ahora sí la encuentro, está guardando unos libros muy tranquila hasta que escucha mis pasos.

Freno un rato para tomar aire, más tranquila por haberla encontrado, pero Melisa me sorprende cuando pone una cara de susto y comienza a correr en la dirección contraria.

Yo también me asusto y miro atrás para ver si vienen Hanah y sus amigas, pero no las veo y es ahí cuando lo entiendo.

¡Ella está huyendo de mí!

No puedo permitir un malentendido así ¡Yo quiero ser su amiga, no su hater!Arranco a correr detrás de ella, desesperada.

—¡Espera Melisa, yo no quiero hacerte daño!—Ella acelera y dobla en un pasillo rumbo a la salida, entonces decido rendirme.

No tengo tanta energía, mejor me convierto en traidora otro día. Es lo que pienso hasta que escucho la risa de Hanah, quien acaba de aparecer atrás de mí con otras dos rubias.

—¡Atrapenlas!—Ordena—A la nerd y a la tonta que no puede seguir una orden.

Mierda, sacando fuerzas de flaqueza arranco a correr nuevamente detrás de Melisa, doblo en el mismo pasillo y la veo cruzar la puerta de salida.

Sigo su ejemplo mientras las dos rubias me persiguen, corro como si fuera un aristócrata en la revolución francesa o un árbitro vendido perseguido por la hinchada.

Logro cruzar la puerta y veo que Melisa está pasando cerca del chofer ¡y él está fuera del auto!

—¡David metela al auto!—Sorprendido pero como siempre muy servicial, David (quien también fue guardia de seguridad) atrapa sin mucho esfuerzo a Melisa.

Ella tiene entrenamiento en artes marciales desde hace unos meses pero no le sirven contra un tipo veinte años mayor que se ha enfrentado a criminales.

Él la mete al auto sin cuestionarse si es ético, y forcejea con ella para que no escape, yo en cuanto llego me lanzo al asiento de conductor, David me tira las llaves, enciendo el auto y así escapamos del campus.

—¡Tranquila Melisa! ¡Sólo quiero ayudarte!—Ella decide confiar en mí y deja de forcejear, David la suelta y se disculpa, diciendo que solamente seguía órdenes y no quería lastimarla.

—¿De quien huímos? ¿De un asesino? ¿Un novio de ustedes celoso y violento?—Pregunta él mientras yo intento con toda mi concentración y mis pocas habilidades para conducir evitar involucrarnos en algún accidente.

Transmigrar a un CLICHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora