Capítulo 1

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Garra Sombría despertó sobresaltada.
Hacía ya casi una luna de paz con el Clan de la Sombra, pues el fin de la estación sin hojas se veía cercano y los gatos no encontraban la necesidad de combatir sin sentido. La guerrera ya le había agradecido a Hoja Seca; además de la derrota en batalla, ella había influído en la decisión de Estrella Parda de acabar la guerra. Garra Sombría lo sabía porque se habían visto en los Cuatro Árboles.
Sintió el dulce olor de Manto Abrasado junto a ella, y su cálida y profunda respiración. Se pegó más a él, manteniéndose adormilada gracias al contacto de su suave pelaje anaranjado. El guerrero pareció despertar, pues el subir y bajar de su lomo se tornó diferente. Al menos éso suponía la gata. Por el olor y los sonidos de dentro y fuera de la guarida, ni siquiera había llegado el alba. Los pájaros no anunciaban la luz con sus gorgidos, y parecía que todos se encontraban descansando. Lo que ocurría era que mantenía los ojos cerrados; sólo se encontraba despierta por alguna pesadilla que de seguro había tenido y ahora no recordaba bien. Pero, aún así, lo único que pretendía era dormir.
Sintió una lengua áspera pasársele por el pelaje y dejó escapar un débil ronroneo. Dejó que los rítmicos y reconfortantes lametazos de su pareja le ayudaran a dormir, sumiéndose ésta vez en un sueño profundo.

Ésta vez, Garra Sombría despertó con mayor energía que antes. Por lo general, no le agradaba levantarse si Manto Abrasado se encontraba junto a ella, pero suspuso que el guerrero había salido en la patrulla del alba poco después de que ella se durmiera, pues la parte del lecho que antes ocupaba se encontraba fría. De modo que no hubo ningún sentimiento que le impidiera desperezarse y salir corriendo hacia fuera, para ver el color anaranjado del amanecer tiñendo el cielo. Siempre que lo veía le recordaba a su compañero, pero en vez de la calidez de su pelaje, sentía el abrasador ardor del sol contra la piel.
-Celestino- maulló en voz no muy alta para no despertar a los pocos gatos que aún dormían.
El aprendiz se encontraba cerca de ella con expresión adormilada, pero reflejó una total atención al oir el llamado de su mentora.
-Cambia el musgo de los lechos de los veteranos- ordenó al gato de ojos azules. Al escuchar aquello, el aprendiz asintió y salió disparado hacia el túnel de aulagas-Entrenaremos cuando el sol esté en lo más alto- maulló, tratando de no levantar la voz. Él agitó las orejas como en respuesta, pero la guerrera se preguntó si de verdad la había escuchado mientras desaparecía. Se escuchó un aullido y el campamento se quedó en silencio.
La mentora se acercó corriendo para ver qué era lo que pasaba, con el corazón saliéndosele del pecho. Se asustó aún más al notar la presencia de la patrulla del alba mezclada con el dulce olor de la sangre. <<¡Los han atacado!>> pensó angustiada, al imaginar a Manto Abrasado malherido.
Sin embargo frenó en seco al escuchar risas y quejas de parte de sus compañeros de clan. Luego continuó la marcha y, notando como su respiración se normalizaba, vio que nadie se encontraba herido. A la mitad del túnel, Manto Abrasado y Abedul reían a carcajadas, mientras Tormenta Gris gruñía al frente de la patrulla. Mientras tanto, Nube Blanca observaba silenciosamente a su pareja, agitando los bigotes de forma risueña. Celestino mostraba miedo en sus ojos azules.
-¿Qué ocurrió?- preguntó Garra Sombría, acercándose al grupo.
-Celestino ha aparecido corriendo y ha chocado a Tormenta Gris mientras parloteaba sobre el campañol que había cazado- explicó Abedul, sin parar de reir. - Se ha enojado porque ha caído al suelo y se le ha llenado de tierra, y lo ha regañado.
El guerrero tenía razón. Tormemta Gris no parecía tan enojado como lo había visto al principio. El aprendiz se encontraba no con terror sino con remordimiento; se disculpaba segundo a segundo.
-Bien, aquí no ha pasado nada- maulló Garra Sombría, tratando de parecer seria. La realidad era que el enojo y la frustración de Tormenta Gris le parecían graciosas. - Celestino, ve a hacer lo que te he pedido.
-Sí-. El aprendiz salió corriendo otra vez, y Manto Abrasado gritó:
-¡Pero mira donde pisas!- Su voz sonaba graciosa amortiguada con el ruido de las rápidas pisadas del gato, que pronto se desvanecieron en la distancia.
Unos minutos después se encontró compartiendo lenguas con Manto Abrasado.
-Hace mucho que no cazamos juntos- dijo él en tono suplicante.
-Bien, vamos. Pero sólo tengo hasta que el sol esté en lo más alto- respondió ella. En verdad tenía ganas de salir a estirar las patas.
Desde que había salvado la vida del guerrero en la ultima batalla contra el Clan de la Sombra, se habían acercado lo suficiente como para llegar a llamarse oficialmente <<pareja>>. La gata había comprendido cuánto le importaba Manto Abrasado y había dejado de verse a solas con Zarpa de Cedro, para que no volviera a confundir las cosas. Se había prometido que, si quería volver a tener una reunión con su amigo, sería en presencia de Hoja Seca.
Salieron por el túnel de aulagas. Pisando la nieve, que comenzaba a ser cada día más fina, la guerrera corrió a su compañero por el bosque. Era muy distinto cazar sola o con una patrulla que con él; sentía las patas llenas de energía mientras mantenía la carrera entre los árboles de pocas hojas.
Pronto lo alcanzó. Saltó sobre su lomo, y él rodó por el suelo para acabar aplastándola. Se paró de vuelta y la acorraló contra el suelo. Ella le dio una patada no muy fuerte en la barriga, a lo que el gato respondió con un leve manotazo en el hocico que apenas le hizo cosquillas. <<¿Prefieres que no me contenga?>> pensó ella. Luego le dió otra patada, esta vez de verdad, y el guerrero cayó de costado al suelo. La gata se acercó y lo inmovilizó contra el suelo con los ojos centelleantes de risa.
-Jamás bajes la guardia- aconsejó dándole un cariñoso lametón en la base de la oreja.

Días Sombríos #3 / Zafiro y Esmeralda / Los Gatos GuerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora