Capítulo 12

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Garra Sombría despertó y salió de la guarida rápidamente. Se acercó a la curandería y entró. Quería saber cómo se encontraba Abedul porque, aunque no fuese un gran amigo suyo, era un compañero de clan al que había que apoyar, según ella. Se encontraba echado en un lecho y, por suerte, la hemorragia ya había parado. Junto a él estaba sentada Polvorosa.
   —No despertó todavía— maulló la reina, apesadumbrada—. Pedregosa dice que sanará, pero yo no estaría tan segura. Perdió la mitad de su cola....
   Sí, la había perdido. Su rabo se encontraba por la mitad, cubierto con hojas. Con un estremecimiento, Garra Sombría se imaginó que debajo de ellas estaría la carne y sangre del guerrero blanco y negro. Sus ojos amarillos permanecían cerrados.
   —¿Te dijo algo más?— preguntó la guerrera de ojos verde esmeralda.
   La atigrada negó con la cabeza, y su cola y orejas se mantuvieron bajas.
   —Todo va a salir bien.— A la gata negra no le importaba demasiado no creer en lo que decía, pero lo mejor aún así era calmar aunque fuese un poco a la reina—se pondrá bien.
   Luego salió de la guarida y observó el claro con detenimiento. No estaban ni Pedregosa ni... Luciérnaga. Y Garra Sombría creía saber dónde se encontraba.
   No estaba segura de qué hacer. Vió como Manto Abrasado regresaba al campamento con dos ardillas en la boca y se sentaba cerca del montón de la carne fresca, observando el sol con sus ojos casi tan brillantes como el mismo. Garra Sombría observó como Leónido le decía algo. Luego su pareja asintió y se despidió con un movimiento de la cola, pra luego ponerse en pie y acercarse a ella.
   —Leónido quiere que salga con dos gatos más y patrullemos cerca de los Cuatro Árboles, justo en la frontera con el Clan del Viento— explicó.
   —Imagino que no me lo dices por decir— maulló con aire cansado. Finalmente, respondió con un poco más de convicción—: Claro que iré.
   —Bien. Iré a preguntarle a Tormenta Gris si desea venir con nosotros— dijo el gato, un segundo antes de marcharse hasta el sitio donde se encontraba el guerrero gris.
   Garra Sombría miró hacia arriba por unos segundos. Apenas unas pocas nubes pequeñas manchaban de blanco el azul celestial. Su corto pelaje negro estaba algo enmarañado; no se había lavado aún. Comenzó a acicalarse, en lo que Manto Abrasado regresó.
   —Vamos— dijo el atigrado, y comenzó a guiarlo a él y a ella por entre los árboles de fuera del campamento.
   Se encaminaron hacia los Cuatro Árboles. Hermosas hojas verdes adornaban la corteza en las ramas de los árboles. El fuego del sol se reflejaba en la tierra de las zonas menos espesas del bosque. La patrulla, conformada por tres gatos, iba dejando huellas a medida que avanzaba. Los aromas llenaban las fosas nasales de la guerrera, sintiéndose cada vez más calmada, y logrando borrar de su mente, al menos por un rato, los horrores de la vida de clan.
   Iba disfrutando del paisaje verde y frondoso cuando comenzaron a vislumbrar los Cuatro Árboles. Dieron un pequeño rodeo para llegar al sitio en que se marcaba la frontera con el Clan del Viento, particularmente olorosa. Acababan de renovar las marcas olorosas, sin duda. Incluso parecería ser que había gatos cerca, del otro lado.
   Garra Sombría marcaba una roca cuando sintió un súbito cansancio. ¿Sería correcto echarse una siesta? De todas formas, ya habían llegado a destino... en cualquier caso, sus compañeros podrían despertarle en unos minutos.
   Sólo tuvo tiempo de pensar aquello mientras caía rendida junto a la roca gris.
   —Toma— dijo una voz que le resultó familiar, aunque no sabía de dónde. Luego pronunció algo más; un nombre, al parecer, que Garra Sombría no llegó a entender.
   —Gracias— respondió una voz más vieja y cascada.
   Imágenes rápidas aparecieron en su mente; una liebre aparentemente cortada y un arbusto de bayas rojas. Un grito ahogado y espuma blanca.
   Despertó tan súbitamente como se había dormido. Se levantó de un salto tan rápido como sintió en olor a sangre. Miró alrededor sólo para encontrarse con su compañeros luchando contra cuatro gatos del Clan del Viento.
   Recorrió rápidamente las tres colas que la separaban de la escena.
   Uno de los gatos del clan rival parecía ser un aprendiz. El resto eran más experimentados.
   Manto Abrasado y Tormenta Gris se encontraban acorralados junto a un roble, con el pelaje erizado y gruñendo. La guerrera no esperó ni un segundo más y saltó sobre uno de los gatos adultos, rasgándole el lomo pero sin hacerle mucho daño. Luego se colocó junto a sus compañeros de clan y los ayudó, gruñendo y haciendo retroceder a los gatos rivales.
   Garra Sombría reparó en que no parecían gatos que pelearan con furia. Detrás de su capa de agresividad, sus ojos reflejaban un oculto... ¿temor? ¿Por qué tendrían miedo, estando en ventaja? Algo no cuadraba.
   Consiguieron por fin que los intrusos se marcharan.
   Miró al resto de miembros de la patrulla y preguntó:
   —¿Están todos bien?
   —Si, gracias a ti y pese a tu desaparición— se quejó Tormenta Gris —¿dónde rayos estabas?
   La guerrera se dió cuenta de que, efectivamente, se había recostado del lado de la roca que no permitía que la viesen.
   —Me... tomé una siesta— confesó. Luego los recuerdos de su sueño le llegaron a la mente y se estremeció.
   —Pues has aparecido en el momento justo— dijo Manto Abrasado, sacudiéndose la tierra del pelaje y desvelando una pequeña herida en el omóplato.
   —Sí, supongo— gruñó Tormenta Gris.
   La patrulla regresó hacia el campamento. En el camino, Garra Sombría habló:
   —¿No notaron.. un comportamiento extraño en los gatos del Clan del Viento?
   —Sí— dijo Tormenta Gris tras reflexionar unos momentos —. No sé por qué razón nos habrán atacado.
   Obviamente, la gata no se refería a eso, pero decidió dejar la conversación ahí.
   Bayas rojas... liebres... voces conocidas. No sabía de dónde, pero las conocía. Y pretendía averiguar quiénes eran aquellos dos gatos con los que había soñado, acostada junto a la roca, entre los árboles del bosque, con un agotamiento tan extrañamente súbito.

Días Sombríos #3 / Zafiro y Esmeralda / Los Gatos GuerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora