Capítulo 8

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El viento susurraba fuera de la guarida. Garra Sombría despertó, sobresaltada, y aún más lo hizo al escucharlo. Había vuelto a soñar.
   <<No puedes tenerle miedo al viento —se reprochó mientras se ponía en pie— eres una guerrera.>>
   Salió de la guarida. El ambiente era mucho más relajado que el del día anterior; el único susurro era el del viento, y era poco el nerviosismo en el aire. La noticia de Polvorosa había calmado las cosas.
   Avanzó hacia la guarida de los aprendices, pensando en entrenar a Celestino, pero se detuvo a medio camino. Manto Celestial ya era un guerrero, y no tenía que preocuparse por su entrenamiento. Se giró y avanzó derecho al túnel de aulagas, pensando en salir a cazar. Salió con la mente inundada de nuevo por aquel sueño. ¿Acaso no era posible olvidarlo y ya?
   No lo era. Vio un ratón avanzando a través de la maleza y saltó sobre éste, pero el roedor se le escabulló por entre las zarpas y se metió en su madriguera. Garra Sombría dejó escapar un bufido de frustración. Estaba demasiado distraída como para siquiera alimentar a su clan.
   Sin embargo, aquella frustración no duró mucho, pues fue reemplazada por la curiosidad. Escuchó un sonido como de pasos, y pensó que tal vez era un ratón, pero prontó sintió olor a gato. Gata, específicamente. Luciérnaga andaba caminando entre los helechos y no había la había visto aún. En una ocasión normal, tan sólo habría saludado a la curandera, pero algo le llamó la atención. La gata miraba atrás a cada segundo, se movía con rapidez y llevaba una clara expresión de nerviosismo, como si ocultase algo.
   Garra Sombría se quedó quieta unos segundos y esperó, pensativa. Finalmente decidió seguirla, pues algo le hacía sentir extraña, como si su amiga no estuviese tan sólo buscando hierbas. De forma que avanzó entre los helechos del sotobosque, y se sorprendió al comprender que se acercaban a las Rocas Soleadas. Al llegar, la gata negra se escondió entre unos arbustos a observar.
   Sin embargo, se relajó rápidamente. Al final, Luciérnaga sólo había ido a buscar algunas hierbas costeras y ella había estado suponiendo mal. O no. Su pelaje se erizó ligeramente al escuchar un chapoteo proveniente del río, y acabó de erizarse cuando un guerrero gris del Clan del Río se sacudió en la orilla del lado del Clan del Trueno. ¿Qué estaba esperando Luciérnaga? De haber sido Garra Sombría, ya habría echado al invasor o salido a pedir ayuda.
   Garra Sombría quedó estupefacta, y tuvo que reprimir el impulso de salir de su escondite. A unas colas de distancia de ella, Luciérnaga entrechocaba narices con el gato del Clan del Río. ¿Qué demonios estaba pasando?
   Pronto reconoció a el mismo guerrero que había visto hacía unos días del otro lado del río, a quien había acusado de querer meterse al territorio. Ahora sí que tenía razones para hacerlo. Y allí estaba, espiando mientras su supuesta mejor amiga charlaba juguetonamente con un desconocido de otro clan.
   Logró escuchar algunas de sus palabras:
   —¿Hay noticias?— preguntaba el guerrero gris.
   —Sí. Polvorosa, una gata joven de nuestro clan, está embarazada— anunció Luciérnaga muy feliz.
   —Parece que les va bien— señaló el del Clan del Río.
   —Sí, es cierto— maulló la curandera, y apoyó la cabeza en el pecho del gato gris, que era un poco más alto que ella. Él comenzó a darle unos tranquilos lametazos en la nuca.
   Mientras tanto, sin atreverse a salir de entre los arbustos, Garra Sombría ardía de furia. ¿En qué pensaba Luciérnaga? ¡Aquello iba contra el código guerrero! ¡Y, para colmo de todo, no le había contado nada!
   Se sobresaltó al ver como los ojos ámbar del gato gris se fijaban en los arbustos donde ella se escondía. ¿La habría descubierto? Parecía que no, pero en cuanto desvió la mirada Garra Sombría aprovechó para salir de su escondite y, tras mirar atrás una última vez, alejarse. En cuanto estuvo a la suficiente distancia, comenzó a trotar. Claro que no iba a poder cazar nada ahora, con la mente llena de pensamientos relacionados con Luciérnaga y su aparente nueva pareja.
   Sin embargo, ya no era furia lo que sentía, sino una mezcla de tristeza, dolor y miedo. Luciérnaga, junto a Patas Blancas y Manto Abrasado, le había mostrado el significado de la amistad, la confianza y el compañerismo. Ahora, era como si todo eso no existiera. Y el miedo... en verdad, tenía miedo de que alguien además de ella se enterara de lo que acababa de descubrir. Imaginó a su amiga siendo expulsada del clan. Imaginó a Pedregosa, decepcionada de su antigua aprendiza, y a Luciérnaga llorando y sufriendo por todo lo que perdía. ¿Acaso sería correcto permitir que continuara con aquella relación, o tal vez sería mejor pedirle que la dejara?

   Llegó al campamento con tan sólo un pinzón en las fauces. No había logrado concentrarse en la cazería con tantas cosas en mente. Sin embargo, faltaba mucho para que el día acabara. El sol recién pasaba su cénit, y aún así lo único que Garra Sombría deseaba era echarse a dormir. Tal vez para escapar del mundo real, tal vez porque le parecía mejor vivir una y otra vez la misma pesadilla que adentrarse en una nueva y más aterradora.
   Pero sabía que no podía. Echarse a dormir mientras el clan aún trabajaba sería mal visto, y más aún si lo único que había traído aquel día era un pinzón. Arrastrando los pies, llegó hasta donde estaba Manto Abrasado, charlando con Abedul animadamemte. Apoyó la cabeza en el hombro del guerrero y dejó escapar un profundo suspiro, justo al mismo tiempo en que el gato blanco y negro se alejaba para salir a patrullar. El atigrado anaranjado la miró, preocupado.
   —¿Pasa algo?— preguntó al ver la expresión exhausta de Garra Sombría—¿te encuentras bien?
   —Algo así— respondió ella, y se limitó a restregarse contra el pelaje del guerrero en un intento de tranquilizarse a sí misma.
   Levantó la vista al captar movimiento precedente del túnel de aulagas. De él salió Luciérnaga, con unas flores en la boca. Garra Sombría tuvo que reprimir un gruñido ,—no sabría decir si de enojo o de tristeza—, mientras se ponía en pie y se alejaba dando grandes zancadas.

Días Sombríos #3 / Zafiro y Esmeralda / Los Gatos GuerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora