❀3. Me falta sal ❀

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"𝙰 𝚟𝚎𝚌𝚎𝚜, 𝚌𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚎𝚜𝚝𝚘𝚢 𝚜𝚘𝚕𝚊, 𝚖𝚎 𝚊𝚌𝚞𝚎𝚜𝚝𝚘 𝚎𝚗 𝚖𝚒 𝚌𝚊𝚖𝚊 𝚢 𝚌𝚒𝚎𝚛𝚛𝚘 𝚕𝚘𝚜 𝚘𝚓𝚘𝚜. 𝙴𝚗 𝚜𝚒𝚕𝚎𝚗𝚌𝚒𝚘, 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚘 𝚘í𝚛 𝚖𝚒 𝚌𝚘𝚛𝚊𝚣ó𝚗 𝚛𝚘𝚖𝚙𝚒é𝚗𝚍𝚘𝚜𝚎 𝚎𝚗 𝚖𝚒𝚕 𝚙𝚎𝚍𝚊𝚣𝚘𝚜." - 𝙻𝚊𝚗𝚐 𝙻𝚎𝚊𝚟, "𝙻𝚘𝚟𝚎 & 𝙼𝚒𝚜𝚊𝚍𝚟𝚎𝚗𝚝𝚞𝚛𝚎"

A las 11 de la mañana, mi madre aparece por la puerta de mi apartamento y me obligo a mí misma a sonreír como nunca. Desde el accidente, ha estado más cercana, tan cercana que a veces siento que su presencia me asfixia. Se pasa por mi casa a todas horas, como si tuviera que asegurarse de que estoy bien, como si tuviera que llenar los espacios vacíos con su preocupación. Y yo finjo que estoy bien, que no tengo un torbellino de emociones y pensamientos enredándose en mi cabeza como los cables de mis viejos auriculares en mi bolsillo.

Esos cables, retorcidos y enredados, forman un caos intrincado que parece tener vida propia.Comienzo a trabajar en los nudos, deslizando mis dedos con cuidado entre los cables, tratando de deshacer los lazos que se han formado. Pero cada vez que creo que he progresado, encuentro otro nudo que necesita atención.

En algún punto, me rindo. Decido que es hora de simplemente rendirme a la realidad de que los cables nunca estarán completamente desenredados. Entonces, con una especie de aceptación resignada, los conecto a mi teléfono tal como están, enredados y enmarañados. La música comienza a sonar en mis oídos, y aunque los cables enredados son incómodos y un poco molestos, ya no importa tanto.

La puerta suena y me apresuro a abrir, forzando una sonrisa que espero que sea lo suficientemente convincente. Mamá entra, con su bolso en el brazo y esa mirada de preocupación en los ojos.

El padre no ha venido a visitar, ni lo hará. Desde el accidente, ha estado ausente, una figura distante en mi vida que se ha desvanecido en la nebulosa del tiempo. No siento rencor por eso, comprendo que enfrenta su propia forma de lidiar con lo sucedido. No estoy segura de si yo misma sería capaz de mirar a mi hija a los ojos después de lo que pasó, lo que me hace respetar aún más a mamá.

Puedo imaginarlo diciéndole a mamá, con su tono poco comprensivo y distante: "Debería haber estado más atenta. ¿Cómo pudo permitir que algo así ocurriera? Si tan solo hubiera sido más responsable, esto no habría pasado". Las palabras duelen incluso en mi imaginación, y sé que si las pronunciara en la realidad, podrían romper el frágil equilibrio que hemos construido.

Mamá parece mayor, es mayor. Su cabello, antes lleno de vitalidad y brillo, ahora muestra hebras plateadas que parecen haber absorbido la tristeza de los años. Y por el rostro se le extienden una serie de arrugas profundas como grietas.

Pero me veo en ella, me veo en esos ojos tristes que han perdido la llama y eso me exaspera. Las similitudes entre nosotras son innegables, una especie de herencia genética de la melancolía.

Una vez leí que madres e hijas que existen como miserables espejos la una de la otra: yo soy todo lo que ella podría haber sido y ella es todo lo que yo podría ser. A veces, cuando la miro, siento el peso de sus expectativas, la presión de no repetir sus errores, de no seguir el mismo camino que la ha dejado con ojos cansados y un corazón lleno de anhelos incumplidos.

-Hola, cariño- dice, acercándose para darme un abrazo.

-Hola, mamá- respondo, devolviéndole el abrazo con fuerza. Intento que mi voz suene alegre y despreocupada.

Ella se separa y me mira con detenimiento, como si tratara de leer entre las líneas de mi expresión.

-¿Cómo has estado? ¿Todo bien?

Trazando Mariposas en la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora