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Enid miró con incredulidad las dos pequeñas líneas rojas.

"No", gimoteo, sus manos temblaban tan violentamente que dejó caer la prueba al suelo. ¡No podía ser posible! ¿Cómo podría estar embarazada?

Solo había comprado y realizado la prueba para aliviar su mente de esa ridícula posibilidad. Nunca, ni por un momento, había creído realmente que pudiera estar... ¡Oh, Dios! Otro estallido de náuseas que la hizo correr al inodoro se apodero de ella.

Desde hace unas semanas había notado varios cambios en su cuerpo, se sentía cansada todo el tiempo, sus pechos estaban adoloridos e hinchados, además había experimentado lo que ahora se dio cuenta debían haber sido náuseas matutinas. Pero no fue hasta que tuvo el extraño impulso de masticar los cubitos de hielo de su bebida en la tarde que sospechó algo. Su madre le había dicho una vez que mientras estaba embarazada de ella, había tenido antojos intensos de masticar hielo.

Enid había pensado que debía ser solo una extraña coincidencia, pero evidentemente no lo era.

Temblando, se tambaleó sobre sus pies y tiró de la cadena. El sudor perlaba su frente, se sentía febril y débil, pero de alguna manera se las arregló para arrastrarse hasta el lavabo. Luchando por contener las lágrimas, se lavó las manos, la boca y se echó agua fría en el cuello.

¡Era tan injusto! ¡Se suponía que el implante tenía más del 99% de efectividad! Ella debía ser una de las poquísimas personas que se embarazaron aun con él. Se cubrió la cara con las manos y dejó escapar un pequeño sollozo. ¿Por qué le estaba pasando esto? ¿No fue suficiente que su madre se estuviera muriendo de cáncer y que la jefa de su padre aparentemente planeaba mantenerla como su esclava sexual de forma permanente? ¿y Ahora esto?

¡Oh, Dios! ¿Cómo le iba a decir? ¿Se enojaría? ¿La obligaría a abortar?

Enid se apoyó contra la pared y lentamente se deslizó hacia el suelo, los fríos azulejos se sentían bien contra su piel caliente. Cerró los ojos e instintivamente colocó una mano sobre su vientre plano, había un bebé ahí, un humano estaba creciendo dentro de ella en ese mismo momento.

La puerta del baño se abrió, sin pensarlo Enid juntó las rodillas contra su pecho y las rodeó con los brazos, acurrucándose protectoramente sobre sí misma. La Srta. Addams, impecablemente vestida como siempre, entró y echó un vistazo rápido a la habitación. Sus ojos se posaron primero en Enid, que estaba acurrucada en un rincón y con un aspecto tan blanco como la nieve, y luego en la prueba de embarazo tirada en el suelo.

Enid se maldijo así misma en silencio por olvidarse de cerrar la maldita puerta.

Sin decir una palabra, la Srta. Addams se agachó para recoger el palo de plástico y le dio la vuelta para ver el resultado. Enid contuvo la respiración, anticipando lo peor. Pero la Srta. Addams no frunció el ceño, ni la miró con sus ojos penetrantes, ni dijo algo amenazante con voz fría, en cambio, para asombro de Enid, sonrió.

Muy casualmente, colocó la prueba sobre el mostrador de mármol y le tendió la mano.

"Merlina", susurró, con los ojos muy abiertos, tenía la voz ronca así que se aclaró la garganta. "No sé qué pasó, yo no quería, no pensé que sería posible, no con el implante-"

Pero la Srta. Addams solo hizo un gesto de impaciencia, por lo que Enid levantó las manos para aceptar su ayuda para levantarse del suelo. Ella la levantó fácilmente y luego, para su mayor asombro, la abrazó con fuerza.

Enid parpadeó, todavía incrédula de lo bien que se estaba tomando la noticia. Una de las manos de la Srta. Addams ahuecó suavemente la parte posterior de su cabeza y la otra presionó contra su espalda baja. Enid apoyó las manos en sus hombros y mantuvo el rostro enterrado en su pecho, demasiado nerviosa para mirarla a los ojos. Permanecieron así por un momento, y luego la Srta. Addams besó tiernamente su cuello.

Niña BuenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora