4

1.3K 100 0
                                    

Merlina Addams no creía en el karma, si tal cosa tan absurda existiera, entonces ¿por qué el universo había dejado caer en su regazo a la persona más inocente y hermosa que jamás había conocido?

En lo que a ella respectaba, nunca había hecho nada bueno en su vida, y este hecho no le preocupaba en lo más mínimo. Era la hija mayor de un familia absurdamente rica, y aunque sus padres no la habían mimado exactamente, se habían asegurado de que siempre tuviera lo mejor de todo. Nada era demasiado bueno para Merlina Addams. Ningún juguete era demasiado caro, ninguna fiesta era demasiado extravagante. A medida que crecía, descubrió que el resto del mundo estaba igualmente dispuesto a satisfacer sus deseos. En la escuela, tenía las mejores calificaciones y podía tener a sus pies a cualquier persona que quisiera.

Todo lo que pudiera desear era suyo y eso le aburría.

Así que fue a Harvard donde al menos recibiría un desafío mental. Descubrió que disfrutó bastante lo desafiante y, en el momento en el que se graduó, usó su fondo fiduciario para iniciar su propia empresa. Prosperó con jornadas largas, confrontaciones en la oficina, negociaciones difíciles y la presión constante para tener éxito.

Era ambiciosa y en tres años su empresa había entrado en la lista Fortune 500. Poco después Forbes la declaró como uno de los multimillonarios más jóvenes hechos por sí mismos. El trabajo duro y la dedicación habían valido la pena, estaba en la cima del mundo y, una vez más, estaba aburrida.

Las personas en general nunca habían sido de mucho interés para Merlina Addams. En su mente, solo servían para un propósito, y una vez que habían cumplido ese propósito, ya no tenía ningún uso para ellos. No necesitaba pagar por sexo, pero prefería hacerlo. Mantuvo las cosas profesionales y estableció límites y expectativas claras. No había nada que le desagradara más que las complicaciones innecesarias, ya tenía que mantener una relación estable con sus padres y hermanos, eso fue suficiente como vida personal para ella.

Entonces, conoció a Enid.

Desde el momento en que la vio en el vestíbulo supo que tenía que ser suya. Sin duda, era muy bonita, y el vestido que llevaba puesto mostraba muy bien sus piernas hermosas. Pero fue más que eso, era tan evidentemente inocente, tan exquisitamente ingenua, parpadeando hacia ella con esos grandes ojos azules. Estaba claro desde el principio que su presencia la ponía nerviosa, y su demonio interior despertó. Cada palabra que salía de su boca aumentaba aún más su interés. Nunca había conocido a alguien tan completamente puro y anhelaba ser ella quien la corrompiera.

Una persona diferente, una mejor persona, podría haber considerado moralmente deplorable presionar a otra persona para que tuvieran relaciones sexuales. Pero Merlina Addams no creía en el karma, no creía en el bien o el mal, el cielo o el infierno, lo correcto o lo incorrecto. Solo creía en el poder y en tomar lo que quisiera, al diablo con las consecuencias. 

Y lo que quería era a Enid.

Era tan joven y tan maravillosamente indefensa. Ella necesitaba dinero, su padre era un empleado, lo que inmediatamente los colocó a ambos bajo su poder. Fue irresistible.

Pensó que sería una adición entretenida a su oficina durante el verano. La explotaría y la corrompería, y cuando hubieran pasado los tres meses del verano se habría cansado de ella y con gusto la alejaría de su camino.

Pero eso no paso.

De alguna manera, durante esos tres meses, Enid, aunque completamente profanada por ella, nunca perdió su encantadora inocencia. Se sorprendió mirándola regularmente, sus ojos y su mente vagaban por cualquier tarea en la que se suponía que debía estar ocupada. Se veía tan encantadora acurrucada en su sofá, la cabeza inclinada sobre sus libros, con el ceño fruncido y una expresión tan seria en su hermoso rostro.

Niña BuenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora