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«Eres el cuadro que quiero pintar por la eternidad». -Tomioka Giyū.
Él pinta mariposas desde que es un niño, esperando algún día encontrarla. Ella baila a escondidas cerca de un lago...
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Sábado, 18 de marzo.
Madrugada.
—Es muy ligera.
—Shinobu es pequeña, aunque no parezca está bien de peso.
Ambos hombres entraron a la habitación del azabache y Sanemi deposito en la cama a su amiga. Estaba exhausto, no camino mucho pero el sueño, cansancio del trabajo y cargar a Mitsuri lo dejaron rendido, un ligero dolor de cabeza estaba naciendo.
—¿Tienes café?
—Cocina —respondió, Shinazugawa fue a la cocina, necesitaba un café para el dolor, pondría su teléfono a cargar y se iría a dormir.
Giyū dejó con cuidado a la azabache en su cama, estaba tan profundamente dormida. Había estado cómoda, el calor de su pecho era reconfortante, a él le gusto sostenerla en sus brazos. Era delicada, suave, pequeña, frágil.
Salió del cuarto y fue a la sala, busco un lugar para dormir, todos sus amigos estaban dormidos, incluso Sanemi cerca de él había una taza con algo de café.
Tomó el último cojín y lo tiro al piso.
03:27 am, y el departamento quedo en silencio, todos estaban cansados y unas horas de sueño nunca vienen mal, después de todo eran adultos y tenían responsabilidades ese día.
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'Por esta razón, jamás invitó a alguien a mi casa'
El sol había salido hace varias horas, y Giyū recién se levantaba, 10:54 am tiempo suficiente para que su casa quedará vacía; se bañe, desayune algo rápido e ir a casa de sus padres, llegando cerca del mediodía.
Eso hubiera hecho si su departamento estuviera vacío. Pero no, ellos seguían ahí, parecía que no se irían hasta terminar su desayuno.
—Shinazugawa-san, todo es muy delicioso —se oía decir a la ojiverde, mientras otro bocado se llevaba a la boca.
—Tengo que admitirlo, ¿como haces para que unos simples huevos sepan tan bien? —Iguro sabía que su amigo era un gran cocinero, pero no era posible hacer eso.