ochenta y tres

194 44 1
                                    

YeonJun miró a Jisu con disimulo. La chica mantenía la mirada fija en su comida, fingiendo oír la conversación amena que tenían sus padres.

La familia Choi se encontraba cenando tranquilamente en el comedor. El señor Choi contaba su día mientras su esposa compartía algunas anécdotas del trabajo, ninguno de los dos notaba el ambiente y el silencio de sus hijos, quienes se mantenían pensativos, YeonJun suspiró cuando vio los platos de sus padres casi vacíos, decidiendo que era hora de hacer su confesión.

Los adultos detuvieron su conversación cuando oyeron la silla de YeonJun retroceder. Su hijo mayor se levantó de la silla y colocó las manos sobre la mesa, evitando el contacto visual con sus progenitores. Jisu tragó saliva con los nervios torturándole, sintiendo la mirada de los mayores alternarse entre YeonJun y su persona.

La madre fue la primera en romper el incómodo silencio: — YeonJun, ¿pasa algo? — preguntó con un tono de voz suave y expresión preocupada.

El de cabello amarillo por fin levantó la mirada para encontrar el par curioso. Miró de vuelta a su hermana, dándole la señal de que podía levantarse. Ella no tardó mucho en hacerlo y posicionarse junto a él, con las manos juntas y la cabeza gacha.

— Papá, mamá. — comenzó a hablar YeonJun, con voz firme. — Tenemos algo importante que decirles.

La pareja de casados intercambió miradas entre sí, volviendo a observar a sus hijos con la preocupación aumentada. YeonJun pocas veces veía la expresión en los rostros siempre relajados y alegres de sus padres, pero no se detuvo, y tomó la mano de Jisu entre la suya para darle valor.

— Yo... — Jisu carraspeó ante su voz temblorosa, continuando. — Yo sé que ustedes notan que me siento incómoda cuando nuestros tíos nos visitan. La razón de eso es porque... — se detuvo, temblando ligeramente, hasta que sintió un apretón en su mano. miró a su hermano, quien le regaló una sonrisa, logrando aliviar sus nervios. — Ellos siempre me hacen sentir que es mi deber continuar con el linaje de la familia.

Sus padres fruncieron el ceño, intentando comprender las palabras de su hija, más confundidos y sorprendidos que disgustados. YeonJun conservó el silencio para dejar que Jisu se desahogue, que expresara sus verdaderos sentimientos a las personas que les dieron la vida.

— No me gusta que me traten como alguien que sólo tiene el propósito de tener novio, casarse y tener hijos. Ni siquiera he pensado en esa posibilidad. — Jisu observó a sus padres. Ellos parecían estar comprendiendo su punto, muy calmados, siempre pacientes. La imagen ayudó a su inquieto corazón a seguir liberándose. — Porque yo no pienso tener hijos. Ni siquiera voy a ser feliz con un hombre.

Tomó un último respiro profundo, para soltarlo lentamente por la boca. Debía ser valiente.

— Y no estoy segura de poder casarme, porque es ilegal que dos mujeres se unan en matrimonio. — las expresiones de sus padres fueron indescifrables. — Me gustan las mujeres. No soy quien esperaban que fuera, intenté engañar a todos saliendo con chicos, pero... — miró a su hermano. Él bajó la mirada. ambos sabían que se trataba de Soobin. — Pero terminé haciéndome daño a mí y a otras personas.

— Yeonjun, ¿tú también...? — cuando el mayor de sus hijos asintió, ambos adultos intercambiaron una mirada en silencio.

El comedor se hundió en la ausencia de sonido y un ambiente tenso se posó sobre ellos, dejándolos un par de minutos en dichas condiciones, donde el matrimonio Choi meditó la confesión de sus hijos.

La mujer fue la primera en levantarse y dirigirse rápidamente hacia los jóvenes, atrayendolos en un cálido abrazo. YeonJun y Jisu se descolocaron ante el gesto, pero no lo rechazaron. Simplemente se dejaron abrazar por su madre, quien tenía el pecho encogido en sentimientos encontrados.

No pasó mucho tiempo antes de que su padre sonriera y se uniera al abrazo familiar, que, lejos de ser incómodo, fue un manto abrasador para los confundidos y asustados jóvenes.

— Cuando eran muy pequeños, su padre y yo juramos velar por la felicidad de ambos. — confesó la mujer con voz dulce y congestionada, producto del llanto. Se separó de sus hijos, mirándolos profundamente a los ojos a través de las lágrimas propias. El señor Choi se colocó junto a su esposa, asintiendo a sus palabras. — Y si parte de su felicidad es amar a quien quieran, estaremos de acuerdo con ello.

— Seguimos amándolos igual que ayer, cuando no teníamos idea de sus preferencias. Porque siguen siendo los mismos, nuestros hijos, los que criamos y vimos crecer. — intercambió una última mirada con la mujer, ambos sonriendo cálidamente. Nada ha cambiado.

Las palabras de su padre fue la última gota que rebasó el vaso, ocasionando que Jisu se fuera en llanto a los brazos de ambos adultos. YeonJun sonreía, conmocionado, sintiendo sus propias lágrimas resbalar por sus mejillas.

Eran afortunados.

Abre la ventana, Choi┊SoojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora