La noche llegó y el ambiente en el apartahotel se llenó de un suave resplandor bajo la luz de la luna. Después de una tarde llena de diversión, la familia se había duchado y arreglado para la cena en el buffet del hotel.
Laia se había vestido con un atuendo que la hacía sentir segura y hermosa: un top blanco que resaltaba su pecho y una falda corta por delante y larga por detrás.
Cuando Laia fue a la otra habitación, notó que su familia llevaba su propio estilo y personalidad reflejados en su ropa.
- Laia, te ves impresionante - exclamó Ares admirando su atuendo.
Laia sonrió agradecida y acomodó su cabello detrás de la oreja.
- Gracias hermanito. Me alegro de que les guste.
El resto de la familia también elogió a Laia, compartiendo su entusiasmo por la cena y la noche por delante. Pronto, todos se dirigieron hacia el buffet, donde una variedad de platos esperaba ser disfrutada.
Laia y su familia tomaron asiento en una mesa cercana a la terraza, bajo un dosel de estrellas brillantes. Las luces tenues y la suave brisa creaban un ambiente acogedor y relajado.
Laia acompañó a su hermana menor, Sofía, mientras buscaban qué quería comer. Mientras Sofía llenaba su vaso de agua, Laia se encontró observando a un chico que estaba reponiendo los platos en el buffet.
El chico era alto y tenía el cabello rizado y un poco rubio. Pero lo que llamó la atención de Laia fueron sus gafas. Lo miró un rato, sintiendo una curiosidad inexplicable. Parecía estar absorta en sus propios pensamientos mientras observaba al chico.
Sin embargo, la concentración de Laia fue interrumpida cuando Sofía derramó un poco de agua en el suelo. Laia se agachó rápidamente, limpiando el agua y asegurándose de que Sofía estuviera bien.
- Lo siento, Laia - dijo Sofía, con una pequeña mueca.
- No te preocupes, Sofía. Está bien - respondió Laia, acariciando el cabello de su hermana menor.
Después de asegurarse de que todo estuviera en orden, Laia acompañó a Sofía de regreso a la mesa donde el resto de la familia esperaba.
Luego, Laia fue sola a buscar su comida en el buffet. Mientras se servía pescado, no pudo evitar que sus ojos se posaran nuevamente en el chico que había captado su atención antes. Observó de manera discreta mientras el chico reponía los platos.
Para su sorpresa, sus ojos se encontraron con los del chico. Sintió cómo el rubor subía a sus mejillas, tomándola por sorpresa. No pudo apartar la mirada y se encontró cautivada por esos ojos que la observaban.
El chico le dedicó una sonrisa cálida y amigable. Laia sintió cómo su corazón latía con fuerza mientras correspondía a la sonrisa. Había algo en la forma en que se miraban y se sonreían que creaba una conexión inexplicable.
A medida que la cena avanzaba y las conversaciones fluían en la mesa, Laia ocasionalmente desviaba su mirada hacia el chico. No sabía por qué sentía una conexión con él, pero estaba decidida a disfrutar de esos momentos de complicidad.
La noche avanzó y la familia regresó a sus habitaciones después de una cena llena de risas y alegría. Laia se sentía emocionada por el encuentro con el chico, las miradas cómplices y las sonrisas compartidas. Mientras se preparaba para ir a dormir, Melisa, su madre, se acercó a su habitación.
- Laia, ¿puedo entrar un momento? - preguntó Melisa suavemente.
- Claro, mamá - respondió Laia, dejando entrar a su madre.
Melisa se sentó en el borde de la cama y miró a Laia con una sonrisa tierna.
- Estaba observando esta noche, y no pude evitar notar las miradas entre tú y ese chico.
Laia se sonrojó ligeramente y miró hacia abajo.
- Oh, mamá, fue solo... no sé, un encuentro casual. Nada más que eso.
Melisa rió suavemente y acarició el cabello de Laia.
- Entiendo, cariño. A veces las miradas pueden decir mucho más de lo que creemos.
Laia levantó la mirada, encontrando la mirada cálida de su madre.
- ¿Crees que eso es cierto? Solo fueron miradas, después de todo.
Melisa asintió con una sonrisa sabia.
- Las miradas pueden ser el inicio de algo especial. A veces, en un solo vistazo, podemos sentir una conexión inexplicable. No te digo que debas tener expectativas, pero no subestimes la magia de esos momentos.
Laia reflexionó sobre las palabras de su madre. Era cierto que había sentido una conexión, incluso a través de las miradas. Sin embargo, no sabía qué podría pasar en el futuro.
- Gracias, mamá - dijo Laia con gratitud. Siempre me entiendes.
Melisa le dio un beso en la frente.
- Descansa, cariño. Sea lo que sea que depare el futuro, sé que tomarás decisiones sabias y seguirás tu corazón.
Después de que Melisa salió de la habitación, Laia se recostó en la cama, reflexionando sobre las palabras de su madre. Cerró los ojos y se permitió sumergirse en el sueño, con pensamientos de las miradas compartidas y la emoción de las posibilidades por delante.
Mientras la noche avanzaba y la calma llenaba el apartahotel, Laia se durmió con una sonrisa en los labios, sintiendo que había encontrado algo especial en una simple conexión de miradas. No sabía qué traería el futuro, pero estaba emocionada por descubrirlo.
La mañana llegó y, a pesar del amanecer brillante, Laia se despertó sintiéndose agotada y con ojeras evidentes. Se levantó de la cama y se miró en el espejo, notando cómo las marcas de una noche inquieta estaban escritas en su rostro. Suspiró y decidió que una gorra podría ayudar a camuflar sus ojeras.
Vistiéndose con un chándal, Laia se enfrentó al espejo una vez más. A pesar de su intento de ocultar su cansancio, sabía que su familia probablemente notaría algo diferente en ella.
Bajó a la zona donde su familia ya estaba. Noto miradas preocupadas de su familia, su madre, fue la primera en hablar.
- Laia, ¿estás bien, cariño? Te ves un poco... cansada.
Laia forzó una sonrisa.
- Sí, mamá. No he tenido una muy buena noche.
Su familia intercambió miradas y Ronni, le dio una palmada en el hombro con simpatía.
- Espero que te sientas mejor pronto, Laia.
- Gracias, Ronni - respondió Laia con gratitud. Solo necesito un poco de tiempo para despertarme completamente.
Laia sabía que su familia estaba preocupada por ella, pero no quería preocuparlos demasiado con los detalles de su noche inquieta.
Laia se esforzó por mantener una actitud positiva y distraerse.
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24 DIAS PARA OLVIDARTE
RomanceEn medio del ajetreo y la responsabilidad que implica trabajar como auxiliar de enfermería en oncología pediátrica, Laia, una valiente chica de 18 años, lucha día a día para ofrecer un rayo de esperanza a los pequeños guerreros que enfrentan batalla...