- Carlos, ¿qué te parece si nos metemos en el agua? - propuso Laia con una sonrisa juguetona.
Carlos la miró, contagiado por su entusiasmo.
- Eso suena genial.
Ambos se levantaron de la arena y comenzaron a dirigirse hacia el agua.
La playa estaba tranquila y la luz de la luna creaba un ambiente romántico y mágico. Laia se detuvo por un momento y se quitó las gafas, colocándolas con cuidado en la orilla.
Carlos notó el gesto de Laia y la observó con atención.
- No me gusta cómo me veo sin ellas.
Carlos le sonrió sinceramente.
- Laia, no tienes que preocuparte por eso. Eres hermosa tal como eres, con o sin gafas.
Laia se sintió halagada por sus palabras y le dio las gracias con una sonrisa. Luego, juntos, se adentraron en el agua. La sensación del agua fresca contra su piel era refrescante y emocionante. Se acercaron más, sus cuerpos rodeados por el agua mientras se sumergían en el mar.
Laia y Carlos se abrazaron, sintiendo la cercanía entre ellos. La luz de la luna reflejaba destellos en el agua. Carlos acercó su rostro al de Laia y la besó suavemente, compartiendo un momento de ternura y pasión.
El beso fue tierno pero lleno de emociones profundas. Se sentían conectados de una manera única, como si estuvieran compartiendo sus corazones bajo las estrellas. Mientras el agua los rodeaba, el beso sellaba la conexión que habían construido.
Después de un momento, se separaron, sus miradas se encontraron y sus sonrisas eran un reflejo de la felicidad que sentían en ese momento.
Después de disfrutar del agua y compartir momentos especiales bajo las estrellas, Laia y Carlos salieron del agua y se dirigieron a la orilla para secarse. La brisa de la noche les acariciaba la piel mientras caminaban de regreso a la entrada del apartahotel.
En el camino de vuelta, Laia decidió compartir más sobre sí misma con Carlos.
- Soy de Barcelona. He vivido allí toda mi vida y es un lugar que amo profundamente.
Carlos asintió, interesado en conocer más sobre su ciudad natal.
- Barcelona es una ciudad increíble. Me encantaría visitarla algún día.
Llegaron a la entrada del apartahotel y se detuvieron, mirando el edificio y disfrutando de la atmósfera tranquila y romántica que los rodeaba. Laia miró a Carlos, sus ojos llenos de emoción y aprecio.
- Carlos, esta noche ha sido increíble. No puedo agradecerte lo suficiente por pasarla conmigo - dijo Laia con sinceridad.
Carlos le sonrió suavemente.
- Laia, ha sido una de las noches más especiales que he tenido. Me alegra haber tenido la oportunidad de conocerte.
Laia sonrió y luego miró hacia el interior del edificio.
- Mi familia está en la habitación descansando, así que estoy sola en mi habitación.
Carlos se acercó a Laia, acortando la distancia entre ellos. Le susurró suavemente al oído.
- Quizás algún día vaya a Barcelona para estar contigo.
Laia sintió un cosquilleo en su piel por las palabras de Carlos y le miró a los ojos con una mezcla de emoción y anticipación.
- Eso sería increíble, Carlos.
Se miraron profundamente, compartiendo un momento lleno de significado y posibilidades. Sabían que esta noche había sido solo el comienzo de su historia, y aunque no sabían exactamente qué les depararía el futuro, estaban emocionados por la idea de explorarlo juntos.
Finalmente, llegó el momento de despedirse. Laia y Carlos se abrazaron, sintiendo la conexión que habían construido en tan poco tiempo. Se miraron una vez más y compartieron un beso dulce y suave, sellando el recuerdo de esta noche en la playa.
Después del beso, se separaron con una sonrisa en los labios. Laia se dirigió hacia su habitación, emocionada por lo que había experimentado pero también cansada por la emoción del día. Mientras se acostaba en su cama, Laia se sintió agradecida por la oportunidad de conocer a Carlos y por el futuro que les esperaba. Con esos pensamientos en mente, cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño.
La mañana siguiente llegó, y Laia estaba radiante de felicidad. Sabía que tenía que contarle a su madre sobre la noche romántica que había compartido con Carlos. Se acercó a Melisa con una sonrisa nerviosa, pero llena de emoción.
- Mamá, necesito contarte algo - exclamó Laia emocionada.
Melisa notó la alegría en la voz de su hija y la miró con curiosidad.
- Claro, cariño, dime.
Laia compartió con entusiasmo todos los detalles de su noche con Carlos, desde su encuentro en la playa hasta su conversación sincera y los momentos románticos que habían compartido. Melisa escuchó atentamente y sonrió al ver la felicidad de su hija.
- Laia, estoy muy feliz de que hayas tenido una noche tan especial. Mereces toda la felicidad del mundo - dijo Melisa cariñosamente.
Laia se sintió aliviada y emocionada por la reacción de su madre. Saber que su madre estaba apoyando su relación con Carlos significaba mucho para ella.
Llegaron al bufet para el desayuno, y Laia estaba escogiendo una fruta cuando un chico se acercó a ella. Parecía estar interesado en conocerla mejor y le preguntó si tenía novio. Antes de que Laia pudiera responder, una voz conocida interrumpió la conversación.
- ¿Cómo estás, amor? - dijo Carlos mientras se acercaba con su carro de reponer platos.
El chico que había estado hablando con Laia miró a Carlos y se retiró con una sonrisa incómoda. Laia rió suavemente ante la situación y miró a Carlos con una sonrisa pícara.
- ¿Amor? Esa es una forma interesante de saludar - bromeó Laia.
Carlos sonrió y le guiñó un ojo.
- Solo estaba asegurándome de que no tuvieras problemas.
Laia se rió y fingió un gesto de celos.
- ¿Estás celoso, Carlos?
Carlos levantó las manos en señal de inocencia y negó con la cabeza.
- Para nada. Solo quería asegurarme de que nadie te molestara.
Laia rió nuevamente y le dio un golpecito juguetón en el brazo.
- Está bien, está bien, no te preocupes. No necesito un guardaespaldas.
Carlos sonrió y le dio un beso rápido en la mejilla.
- Lo sé, solo quería asegurarme de que supieran que estás acompañada.
La familia de Laia decidió pasar el día en la piscina del apartahotel, disfrutando del sol y la diversión. Laia, por su parte, tenía otros planes. Se acercó a sus padres con una sonrisa.
- ¿Puedo ir a la playa con Carlos por un rato? - preguntó Laia.
Melisa miró a su hija y asintió con una sonrisa.
- Por supuesto, cariño. Diviértete y cuídate.
Laia agradeció a sus padres y se dirigió a su coche. Esperó pacientemente a que Carlos saliera de trabajar, ansiosa por el día que tenían planeado. Cuando finalmente Carlos salió, se subió al coche y Laia comenzó a conducir hacia la playa.
Durante el trayecto, compartieron risas y conversaciones, sintiendo la emoción de pasar el día juntos. Laia había planeado una actividad emocionante: irían a las rocas de la playa para hacer saltos al agua.
Al llegar a la playa, Laia estacionó el coche y ambos se dirigieron hacia las rocas. El sol brillaba en el cielo, y el sonido del mar creaba un ambiente relajante. Laia y Carlos encontraron un lugar en las rocas desde donde podían lanzarse al agua.
- ¿Estás listo para esto? - preguntó Laia con una sonrisa traviesa.
Carlos asintió, con una mezcla de emoción y nerviosismo en su rostro.
- ¡Claro! No puedo esperar.
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24 DIAS PARA OLVIDARTE
RomanceEn medio del ajetreo y la responsabilidad que implica trabajar como auxiliar de enfermería en oncología pediátrica, Laia, una valiente chica de 18 años, lucha día a día para ofrecer un rayo de esperanza a los pequeños guerreros que enfrentan batalla...