2

121 10 0
                                    


No había forma de sacarlo de su cabeza, Chuuya era alguien a quien jamás había podido olvidar, toda su mente desvariaba al tenerlo tan cerca. Pasó su mano recorriéndole el cuerpo, deteniéndose donde sabía que el pelinaranja era más sensible, lo conocía por completo y aun así lo volvía loco. Fundió sus labios con los suyos incapaz de soltarlo, su aroma, su piel, su voz, sus gemidos.

Chuuya abrazó su espalda atrayéndolo aún más cerca, mordiéndole el cuello sólo para sentir sus gemidos, podía sentir toda su piel desnuda contra la suya, su miembro duro contra él, apretándose, impaciente por sentirse en su interior cálido. Suspiró de sólo pensarlo, Dazai cambiaba completamente cuando estaban a solas, era sólo suyo y nada lo distraía de su cuerpo. Sus besos acalorados aumentaban la temperatura, los dedos de Dazai, sus caricias que lo hacían gemir, sus ganas impacientes.

Poco a poco Dazai entró en su interior con un gemido, apretando las sabanas, sin dejar de mirar los ojos azules que lo observaban bajo su cuerpo que lentamente rompía cualquier barrera moviéndose lentamente. Los gemidos de Chuuya, su rostro cubierto de lujuria, sus movimientos, su forma de pedirle más, aumentando la velocidad, aumentando sus ganas y su furia. Inevitables, insaciables, sintiendo lo que tiempo atrás habían sentido y que nunca habían sido capaces de olvidar. Ambos enloquecían con el cuerpo del otro, Chuuya miró al techo de la habitación extasiado y Dazai lo observó con malicia, pero incapaz de detenerse aumentaron sus ganas elevándose al cielo con su amante, dejándose llevar por sus gemidos, sintiendo las manos apretadas en su cuerpo que lo recorrían con locura, sintiendo la pasión que compartían para llegar al borde del abismo y caer con él. Suspiró agitado para volver a besarlo satisfecho pero con el mismo desespero, nunca nada era suficiente para calmar sus ganas de Chuuya.

Chuuya agitado lo apretó contra su cuerpo, de alguna forma eso lo hacía pensar que nunca volvería a escaparse, sus besos lo tenían atrapado, embobado ante él. Dazai era un mal del que no podría deshacerse nunca. Se dejó llevar por sus besos cruzando miradas fugaces, cómplices de su propio deseo ¿Quién querría escaparse de sus manos?

Aún estaban juntos en la cama de Chuuya, ya no les importaba el tiempo si estaban juntos.
-Había olvidado lo bien que se sentía estar contigo- susurró recostado en la cama, con los brazos bajo su cabeza y a su derecha Dazai, con los ojos cerrados y su rostro girado hacia la nada.
-Podríamos haber estado siempre juntos, pero decidiste irte- respondió Dazai con una sonrisa. Chuuya abrió los ojos y frunció su entrecejo, pero rápidamente logró calmar su temperamento.
-Sólo lo dices para enojarme, no podrás hoy- dijo cerrando sus ojos
-¿Por qué mentiría sobre que me dejaste?-
Chuuya suspiró, pero no podía calmarse después de eso: -¡¿YO DEJARTE?! ¡Fuiste tú quien desapareció prácticamente de la nada! ¡No puedes decir que YO te dejé a TI...! -
-Tú me dijiste que me fuera, tenías miedo de que alguien supiera de lo nuestro y me dijiste que lo dejáramos...- la voz y la expresión de Dazai era tan calmada que era incluso molesta, el chico recordaba muy bien lo sucedido, habían peleado y él había pensado que no quería verlo de nuevo, y aun sabiendo todo el dolor que eso le causaría a Dazai lo había dicho en un arrebato de ira. Se repitió que después de tanto tiempo no quería pelear e intentando calmarse contestó:
-No significaba que quería que te fueras para siempre, sólo que...- suspiró -¡Eres un idiota! ¡Jamás te diría algo así en serio, porque...! –Cerró sus ojos recordando el dolor- No podía ni pensar sabiendo que no estabas- terminó casi susurrando –Tsh- se quejó –No tiene caso hablar contigo sobre algo, siempre crees tener la razón- giró en la cama dándole la espalda
-Y la tengo-
-Seguro...-
-¿Puedo quedarme?-
-Ya sabes cuál es la respuesta- soltó. Dazai miró al techo un segundo, le esperaban unos días agitados, casi tanto como los anteriores y estar allí calmaba sus nervios, lo miró de reojo y se giró en la cama dándole también la espalda. Y apenas unos segundos después, Chuuya se giró para abrazarlo
-Buenas noches- dijo casi burlándose
-Ya cállate-.

Dazai volvió a sonreír, Chuuya lo abrazaba por la espalda con ternura, y tomándolo de la mano cerró sus ojos para dormirse.

Podrás odiarme pero nunca olvidarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora