Endavant

Como un poeta bajo la luna.

Existen palabras cariñosas que se esfuman en el aire de la ignorancia e hipocresía.

- Niño, se fuerte. – Eso dijo Sora, Nala solo observaba con desilusión.

- ¿Puedo? – Preguntó él.

- Solo si quieres. – Respondió Nala.

- Pero soy muy chiquito. – Insistió él.

- No importa ser chiquito, lo que importa es el alma guerrera que se tiene al perder y querer seguir luchando para vencer. – Comentó Eliz con una sonrisa.

- Para escapar puedes ser fuerte. – Interrumpió Sora.

- No me interrumpas Sora, estamos haciendo esto por él, tiene que aprender a luchar por sí mismo.

- ¿Podré hacerlo en verdad?

- Mi hermana siempre me decía, “No hay nada           que no puedas hacer, solo debes proponértelo y abandonar muchas otras cosas por ello”.

- Te lo repetía a diario hasta que aprendiste. – Dijo feliz.

- Sí sabías lo que decías. – Comentó Nala.
- Siempre. – Afirmó con orgullo.

- ¿Cómo se llamaba tu hermana? – Preguntó Nicola.

- Mi hermana es ella, la gran Eliz Nagai. – Respondió mientras sonreía con orgullo.

Ella sonrió con más ego y acercándose a Nicola lo abrazó.

 - Tú puedes. – Le dijo.

- Lo haré, escaparé.

Nala y Sora se vieron mutuamente y con un asentimiento de cabeza chocaron sus puños y una luz blanca se apoderó de ellos.

Cada uno choco su puño derecho con los puños de Eliz y ellos tres empezaron a brillar con una luz celeste.

- Escúchame, vas a olvidar todo esto, pero el fuego de nuestros corazones viajará contigo donde vayas, todos somos uno, y cada uno es la parte del otro. – Dijo Sora mientras los tres se acercaban a Nicola.

- Cuando sea el momento entenderás Nicola, espero poder verte en un futuro cercano. – Dijo Nala mientras tocaban la frente de Nicola con sus puños. Él brilló y tanto Sora, Nala y Eliz empezaron a desaparecer lentamente.

Nicola poco a poco comenzó a despertar y pudo observar a Leyz que estaba del otro lado de la habitación entrenando.

Rápidamente él se dio cuenta que Nicola cobró consciencia y se levantó.

Lentamente se fue acercando hasta estar a unos metros de él, entonces Leyz se preparó para comenzar de nuevo su tortura.

Sin que él se lo espere, Nicola se movió a velocidad buscando algún punto vulnerable. Lastimosamente no pudo conseguir nada de nada.

Leyz con gran velocidad le dio un puñetazo en el estómago que lo hizo aventarse unos metros atrás.

Nicola estaba decidido, él quería a toda costa su libertad, quería escapar de ahí, quería salir de esa tortura sin final.