La ladrona de helados [4]

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¿De qué hablaban ellos?

—Eh, ¿Nave?—Musito dubitativa, intentando comprender algo de lo ocurrido.

Nave, hace un mohín frente a sus amigos. Al parecer, él tampoco comprende mucho, lo que me alerta demasiado.

El señor de antes, que ahora me analiza extrañado, decide acercarse y ofrecerme un té que deduzco y es recién sacado.

¿Debería de aceptarlo?

Por cortesía lo hago, pero en realidad no lo bebo. No solo porque me desagrade la bebida, sino también porque no entiendo que mierdas hago aquí, y mucho menos conozco a alguno de los presentes, excepto Nave que cuento con su existencia desde hace tres días.

A la mierda lo desconocido.

Bebo el contenido líquido apresurada, y escondo la mueca de asco que se me viene a los labios.

Ugh, que asco.

—Está... delicioso—Trago en seco e inconscientemente mordisqueo mi labio—, sabe a..

El señor sonríe de medio lado.

—¿A jengibre ligado con aní? A que sí.

—Iba a decir justo eso.

Mientras dialogo con él hombresillo respecto a la bebida que acaba de ofrecerme, Nave—muy nervioso—se pasea de un lado a otro con los dedos metidos en los bolsillos de sus vaqueros.

Le observo, entusiasmada. Era el tipo de chico que transmitía una clase de confianza algo confusa. Y sí, se traía un buen partido. Ojos miel, cabello castaño, piel delicadamente blanca.

Bah, podríamos acostumbrarnos a esto.

¡Oye!

—Y entonces te gusta la fotografía..

—¿Perdón?—Intento no sonar sorprendida—, ¿c-cómo sabe usted eso?

—Lo... deducí.

Carraspeo mi garganta incómoda y siento lo tenso que se encuentra Nave. Su corazón parece querer salirse por su boca, y aunque lo oculta demasiado bien, puedo notar que le sudan las manos. Nos dirigimos una miradita de complicidad y como si nuestras mentes se unieran, nos volteamos hacia la cerradura entre retrocijos.

Por suerte, ya estábamos fuera del almacén. Sin necesidad de excusas o disculpas, solo nos habíamos marchado de la nada.

Salida de estrellas torpes.

Sonrío, ¿cómo esas personas sabían mi nombre? Venga, que sí eran secuestradores no tenían mucho que arrebatarme. A penas y me traía este día un par de verdes y un spray de menta.

Je je.

Sialgoo había aprendido bien de papá, era que la seguridad iba ante todo.

—¿Te apetece ir a por un helado?

Sus ojos se giraron hasta encontrarse con los míos y eso me hizo regresar a la realidad. ¿Helado..? Sonaba bien, después de todo había una menuda calor, y necesitaba refrescarme física y mentalmente. Que para encontramos en primavera, habitaba un vapor jodido. O tal vez estaba nerviosa por saber Dios qué. Adhara siendo Adhara, je.

—Por supuesto, hace un calor infernal.

—¿En serio?.. No está muy..

—¡Vámonos!

Maldita Obsesión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora