Cap 9.

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—¿Juan?

La rubia miró al cuarto, no lo reconoció en un principio porque habían cambiado el orden de las camas y de los muebles, se asustó y su mano fue hacia el mayor, que dormía a su lado, para despertarlo.

Desde la ventana del dormitorio se podía ver una luz fría que venía del exterior, y se concentró en mirarla para no pensar en la oscuridad.

—Juan, Juan... —miró al cuerpo que dormía junto a ella, podía reconocer sus rasgos en la penumbra.

Escuchó un murmullo, y la mayor abrazó su cintura entre sueños, Abdamari sintió unas cosquillas en su estómago, y algo de miedo, no le gustaba mucho el contacto físico, se apartó lentamente.

—¿Abril? —preguntó Juan, medio dormido, entreabrió sus ojos para ver a la rubia, que temblaba ligeramente e intentaba salir de la cama sin que la descubran—. Hey, ¿Dónde vas?

Juan se incorporó para estirarse y tomar su mano, notó el temblor que recorrió su cuerpo con el contacto.

—¿Ari?

La rubia asintió, sus ojitos la miraron con un poco menos de miedo que la última vez.

—Tranquila, iré a encender la luz, quédate aquí.

Se levantó, dejando a la rubia en la cama, estaba hecha una bolita muy cerca del borde, cuando la habitación se iluminó Ari suspiró con tranquilidad y dejó de temblar.

Regresó a la cama y volvió a tomar las manos de la otra, viendo cómo se pellizcaba con fuerza sus brazos, aunque no pareciera que lo hiciera a propósito.

—Ya no debes lastimarte así, Ari, ya nadie te va a hacer daño, no tienes que hacerlo tú —dejó mimos en sus manitos—. Soy tu amigo, estaré siempre contigo, no hay por qué lastimarse, ¿Si?

Ari asintió, no dijo nada, sus grandes ojitos la miraban llenos de brillos.

—¿Tienes miedo? —preguntó Juan, luego de verla más tranquila, Ari negó.

—¿Por qué están las camas juntas?—preguntó, cambiando de tema.

—Porque con Abril somos muy buenos amigos, y dormimos juntos.

—Yo soy tu amiga... ¿Yo soy Abril?

—Tú eres Abdamari —corrigió Juan—. Y yo soy tu amigo también, no importa quien seas.

Era normal que los Alters se hicieran pasar por el anfitrión, pero ya no tenía sentido que fingieran serlo, menos con Juan, que las conocía.

La rubia asintió, dándole la razón, sonrió un poco.

—¿Qué haces despierta, Ari?

—Yo... Quería ver a mi amigo Juan.

—Pues aquí estoy —dijo, muriendo de ternura por dentro—. ¿Qué quieres hacer? Podemos jugar con nuestro otro amigo, Conejin, o podríamos comer unos cupcakes de chocolate-

Ari comenzó a asentir, emocionada, Juan no pudo evitar sonreír.

—Vamos, pequeña Ari.

Sostuvo sus manos para ir a la cocina, la dejó sentada en una de las dos sillas de la pequeña mesa que formaba el comedor, y buscó en la bolsa de la panadería el último cupcake, que había sobrado del día anterior.Ari lo comió con gusto y una pequeña sonrisa en sus labios, iba por la mitad cuando se dió cuenta que Juan no tenía ningún cupcake, y sin dudar un segundo le ofreció lo que quedaba.

Juan estaba más que sorprendido por el gesto, sonrió muriendo un poco de amor, negó.

No, Ari, es un regalo para ti, es todo tuyo.

The Alters.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora