33. Abril

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La mañana siguiente a la charla con Claudia, recibí una llamada que no me esperaba para nada: Mara me llamaba desde el teléfono de Keyla

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La mañana siguiente a la charla con Claudia, recibí una llamada que no me esperaba para nada: Mara me llamaba desde el teléfono de Keyla. Como era una video llamada, su rostro no tardó en aparecer; sonreía con timidez a la pantalla y yo le devolví la sonrisa.

—Hola Abril, ¿qué tal estás?

—Bien pero supongo que no me has llamado para saber como estoy.

Nunca nos habíamos enfrentado, de hecho en toda mi estancia en Londres no habíamos intercambiado más de dos frases pero sabía que ella no me soportaba, así que su llamada no era para saber si estaba bien o no.

—Las cosas claras, entonces —suspiró—. Quería pedirte disculpas por todo, es decir, quizás en algún momento he hecho algún comentario o he actuado de forma inapropiada y te quería pedir perdón de corazón.

—Aún sueño con tus miradas asesinas, la verdad —sonreí con mi mejor sonrisa falsa—. Yo nunca te hice nada y sin embargo parecía que quisieras matarme solo porque hablaba con Andrew pero mira, es todo tuyo no te preocupes.

Vi un destello de felicidad en sus ojos al saber que tenía vía libre con Andrew. Contuve una mueca de asco al verla sonreír de esa manera.

—Bueno y hay algo más... antes de que te fueras yo... ehm...

—Me mandaste esos mensajes, ¿verdad? Si te preocupa que Andrew lo sepa, puedes estar tranquila que no se lo he dicho y tampoco se lo pienso decir nunca.

—Sí, fui yo y de verdad que lo siento, estaba un poco enfadada e hice cosas absurdas. Espero que me perdones aunque sé que no te caigo en gracia.

—Yo tampoco te caigo en gracia a ti pero no pasa nada, no puedes gustarle a todo el mundo pero bueno, te perdono, por mí ya está todo olvidado.

Me sorprendía lo fácil que era perdonar a una persona que no significaba nada y en cambio lo difícil que era perdonar a alguien que lo significaba todo.

Mara sonrió satisfecha y se despidió de mí. Sabía que ella en realidad no se arrepentía de los mensajes que me había enviado pero por lo menos había tenido la valentía de llamarme y pedirme disculpas; no como otros que hacen algo mal y esconden la cabeza bajo la tierra como un avestruz.

Cuando les conté la llamada de Mara a mis amigas, se sorprendieron tanto como yo y enseguida pensaron que la chica tramaba algo y a mí, sinceramente, me daba igual. ¿Quería saltar encima de Andrew como una leona? Pues adelante, a mí me daba igual. O eso quería aparentar.

—Os tengo que contar otra cosa —les dije mientras tomábamos un café—. ¿Sabéis a quién me encontré? ¡A Héctor!

—¿Héctor el rarito?

—No era tan raro —le defendí—, solo era... diferente y tenía sus cosas.

—Cosas de rarito —insistió Miri.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora