Capítulo 5: El incidente de Miss Colita

7 3 0
                                    

Arranca J. Carlos Fernández



Miss Colita no era una ardilla normal, cada día pacientemente recorría el paraje comprendido entre Torredembarra y Altafulla por un bosque prácticamente suspendido sobre el mar. Sus pequeñas, Bellotita y Piñoncita, estaban a buen recaudo en su nido, ubicado en la profunda oquedad formada en el tronco de un pino casi centenario.

El paraje era idílico y, a la postre, frecuentado por multitud de personas que hacían el trayecto admirando aquellas vistas únicas. Uno de sus juegos favoritos era mostrarse tímidamente a los caminantes, recorriendo cortos trayectos para que pudieran admirar su grácil silueta.

Sin embargo, aquel amanecer era diferente, algo no iba bien. Los sonidos característicos del bosque brillaban por su ausencia.

A lo lejos solo una pareja se divisaba en la playa. Miss Colita no sabía que eran Víctor y Vlad dando un paseo matutino por la playa, aunque no era la primera vez que los veía.

Un rítmico sonido empezó a escucharse proveniente del interior de la espesura. Inquieta les dijo a sus hijitas que se escondieran en lo más profundo del nido y se alejó de él a toda velocidad. El sonido fue haciéndose más evidente, sin duda se trataba de un gran animal, pero no podía asociarlo a nada conocido.

De repente, un monstruoso animal apareció en el camino, de proporciones gigantescas, solo su cabeza superaba el metro y medio con colmillos de más de 25 centímetros. Su cola era enorme y nada más que una cosa desentonaba en su imponente aspecto, sus brazos, por no decir bracitos, eran ridículamente pequeños. Aterrada, Miss Colita se quedó muy quieta esperando que no la viera. Pero los ojos de un enorme Tyranosaurus Rex se clavaron en ella y sus enormes fauces se abrieron desmesuradamente.

La ardillita cerró los ojos esperando lo inevitable cuando por poco se cae debido a la cantidad de piñones y nueces que la rodearon. Abrió los ojos y se encontró con los del Rex mirándola con expresión divertida.

—Hola, me llamo Alberticius, espero no haberte asustado.

—Pues claro que la has asustado, animal, a quien se le ocurre aparecer de repente. —dijo un renacuajo aupado sobre el Rex, mirando a la ardilla con ternura. —Hola, me llamo Áltamir y te pido disculpas por lo bestia que es mi compi.

—Oh, vamos —inquirió Alberticius—, en realidad somos personajes de Animalia buscando a nuestros creadores, una pareja que...

—¿Quizás te refieres a esa pareja que está allá en la playa? —dijo temblorosa Miss Colita.




Responde Víctor Fernández García



Los recién llegados partieron sin dilación.

Pronto, según sabía Miss Colita, todo serían risas y camaradería en una flamante reunión de amigos. Pues así era siempre en aquella pequeña y escondida playa.

A la ardilla le daban igual Víctor y Vlad, Alberticius y Áltamir y, en resumidas cuentas, cualquier pareja de majaderos que caminase cerca de su hogar.

«Mientras no se metan con mi familia...», pensó Miss Colita mientras, cabizbaja y reflexiva, trataba de recoger los frutos que le acababan de lanzar medio en broma.

No, la supervivencia no era ningún chiste para la ardilla.

Sus pequeños retoños tenían que crecer a salvo. Sanos y fuertes.

AnimaladasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora