-°La maquina°-

128 13 12
                                    

Para el rubio, todo había sucedido muy rápido y no había logrado siquiera procesar todo lo qué acababa de pasar. Lo único qué entendía es que Ballister de algún modo había escapado, estaba con una niña y por último se había fugado del instituto montado sobre un rinoceronte que destruyó todo a su pasó, ¡un bendito rinoceronte!. 

Ahora estaba ahí, dando su primera orden como caballero y reforzando las patrullas para hallar al regicida fugitivo. El lugar quedó vacío segundos después, dándole la oportunidad a Ambrosio para permitirse ser vulnerable, cayendo al suelo para llorar; se sentía como un desgraciado por estarle haciendo eso a su pareja. De repente, todo estuvo muy claro para él, como si acabara de quitarse una venda de los ojos: tenía que hablar con Ballister, aclarar todo, entender qué había sucedido exactamente.

Sin dudarlo, se levantó para correr directo hacía su dormitorio, podía usar el celular que se había conseguido para tratar de hablar con Balli de forma algo privada. No se le permitía a los caballeros poseer artículos electrónicos por un tema de disciplina, pero el era un descendiente de Gloriana, podía darse el gusto.

Estaba a mitad de camino, corriendo lo más rápido que podía cuando escuchó una voz familiar llamándole. De nuevo, su cuerpo se detuvo en automático sin qué el quisiera hacerlo. Un reflejo involuntario adquirido e implantado en su sistema por años de entrenamiento, pero qué esta vez lo estaba preocupando. ¿Por qué se había detenido?   

—Directora.

—Perdona si te asusté —La mujer avanzó hacía Ambrosio de forma calmada pero decidida, obviamente en control de la situación —Solo me preocupó qué no hubieras ido con la tropa para patrullar. ¿Estás preparando una táctica especial por tu cuenta?

—Algo por el estilo... —Respondió el rubio, notablemente confundido —Yo...no esperaba verla aquí.

—Tampoco yo esperaba verte aquí. Pero supongo qué el mundo está lleno de sorpresas —Felicia sonrió con satisfacción, consciente de lo que pasaba por la mente del caballero —El asunto de Ballister te tiene muy preocupado, ¿cierto?

El rubio se encontró a si mismo asintiendo muy levemente en silencio, como si estuviese desesperado por ayuda, mientras que la mujer pareció darse por satisfecha con aquella respuesta.

—Bien, en ese caso sígueme. Tengo algo qué te va ayudar.

Ambrosio dudó un poco en acompañarla, sin embargo, al verla alejarse hacía uno de los pasillos consideró que al final de cuentas no tenía otra opción. Al final terminó siguiéndola hacía uno de los pisos más altos del lugar, cosa que solo logró hacer que Piel Dorara tuviera un peor presentimiento del asunto con cada segundo que pasaba.

Al final ambos terminaron ingresando a una enorme habitación sin ventanas dónde no parecía haber nada, excepto un objeto enorme cubierto con una enorme manta de color gris, al lado de una mesa de madera con una jarra de vidrio llena de agua y algunos vasos sobre esta. Para nada aquel lugar resultaba aterrador.

—¿Exactamente qué hacemos aquí?

La Directora no respondió, sino que se limitó a cerrar la puerta una vez que ambos estuvieron dentro, asegurándose de poner seguro.

—Lo lamento, Ambrosio. Pero esto es necesario...

Lo último qué el rubio alcanzó a percibir, fue a Felicia apuntándole con una especie de rayo verde proveniente de su bastón qué lo golpeó, haciéndolo caer  al suelo. Su vista se nubló para finalmente quedar inconsciente.

Al despertar, la cabeza de Ambrosio palpitaba de dolor y se sentía mareado, al punto de hacerlo tardar unos segundos en darse cuenta de que se hallaba inmovilizado de piernas y brazos a una silla, con aquel artefacto aún oculto por la manta frente a él. Felicia estaba unos metros adelante de él, mirándolo con una expresión que parecía variar entre el orgullo y el arrepentimiento.

—¿Qué?... ¿¡Qué rayos es esto!?

—Algo necesario, es lo qué es —La Directora se mostraba con un dejo de tristeza mientras caminaba hacía aquella extraña máquina y tiraba de la manta para revelar lo que era. 

Resultó ser una pantalla enorme, con un pequeño panel de control en la parte inferior y lo que parecía ser una especie de casco conformado por algunos hisopos acomodado sobre su base. Felicia se colocó frente al panel de control y comenzó a teclear algunas cosas.

—Se qué el asunto de Ballister te tiene preocupado y distraído... Y creo qué puedo entender tu dolor —Empezó a monologar, sirviendo un poco de agua de la jarra sobre uno de los vasos y agregando una extraña pastilla que sacó de un bolsillo secreto de su ropa  —Pero no puedo permitir que los asuntos personales te distraigan de tu misión principal... Además después de esto te sentirás mejor.

Ambrosio sencillamente no entendía nada, tan solo intentaba liberarse de sus amarres, forcejeando de forma desesperada.

—¿¡De qué diablos está hablando!?... Un momento... Ballister dijo la verdad, ¿cierto? El no mató a la reina...

La Directora no respondió, solo se acercó con el vaso entre sus manos hacía Piel Dorada, con una expresión afligida en su rostro.

—Bebe, por favor... Ayudará al proceso de moldeamiento mental.

Ambrosio se negó a beber, pero de igual forma, Felicia lo obligó.  Aquel líquido sabía amargo y dejaba un gusto acido en la boca; pero el peor efecto sin duda fue la sensación de mareo y aturdimiento qué llegó después. Segundos después Ambrosio ya tenía aquel extraño casco sobre su cabeza, estaba ajustado y dolía un poco, pero no podía hacer nada; solo escuchar a la Directora.

—Escucha la grabación... Te prometo qué después de esto olvidarás todo y será como si nada hubiera pasado. ¿No te gustaría? —Aquellas palabras parecían resonar con una fuerza sobrenatural en la mente de Ambrosio, repitiéndose una y otra vez en su cabeza, mientras en la pantalla de aquella maquina se mostraban varios mensajes que pasaban muy rápido como para leerlas, pero que el caballero por alguna razón podía comprender perfectamente.

"Olvida a Ballister" "Es una amenaza" "Tu enemigo" "Acaba con él" "Olvídalo" 

—Créeme, es mejor así —Añadió Felicia —No te resistas... Solo olvídalo... 

Ambrosio sintió que iba a volver a desmayarse, su cabeza palpitaba de dolor y su vista volvió a nublarse. Pero el trabajo estaba hecho...

Si, aquí la Directora se llama Felicia, perdón, luv'ISa-Core :>

Whispering in his earDonde viven las historias. Descúbrelo ahora