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El eco de su frustración resonó en su mente, un torbellino de emociones turbias que amenazaban con engullirlo. "Maldita sea, Stan, ¿por qué?" murmuró Kyle, sus ojos reflejando la agitación interna que lo atormentaba. Sus pensamientos se enredaron en las memorias de cada interacción, buscando desesperadamente algún indicio de lo que había hecho para merecer este tormento. "¿Qué diablos hice? ¿Por qué no puedo dejar de sentir estas cosas por ti?" se preguntó, la amargura de la autoduda tejiéndose en cada palabra.

Sus ojos, llenos de un anhelo que no podía controlar, se posaron en Stan y Wendy. El corazón de Kyle se apretó dolorosamente al ver cómo Wendy sostenía la mano de Stan con ternura, mientras compartían risas y secretos a través de la pantalla de un celular. En la pequeña cancha de baloncesto, rodeado de amigos y compañeros que lanzaban la pelota de un lado a otro, Kyle se sintió aislado en su propio torbellino de sentimientos.

Observando la escena, Kyle se debatió entre el deseo de alejarse y la imposibilidad de desviar la mirada. Los celos, esos celos horribles, se apoderaron de él como un vendaval emocional. Cada risa compartida, cada gesto de complicidad entre Stan y Wendy, parecía una puñalada directa al corazón de Kyle. Sus dedos apretaron con fuerza la pelota en sus manos, como si el objeto inanimado pudiera ofrecer algún consuelo en medio de su tormento interno.

En medio de su conflicto emocional, Kyle se encontró atrapado en un instante que parecía eterno. Las voces de sus amigos y los sonidos del juego se desvanecieron en segundo plano, eclipsados por la intensidad abrumadora de sus propias emociones. Las palabras no pronunciadas vibraban en su garganta, luchando por encontrar una salida, pero la confusión y la envidia se habían convertido en un nudo en su interior.

Finalmente, apartó la mirada, desviando sus ojos de la escena que lo atormentaba. Caminó hacia la cancha de baloncesto, un intento de distraerse y encontrar algo de solaz en el juego. Sin embargo, las imágenes y emociones persistieron, dejando a Kyle en una lucha interna que amenazaba con erosionar su paz mental.

La cancha de baloncesto retumbaba con la energía del juego en curso, pero un comentario cortante se abrió paso a través del ruido.
"¡Lanza la pelota, judío idiota!" Cartman, siempre insensible, vociferó desde la banda. La voz aguda de su amigo resonó en el aire, irritando a Kyle. Con un tono de sarcasmo contenido, Kyle respondió con agitación,
"Ya voy, gordo." Sus dedos tensos lanzaron la pelota hacia Cartman, el gesto cargado de un enfado que apenas podía disimular.

Sin embargo, esos momentos de desahogo no lograban disipar los celos que se aferraban a Kyle como una sombra persistente. Esa sensación de impotencia parecía inamovible, un recordatorio constante de sus emociones conflictivas. A pesar de sus intentos, no podía escapar de los límites de su propio corazón. "Quizás persistan hasta que muera," pensó con pesar, mientras el peso de sus sentimientos oscuros lo embargaba.

Enfrentando sus emociones, Kyle recordó aquel día en el baño, dos años atrás, cuando la semilla de su conflicto emocional había sido sembrada. La imagen vívida de Kyle y Stan, empapados de barro y risas, se formó en su mente.
"Tu gorro está tan sucio," había bromeado Kyle, compartiendo un momento de complicidad. Las risas llenaban el aire mientras se miraban en el espejo, manchas de barro en sus rostros y ropa.

El ambiente cambió sutilmente cuando Kyle se acercó para quitarle el gorro a Stan para limpiarlo. la mirada intensa que se cruzó entre ellos, casi como si el tiempo se hubiera suspendido.kyle le saco el gorro a Stan y se iba a apartar pero Stan lo había detenido, sus manos en los hombros del otro chico, un contacto que resonaba con una conexión que iba más allá de la amistad. Las palabras no eran necesarias en ese momento, sus rostros hablando un lenguaje propio.

Un susurro de confusión y preocupación rompió la tensión. "¿Stan?" preguntó Kyle, su voz temblando con una mezcla de emociones. La respuesta de Stan no vino en palabras, sino en un gesto inesperado. Un rubor ascendió por sus mejillas y la ansiedad lo venció, haciendo que vomitara de los nervios, un acto que solo había hecho cuando conoció a Wendy por primera vez.

"AMIGO" styleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora