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Era un nuevo día, y Kyle Broflovski se dirigía a la secundaria como de costumbre. Hoy se sentía especialmente tranquilo y confiado, una rara sensación de paz lo invadía. Tal vez se debía a que había dormido unas gloriosas 17 horas. Una vez en el salón, Kyle se enfocó en la clase, atento a las palabras de la maestra.

Todo transcurría con normalidad hasta que Tolkien, fingiendo acercarse a la maestra con una duda, dejó discretamente un papel doblado sobre el pupitre de Kyle al pasar. Extrañado, Kyle lo desdobló y leyó las palabras escritas en cursiva: "¿Quieres ir a mi casa?"

 Extrañado, Kyle lo desdobló y leyó las palabras escritas en cursiva: "¿Quieres ir a mi casa?"

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El mensaje lo sorprendió. Antes de que pudiera decidir qué responder, esperó a que Tolkien regresara a su asiento y, sin llamar la atención, le devolvió el papel con una respuesta escrita. Tolkien lo leyó y esbozó una ligera sonrisa antes de tomar su bolígrafo para contestar.

Justo cuando Kyle estaba por recibir el papel de vuelta, una mano se adelantó en el aire. Stan lo había interceptado. Sin decir una palabra, esbozó una sonrisa maliciosa mientras desenfundaba su propio bolígrafo, dispuesto a escribir algo en el mensaje. La tensión en el aire era palpable; Kyle contuvo la respiración, preguntándose qué diablos planeaba Stan.

 La tensión en el aire era palpable; Kyle contuvo la respiración, preguntándose qué diablos planeaba Stan

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La situación se había salido de control. La hoja, que en un principio era una simple invitación, ahora estaba cubierta de comentarios caóticos e irreverentes. Kyle, exasperado, tomó el papel y lo arrugó, lanzándolo al cesto de basura mientras murmuraba, no sin antes tachar todo:
-¡Son imposibles!

Tolkien intentó no reírse demasiado, mientras Stan y Kenny se cruzaban miradas cómplices, orgullosos de haber convertido la invitación en un circo improvisado. Kyle se hundió en su asiento, suspirando, mientras pensaba que definitivamente no podía pasar un día tranquilo en esa escuela.

Stan estaba celoso, y no se molestaba en disimularlo. Era evidente que esa salida entre Kyle y Tolkien se haría. Cuando vio a Kyle arrugar el papel y tirarlo al tacho de basura, Stan no se quedó de brazos cruzados. Con determinación, arrancó otra hoja de su cuaderno y se la pasó a Tolkien. Kyle, que había estado observando todo con cautela, se tensó al notar la nueva jugada.

Sin embargo, para sorpresa de ambos, Tolkien se levantó de su asiento, caminó con calma hacia el tacho de basura y, en un gesto inesperado, tiró la nueva nota sin siquiera leerla. Stan frunció el ceño, confundido y molesto, mientras Kyle lo miraba con una mezcla de curiosidad y alivio.

"AMIGO" styleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora