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Bajaron las escaleras con las sábanas y los colchones apilados, mientras las risas en la sala llenaban el ambiente. Jimmy fue el primero en notar algo.

—Oigan, creo que faltan cervezas —comentó con una sonrisa amplia, mientras señalaba las latas vacías sobre la mesa.

—¿En serio? —dijo Tolkien, deteniéndose en seco mientras dejaba las sábanas en un sillón. Rodeó los ojos, ya imaginando quién había sido el responsable de que se acabara el suministro. Sin decir nada más, comenzó a buscar las llaves de su auto.

—¿De verdad vas a salir? —preguntó Craig, alzando una ceja.

—Alguien tiene que hacerlo, ¿no? —respondió Tolkien con sarcasmo, encontrando las llaves finalmente. Miró hacia Kyle, que parecía un poco distraído. —¿Querés venir conmigo?

Kyle miró a Tolkien y luego al grupo, pensativo. Finalmente, asintió con una sonrisa tímida. —Sí, ¿por qué no? Vamos, quiero salir un rato.

—¡Eso es más como tú! —dijo Tolkien, sonriendo aliviado. Tomó sus llaves y se dirigió hacia la puerta. —Vamos, no tardo mucho.

Mientras tanto, en un bar de mala muerte, Stan estaba sentado en una esquina oscura, con el rostro ligeramente enrojecido por las copas de más. Kenny estaba a su lado, suspirando cada dos minutos mientras trataba de mantener a su amigo bajo control. El olor a alcohol era fuerte, impregnando la ropa de Stan, quien tenía los codos apoyados en la barra y la mirada perdida.

—Una más —murmuró Stan, con un tono melancólico que parecía suplicar más de lo que ordenaba.

El mesero lo miró con expresión severa, sacudiendo la cabeza. —La última y se van. No tengo permitido vender tanto, muchachos.

—Gracias —dijo Kenny rápidamente, intentando evitar que Stan empezara a discutir.

Cuando la última jarra llegó a la mesa, Stan la tomó entre las manos como si fuera un premio. En cuestión de segundos, la vació de un solo trago, dejando caer la jarra vacía sobre la barra con un golpe sordo.

—Ya es suficiente, Stan —dijo Kenny, agarrándolo del brazo para ayudarlo a levantarse.

Stan se tambaleó ligeramente, pero logró mantenerse de pie mientras Kenny lo guiaba hacia la salida. —No puedo... no puedo dejar de pensar en él —murmuró Stan, con la voz arrastrada por el alcohol y la tristeza.

—Lo sé, amigo. Pero así no lo vas a arreglar —respondió Kenny, mientras salían del bar hacia la fría noche.

Stan miró hacia la mansión de Tolkien en la distancia, con una mezcla de ira y dolor en los ojos. —No voy a dejar que me lo quite.

Kenny suspiró, apoyando una mano en el hombro de su amigo. —Primero vamos a llevarte a casa. Mañana vas a ver las cosas más claras... o al menos sobrio.

Pero en cuanto llegaron cerca de la casa de Tolkien, Stan ignoró completamente a Kenny, y con una expresión decidida, trepó la reja sin pensarlo dos veces. Kenny soltó un suspiro y, en un tono de desesperación, murmuró:
—Dios santo.

Rápidamente, Kenny trepó la reja también, tratando de alcanzar a Stan antes de que llegara a la puerta. Pero cuando llegaron al jardín, Stan ya estaba de pie, mirando con furia la casa.

En ese momento, salieron Tolkien y Kyle, ambos mirando la escena con sorpresa.

Stan, sin decir palabra, dirigió su mirada hacia Kyle, y algo dentro de él se revolvió al ver la camiseta de Tolkien puesta sobre el torso de Kyle. El aire a su alrededor parecía volverse más denso, y la rabia en su pecho empezó a hervir.

"AMIGO" styleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora