Capítulo 39: Hasta las manos

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Escribí todo lo que sabía sobre cuencas hidrográficas, esperando salir bien en este examen, no quería llevarme otra materia más. Ya me había ido como el culo en matemática y ya había hecho el ridículo llevándome educación física a diciembre por faltar tanto, no podía salir mal en las demás. Al principio del examen sentía que me faltaba el aire, pero después empecé a tranquilizarme, hasta que lo entregué y salí afuera.

Frente a la puerta del aula estaba Milagros, quien, al verme, dirigió una mirada de desprecio hacia mí y luego continuó con lo suyo; estaba sola, de brazos cruzados y del otro lado estaba Pilar conversando con Camila. Como habíamos estado juntándonos más, por Nati, me acerqué a ellas, dejando a la rubia atrás.

—¿Cómo les fue?

—¡Uy, Vero! No sé, las características de las cuencas me las olvidé, así que creo que me va a ir mal.

—¡No! Eran fáciles, pero bueno, te puede ir bien igual —respondí recordando lo que habíamos repasado con Natalie—. Oigan, quería hablarles de Nati. —Cambie de tema.

—Sí, ¿qué pasó?

—Ayer hablamos sobre lo que le pasó y parece que no va a poder ir a la fiesta de egresados, porque no tiene cómo terminar de pagar el salón. Yo le iba a proponer que entre todos podíamos ayudarla, pero tiene que estar de acuerdo ella.

—Me gusta la idea.

—Sí, Vero. ¡Nati tiene que estar en la fiesta!

—Bueno, cuando salga podemos hablar con ella y ahí le cuento lo que pensé. Ojalá quiera, así podemos estar con ella ese día.

Desde que Nati mencionó la tarde anterior que no iba a poder estar en la fiesta de egresados, yo me había quedado pensando en ella y en la posibilidad de que fuera. Mi idea era ayudarla a pagar el salón, ya sea vendiendo empanadas o trabajando, porque Nati merecía festejar con nosotros ese día; me alegraba que las chicas también estuviesen de acuerdo con lo mismo.

Mientras esperábamos que nuestros compañeros terminaran el examen, con las chicas caminamos por los pasillos hasta los baños, en el camino pasamos junto a Milagros que seguía en solitario mirándonos mal.

—¿Ya no te hablas con ella? —pregunté a Pilar que venía caminando junto a mí.

Jamás en mi vida iba a imaginarme que alguna vez yo iba a caminar con ella por la escuela como si fuésemos amigas.

—No sé si te contaron lo que pasó en educación física ayer con Cami, pero lo que hizo estuvo mal y me enojé con ella.

—Sí, Nati me contó —respondí bajando por la escalera—. Ahora parece que se la ha agarrado con vos, Cami.

—Antes me cansaba con sus caprichos, pero desde que empecé a salir con Mati, me empezó a hacer la vida imposible.

—Debe tener envidia, tipo, todos nos pusimos en pareja. Yo con Thiagui, Nati con Vero, Nachi con el Abuelo y vos con Mati —explicó Pilar dándose vuelta mientras caminaba para hablarnos—. Ella, siempre ha sido celosa y caprichosa, porque en su casa la miman mucho. Imaginate, Vero, las hermanas ya eran grandes cuando nació, así que la re mimaron.

—Ya veo, está mal la pobre —respondí y comencé a reírme—. Me encanta la coincidencia, con excepción tuya, Pilu, los demás de tu grupo se pusieron en pareja con alguien de mi grupo.

—¡Ay, boluda! Es verdad.

Todas nos reímos y seguimos hasta el baño.

Minutos después volvimos donde estaba nuestra aula, ya habían salido la mayoría, incluyendo a mis amigos, solo quedaba Natalie terminando el examen.

«Vamos Nati, te vas a sacar un diez», deseé al observarla por la ventana, en ese mismo momento el timbre sonó y la profesora le pidió que le entregara su examen. Nati se levantó, con toda su elegancia y delicadeza y llevó el montón de hojas al escritorio de la profesora.

Se volvió a acomodar sus cosas y salió del aula, entonces fui a recibirla, junto con los demás. Parecía que estábamos entrevistándola en una conferencia de prensa, porque todos nos acercamos a preguntarle cómo le había ido y qué había escrito en las repuestas. Ella nos contestó todo y se dirigió a mí pidiéndome ir a caminar.

Accedí con una sonrisa en el rostro, porque me encantaba pasar tiempo con ella, además, tenía que decirle sobre mis planes.

—¿Vos querés ir a la fiesta de egresados?

—Vero —respondió en voz baja mientras seguíamos caminando hasta el patio—. Sabes que sí, pero no voy a poder.

—¿Y si hacemos que se pueda?

—¿Cómo?

Sonreí.

—El año pasado, para pagar las camperas, algunos empezamos a vender empanadas y a hacer cosas así. Pensaba que si hacíamos eso con vos podíamos llegar para pagarte el salón. ¿Qué te parece?

Natalie se quedó un momento en silencio, parecía que no sabía qué decirme.

—¿Vender empanadas? No sé, nunca hice algo así. Mis papás siempre me dieron todo...

—Pero ahora no, por eso, si querés yo te puedo ayudar a que puedas pagar, al menos intentémoslo, Nati.

Noté como sus hombros cayeron y ella bajó la mirada, quizás, fui dura con ella. Pero lo pensó por un momento, se notaba insegura y algo asustada, todo esto era nuevo para ella porque como me había dicho, sus padres siempre le habían dado todo.

—Bueno, si me ayudas sí. Porque no sé cómo tengo que hacer.

—Obvio que voy a ayudar, preciosa —dije y la hice sonrojar.

—Todavía me debés una canción, preciosa. ¿Me vas a tocar la guitarra algún día? —pronunció de manera seductora.

De inmediato entendí el doble sentido y si yo la había hecho sonrojar, ella me la había devuelto, pero peor, porque empecé a sentir mucho calor y supe que me estaba poniendo mucho más roja que ella.

—Nati, estamos en la escuela.

—No dije nada malo, Verito.

—Hacete la boluda vos.

Natalie empezó a reírse. ¡Mierda! Me tenía hasta las manos. Su risa era hermosa y los hoyuelos que se le formaban cuando lo hacía me daban ganas de llenarla de besos, ella era perfecta.

—Volviendo con el tema de las empanadas. ¿A quién le vamos a vender?

—A la gente del pueblo, a quien compre, no sé.

Ella suspiró.

—Dale, nos va a ir bien. Tenemos lo que queda de octubre y todo noviembre para vender y juntar la plata.

—Sí, sí, ojalá nos vaya bien.

No parecía estar tan animada al respecto y pensándolo bien, estábamos hasta las manos porque no nos quedaba mucho tiempo. 

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