Capítulo 40: Famosas empanadas

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Le sonreía como una pelotuda y ella me devolvía la sonrisa; Natalie era como el sol de las tardes de invierno, templando mi corazón y trayéndome alegría. Alguien tan pura y bondadosa como ella, no se merecía ningún castigo por ser quien era.

Sus ojitos brillaban y sus comisuras caían cada vez que alguien hablaba de la fiesta de egresados; tanto Pilar como yo sabíamos lo mal que se ponía al saber que no podría ir, por eso ideamos un plan para llevar a Natalie a la fiesta.

El año anterior varios de nosotros hicimos pequeños emprendimientos para juntar dinero y pagar las camperas de egresados, por eso de ese mismo modo íbamos a recaudar fondos para Natalie.

En la escuela empezamos a vender gaseosas y golosinas durante los recreos y por suerte los pibitos de los demás cursos nos compraron durante casi toda la semana. Estábamos entusiasmados y Nati parecía un poco esperanzada.

—Chicos, no se sientan obligados a trabajar por mí —Nati nos decía un poco sonrojada cuando tocaba el timbre y preparábamos los vasos descartables y las gaseosas.

Pero yo no me sentía obligada, quería hacerlo porque me parecía injusto que no pudiera ir a la fiesta que tanto había querido, se la merecía y todos estábamos comprometidos a ayudarla.

Por eso, además de la venta de gaseosas y golosinas en la escuela, también estábamos planificando vender empanadas el fin de semana, a la gente del pueblo le iban a gustar y estaba segura de que nos iban a comprar.

—Entonces, esta tarde compramos los últimos materiales y mañana temprano nos juntamos en lo del Abuelo —dije repasando lo que habíamos acordado a través de un chat—. ¿Vos Cami vas a ir?

La deportista miró a Matías con picardía, este asintió y luego ella afirmó que iría, aunque debía irse temprano porque tenía un partido más a la tarde-noche. En eso la chica se despidió de todos, siendo más afectiva con Mati y advirtiéndonos que cualquier cosa que necesitáramos que le habláramos por chat.

—Yo te hablo —dijo Mati con esa cara de embobado que se le ponía—. No faltés el finde.

—No, no, ni ahí los dejo en banda. Bueno, chau.

Camila saludó con la mano y se marchó por la vereda de la escuela hasta que dobló en la esquina en dirección a su casa y la perdimos de vista. En lo que estábamos entretenidos viéndola, Milagros apareció desde adentro de la escuela para pasarse a nuestro lado.

—Chau, Pilu —saludó a la morocha en un tono que me resultó bastante burlesco.

Siguió por la misma vereda por donde vimos pasar a Cami minutos antes.

—Nos vemos, nena —respondió Pilar viendo cómo la otra se alejaba, luego de saludarla solo a ella, una vez que estuvo lo suficientemente lejos para escucharla dijo—: Ayer hablamos por chat, le conté lo de Natalie.

—¿Y qué dijo?

—Le da pena lo que le pasó con los padres y que no pueda ir a la fiesta. Ella sabía que Nati quería ir. Igual, me contó que seguía un poco enojada con ella y también conmigo.

—Bue, fue culpa de ella. —Mati se quejó haciendo una mueca—. Es una piba re linda, ¡pero es tan soreta!

Matías siempre había admitido que Milagros le parecía linda, pero cuando ella me molestaba e insultaba, decía que dejaba de parecerle linda. Me sorprendía que siguiera admitiéndolo, ahora que estaba en una relación con Cami.

—Mili tiene sus arranques, siempre fue el centro de atención en su casa, le cuesta no serlo y por eso le molestó que me hiciera más amiga de Nati. ¡Me dio a elegir entre ella y Nati! Y eso me enojó mucho, porque las dos son mis amigas, no quería elegir...

Aquel último añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora