II

18 3 0
                                    

Me atrevería a asegurar que ambos pensadores llegarían a la par al andén.

Seguramente lo harían con el tiempo suficiente para esperar al tren sentados en los bancos de la estación y  aprovechando la ocasión para especular, observando con porte serio, sobre qué otras razones habrían llevado al resto de pasajeros a tomar ese mismo tren y no otro. Llevarían el equipaje justo; una gorra, un maletín pequeño y una libreta donde tomar apuntes, dejándose intuir al asomar de algún bolsillo. La indumentaria sería bastante pareja también, probablemente se trataría de ropa oscura y sobria, de tonos ocres o pardos.

No sé quién de los dos iniciaría la conversación, pero seguro que sería breve. Algo así como si Georg se decidiera por un: "Buenos días".

A lo que Arthur contestaría: "Días, solo días".

Ninguna de las interacciones entre estos dos señores les sorprendería, se conocen bastante y se han intercambiado cartas suficientes para entender qué piensa el uno del otro, así como sobre otros temas.

Si se iniciase un intento de acercar posiciones sucedería algo parecido a la siguiente pregunta y respuesta:

Georg abriría debate preguntando: "Arthur, ¿alguna vez has considerado cómo el yo se relaciona con el no-yo en la dialéctica absoluta?"

Arthur, por alusiones, respondería cerrando el debate contestando: "¡Claro! Es como tratar de encontrar la voluntad en medio de una tormenta; una búsqueda interminable e infructuosa, la cual solo consigue impedirte ver lo que realmente importa".

Durante el resto del trayecto en tren el sonido que presidiría el vagón sería el traqueteo de la propia máquina sobre los raíles.

Una extraña parejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora