III

11 2 0
                                    

Finalmente, tras intercambiar algunas opiniones más, los dos caballeros llegarían a Berlín.

Después de realizar la entrada al hotel y sin olvidar la libreta nuestros protagonistas podrían deliberar sobre qué itinerario seguir. Antes de comer, realizarían un paseo a orillas del río Spree, recorriendo el trazado de un todavía inexistente muro de Berlín. Si alguno lo sugiere, podrían parar a descansar y contemplar la ciudad sentados en la misma orilla del río.

Pasado el tiempo que considerasen suficiente alguno de los dos rompería el silencio y en algún momento la conversación transcurriría así:

Georg, tratando de ser misterioso y profundo preguntaría: "¿Qué es algo que es y no es al mismo tiempo, que se mueve constantemente y siempre está en constante conflicto consigo mismo?"

Arthur, tras una pausa reflexiva, acabaría concluyendo: "Es la filosofía alemana, Georg".

Un rato más tarde y después de pasear, comer y descansar, ambos filósofos podrían tomar un helado. Berlín es una ciudad donde suele hacer frío, pero si la reunión se organiza en verano, todavía apetece pedir un cucurucho y pasear por el centro.

En la heladería, la conversación sería algo parecido a lo siguiente:

Desde el otro lado del mostrador, la heladera les pregunta: "¿De qué sabor lo van a querer?"

Georg, fiel a si mismo y sin dudar: "Definitivamente, quiero todos los sabores en una síntesis completa".

Arthur, suspirando: "Dame el de vainilla. Sí, está bien. Al final, todo se reduce a la nada".

Una extraña parejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora