Amigos solitarios

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Empezaba a tener más miedo por Gabriel que por el entorno en el que me encontraba. Normalmente, Gaby es más bien, simple. Pero desde que nos quedamos dormidos en ese bosque Gabriel empezaba a estar como más callado, y, más frío. Mucho más frío.

No sé por qué, pero tenía la sensación de que me estaba ocultando algo.

El tiempo transcurría, hasta que la harmonía fue interrumpida por una risa bastante siniestra. La risa provenía de mi amigo, quien, girando la cabeza lentamente, y con los ojos completamente negros, me dijo:

- Podemos hacer lo que queramos. Tengo el control.

Yo me asusté, él cual el notó, y me dijo:

- No tengas miedo. Tú eres mi amigo y siempre lo serás, solo que ahora yo tengo el control de las sombras.

No tenía ni idea de lo que estaba diciendo, pero decidí hacerle caso. Entonces me fijé en su cara: los dientes estaban descolocados y empezaban a caer gotas de sangre de sus ojos más negros que la noche. No podia creer lo que estaba viendo, ¿en qué se había convertido mi mejor amigo?. Pero al igual que había algo que me decía que no debía fiarme de él, había otra cosa que me animaba a hacerle caso. Se levantó y me llevó caminando hasta la mansión de antes. El camino hacia allí fue siniestro y silencioso. Era como si toda la energía maligna se apartase al pasar Gabriel. Era todo demasiado extraño, y aún encima todo se complementaba con la sospecha de que la persona con la que estaba no era mi amigo de siempre. Era raro, Gabriel nunca se habría comportado así. Puede que él haya cambiado, pero de todos modos, no voy a andarme con cuidado en lo que se refiere a Gabriel. Las sombras se apartaban con nuestro paso, mientras que mi "amigo" sonreía siniestramente. Al llegar a la mansión, Gabriel extendió los brazos y con eso hizo que las puertas se abrieran de par en par.

Él entró y el órgano se puso a tocar "Tocatta & Fugue in d' minor" mintras que las velas de la casa se iban enendiendo a su paso con una llama azul.

Me llevó hacia el cuarto de las armaduras, las cuales estaban enfiladas y con una pose militar. Subimos las escaleras de caracol, y el cadáver de antes estaba flotando en el aire. En eso que Gaby dijo:

- ¡Sofía!, ¡Despierta!

Entonces, el cadáver, en un movimiento rápido, levantó la cabeza. Yo pude observar cómo lágrimas de sangre salían de sus ojos escurriéndose por su cara. Al cabo de unos segundos, esta se desvaneció en el aire.

Luego, toda la habitación se desvaneció y después de unos tres segundos, reaparecimos en una habitación de piedra musgosa. En la pared había unos ganchos, de los cuales colgaban unos cerdos. Gabriel me miró y me dijo:

- ¿Quieres ver lo que soy capaz de hacer?

Yo no había respondido cuando este levantó un brazo y delante de nosotros apareció un simple cerdito asustado. Entonces el cerdo empezó a inflarse hasta que explotó entre gemidos agonizantes. Todo quedó manchado de sangre y vísceras. El suelo estaba lleno de huesos, y en una esquina, el corazón del cerdo que todavía latía. Gabriel se reía mientras yo tenía una lucha interna. El espectáculo me había gustado, pero sin embargo, había algo que me decía que no debía reírme de aquella escena. A pesar de lo que me pudieran decir mis sentimientos, a mí se me escapó una pequeña risilla por el sufrimiento del animal. Yo estaba asustado, creí que me estaba volviendo loco, y tenía razón. La locura me estaba consumiendo, y aún encima haciéndome hacer cosas que ni siquiera quería hacer.
Gabriel estaba haciendome cambiar, a peor. Después de reírse, me llevó a una de las torres de la mansión. Cuando llegamos al campanario, la campana empezó a tocar con fuerza. A mí, aunque me estaba gustando el control de mi amigo sobre la oscuridad, empezaba a creer que era una mala idea hacerle caso a eso que mezclaba con él a Gabriel. Era algo diabólico, pero yo no podía hacer nada para arreglarlo, así que no me quedó otra que seguir su rollo sin que de a sospechar que estoy en contra de él. No quiero poner en mí contra a mi mejor amigo, pero aún sin saber qué hacer, tenía que ayudarle. Conozco a Gabriel y sé que él no quería hacer lo que estaba haciendo.
Entonces, me dijo:
- Tú supongo que querrás ir a dormir.
Yo bostecé y afirmé con la cabeza. Entonces, en mi siguiente pestañeo, aparecimos en los dormitorios. Yo estaba acostado en una cama bastante incómoda, donde me quedé dormido después de que mi amigo me dedicara las palabras: "Ve a dormir".
Pero, durante mi dormita, un ruido me despertó en la noche. No estaba muy espábilado, así que lo único que recuerdo es a Gabriel con los ojos salidos de las órbitas, mostrando tres filas de dientes descolocados de su sitio. El recuerdo todavía me perturba, pero en el momento no me provocó ninguna reacción. Más tarde, me volvió a despertar otro ruido. Esta vez, tenìa la cabeza dentro de la boca de Gabriel, pero me volví a dormir. Un ruido más perturbó mi sueño: se trataba de un oso de peluche bastante achuchable, pero entonces pestañeé y vi a Gabriel encima de mí mirando con la cabeza hacia delante. Me dí un susto y batí la cabeza contra la cabecera de la cama y me desmayé. Me desperté un tiempo más tarde, pero todavía era de noche. Yo me levanté e iba a llamar a Gabriel, pero de repente, sonó una voz detrás de mí:
- ¿Has dormido bien?
Yo me dí la vuelta rápidamente y allí estaba Gabriel, pero con la cara que tenía durante mis despertares nocturnos. Dió un paso hacia mí y me dijo:
- No piensas cómo yo. Quieres detenerme. Había pensado en matarte, pero clavarte un cuchillo no es digno de mí.
Entonces yo dí un paso hacia atrás, pero con solo una sonrisa suya, un hilo de sangre comenzó a descender por mí nariz. Con esto, eché a correr, pero en la entrada de la mansión me encontré con las armaduras. De fondo, se oían campanadas tocar fuertemente. Detrás de mí estaba volando mi amigo, el cual me decía:
- No puedes escapar, pero te voy a dar una ventaja.
Las armaduras se apartaron, y yo salí corriendo de la mansión. Pero mientras tanto, una risa de ultratumba hacía eco por todo el bosque. No dejé de correr por el camino de arena, hasta que ví un cartel en el que decía: "Merenderos". El cartel estaba en una puerta hecha con mallas metálicas. La puerta cerraba el espacio entre dos gigantescas rocas. Yo trepé por la maya y me senté en una de las mesas. Apoyé el archivador en la mesa y la cabeza sobre mis manos. No sabía que estaba pasando, pero temía por Gabriel. Es obvio que le quiero, y no quería que le pasase nada, pero la oscuridad le tenía, él no era él, no sabía lo que estaba haciendo. Tenía que buscar una forma de recuperarle, pero, ¿cómo?
Ya no sabía que hacer, así que cogí el archivador y me puse a ojear las notas que fuí encontrando. Estaba triste, y aburrido. Tenía que pensar cómo hacer para recuperar a mi mejor amigo, pero mi pensamiento fue interrumpido por el llanto de un bebé. Pensé que aquí había alguien más, así que me dirigí hacia el llanto. Con esto llegué a un baño público bastante estropeado. Entré en el, y descubrí de dónde venía aquel ruido: era un feto aún no listo en un lavabo. Por una parte, me dió asco, pero por otra, me daba pena que lo hubiesen dejado allí. Bueno; me dió pena hasta que me encontré con uno de sus familiares. Fuera empezaron a oírse pasos, y yo por miedo salí corriendo de allí. Pero en un infortunio descubrí de dónde había salido aquella cosa. Era una mujer baja y embarazada, pero decapitada. Su cuerpo corría por aquel merendero. Rápidamente cogí el archivador del merendero y le dí un carpetazo. La mujer cayó, pero de un bote, se reincorporó. Yo eché a correr y trepé la puerta. Salté por encima de ella, y volví a correr siguiendo el camino. Llegué hasta la casa de madera podrida. Allí entré y me escondí en la cocina. Miré arriba asustado, pero no había nada. Solo que en cuanto me dí la vuelta: allí estaba la horrible cara de Gabriel. Esta vez sus ojos estaban rodeados por un círculo blanco, y tenía la ropa desgarrada. Me miró y me dijo:
- Un alma con la que jugar y tanto tiempo... Me gusta la idea...
Yo dí un grito que se debió oír en el quinto pino y eché a correr hacia dónde pude. Ya no sabía hacia dónde dirigirme. Todo era demasiado estresante como para poder pensar con la suficiente claridad. No podía dejar de pensar en cómo recuperar a mi mejor amigo. Salí de la casa y me metí por los frondosos bosques de aquel lugar. Corrí con todas mis ganas, pero al final tropecé con una rama que atravesaba el suelo y me caí. Lentamente, me fuí levantando y contemplando cómo la sangre se escurría por mis piernas.
Permanecí agachado durante un rato, hasta que por fín me recuperé lo suficiente como para continuar. No seguí corriendo, sino que seguí andando. Caminé, pero al lugar al que llegué no fue al que uno suele querer llegar: llegué a un cementerio, que estaba al borde de un acantilado. Al final del pasillo de tumbas había una iglesia a la que se le había caído el techo. Avancé por aquel camino marcado por la falta de nichos y llegué finalmente a aquella iglesia. Cuando llegué a la puerta de la iglesia pude ver un tremendo órgano que adornaba el fondo del lugar de forma amenazante. El suelo estaba lleno del escombro del tejado. Al ver que el camino terminaba ahí, comencé a sentirme frustrado. Avancé cabizbajo hasta la consola del instrumento. El teclado tenía las notas marcadas con un papel, así que toqué una canción que me había enseñado Gabriel: "Pececitos". El sonido del inmenso instrumento de viento mecánico retumbaba sobre las paredes mientras una nube de polvo salía por los tubos. La canción me animó , pero también me entristeció al recordarme a mi amigo, que ahora tiene intenciones de atormentarme hasta la muerte. Yo estaba distraído con mis tristes pensamientos, hasta que me fijé en que una nubre negra empezó a salir de los tubos del gigantesco órgano. Esa nube la conocía. Obviamente era la nube de oscuridad que tenía encerrada la conciencia de mi amigo. Me aparté del órgano, pero este siguió tocando solo una canción fúnebre. Me arrodillé, y la nube se asentó en el suelo de la iglesia, dejando así materializarse a Gabriel. Detrás de él se encontraban las armaduras de la mansión. Todo era demasiado agobiante, las armaduras se acercaban a mí mientras que el que era mi mejor amigo me señalaba con la única intención de que me atraparan las armaduras para que me pudiese seguir atormantando. Yo, ya desesperado, me puse trepar por la fachada del instrumento, mientras que las armaduras me seguían. Sin tener escapatoria, me lancé al vacío que se hallaba delante de mí. Solamente tenía una pregunta: ¿Iba a morir a manos de mi mejor amigo?

Memorias frecuentadas por fantasmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora