Capitulo 3

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Las noches pasan al igual que los días en el bosque rojo, sus grandes arboles de un pintoresco color deslumbraba a cualquiera que deseara entrar, en especial los pueblerinos cercanos al bosque quienes hace dos siglos dejaron de ir por las leyendas que rondaban en el lugar. Wally no era fanático de las leyendas, pero le gustaba igual al final escuchar a su mejor amigo Barnaby hablar de estas y contarle chistes de vez en cuando, sinceramente una pasión que se debía ocultar para encargarse del ducado que tuvo que recibir tras la muerte de sus padres.

En cuanto el carruaje se detuvo Wally bajó teniendo a la vista su viejo y gran amigo Barnaby B. Beagle quien al estar cerca del Wally se dieron un fuerte abrazo a la vez unas palmadas fuertes en la espalda mientras se reían, habían coordinado ese día para cazar en las orillas del bosque rojo sin la necesidad de indagar en las profundidades del bosque. Tomaron enseguida sus ballestas y subieron a sus caballos charlando de todo un poco, desde temas políticos hasta la leyenda del bosque rojo.

—¿puedes repetirme el porque no lo hacen? —Su amigo carcajeó mientras cabalgaban —hombre no sabía que ya te habías vuelto sordo —Wally acompañó sus risas —solo no logro entender porque temen de Anathema, lo creería si se tratara para asustar a los niños para que no vayan al bosque, pero de adultos... No tiene sentido.

—Bueno, se dice que es una bruja que controla el bosque a su antojo, hace que te guie hasta ella para después devorarte, no quedará nada de ti, ni siquiera tus huesos —Wally rodó los ojos mientras observaba la oscuridad que bailaba entre los arboles —Vamos exageras.

—Es la verdad, cualquier vampiro que entra a ese bosque no vuelve a salir —Wally miró a su amigo con una sonrisa llena de burla —jamás creería ver al duque Barnaby B. Beagle aterrado de leyendas.

—no tengo miedo, eh tenido a muchos del pueblo aterrados por el bosque, no se acercan ni un poco a ver los alrededores eh incluso si se les pierde un animal prefieren mil veces dejarla ir que perseguirla —Wally suspiró para volver a ver el bosque —con lo bello que es.

Las tenues luces de las velas y de las runas que estaban marcadas entre arboles y el suelo hacían que el bosque tuviera un encanto místico, casi hipnótico que lo llamaba a tentarse a caer en sus garras que si no fuera porque estaba acompañado de su amigo iría enseguida a dar una pequeña vuelta.

Julie se balanceaba tarareando una de tantas melodías que volaban en su mente, mientras que balanceaba el balde de agua que traía para sus flores, sus pequeñas tenían sed y ella no les negaría lo que por derecho necesitaban para vivir, la luz de la luna era su única guía mientras que pisaba las hojas rojas que caían de los arboles que bostezaban al unísono logrando lagrimear sus hojas que caían sobre la vieja capa de Julie como dulces cariños para animarla a cantar sus bellas cunas.

Sangre de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora