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Elecciones.


Horas después, me encontraba sola en la habitación. Pensaba que podía empezar a buscar a Dante, al menos preguntar por él, animarme a hacerlo. Pero ¿cómo exactamente? No quería llamar la atención ni que pensaran mal de mí. Es más, no miraba a la gente a los ojos porque sentía que de cerca mis facciones femeninas eran muy notables.

Estaba sola, pues mis clases empezarían mañana, ya que este día era solamente para adaptarme y guardar mis prendas de ropa. A raíz de esto, mis compañeros de cuarto estaban en sus cursos.

Jugando con mi labio inferior, me levanté de la cama y caminé inquieta por la habitación. Tenía la impulsiva necesidad de buscar a Dante de una vez y terminar con esto. Pero antes, debía hacer un plan de cómo iría a buscarlo, cómo lo podía encontrar y qué le diría al tenerlo enfrente.

—Tranquila, Harley, tranquila —mascullé para mí, usando mi nota femenina mientras pasaba una mano por mi cara.

Mi vista se posó en la puerta y lo reflexioné. Fue ahí cuando una idea recorrió mi mente: preguntarle a quien sea que me encuentre primero dónde podría hallar a Dante Coelho porque lo estaba buscando el director. Algo quizás habitual por aquí, ¿cierto? Funcionaría.

Abrí la puerta y salí directamente al pasillo, acomodando el cuello de mi abrigo. Utilizar las vendas tan ajustadas para ocultar mi busto era algo muy incómodo.

Los pasillos estaban despejados. Incluso, al momento de caminar, el sonido del tacón de mis tenis hacía un eco profundo, el cual retumbaba constantemente. Continué caminando hasta llegar al corredor donde se encontraban los casilleros del primer piso. Todo aquí era similar a una preparatoria: Salones, locker una biblioteca, un comedor, etc.

Mi trayecto iba tranquilo, hasta que mis ojos de pronto contemplaron algo que me obligó a detenerme en seco:

Un sujeto bastante alto, con un aspecto amenazante y terrorífico, empujaba a otro chico más pequeño que él. El primer empujón causó que la espalda del pequeño impactara contra un casillero. Luego el agresor se lanzó hacia él con intenciones de golpear su rostro, no obstante, el pequeño fue más rápido y se quitó, provocando que el puño cerrado del sujeto cayera en el casillero, logrando que se doblara un poco tras la fuerza que ejerció.

Como un jodido loco, volteó a la víctima, quien se encontraba retrocediendo con una expresión de pánico y horror en su rostro. Entonces, el agresor, lo agarró del cuello de su camisa y lo sacudió de un lado a otro. El pequeño soltaba jadeos entre sollozos.

Me dio mucha impotencia presenciar esa escena. Cómo el chico con la piel bañada en aquella tinta negra golpeaba a un muchacho que lucía débil y más pequeño, cargó mis venas de coraje. No sabía el conflicto, pero esta pelea no se veía para nada equitativa.

Decidí emprender mi caminata rápida al hombre que agredía al menor. Quizá no lo pensé bien en dicho momento, pero tenía que actuar, debía intervenir. Detestaba que, en las peleas, la gente filmara tanta violencia y no los detuvieran.

—¡Ya déjalo! —le grité una vez estuve cerca de ellos— ¡¿Qué demonios te pasa, eh?! ¡Te he dicho que lo sueltes!

Mi voz salió aguda pero manteniendo el tono varonil. Fue chillona, sin embargo, no perdió ese toque masculino.

El sujeto giró con lentitud hacia mí. Sus ojos tan oscuros e intimidantes se encontraron con los míos con un destello de enojo en ellos. Estaba molesto. No. Estaba furioso. El pequeño intentaba sacar las gruesas manos del tipo de su cuello mientras soltaba leves gemidos de dolor y quejidos con la boca, como si buscara oxígeno.

Los Chicos del Winchester College (PRIMER LIBRO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora