CAPÍTULO DIEZ

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Me acerqué a Jay lentamente mientras analizaba si mi idea de hablar con él era correcta.

-¿Jay? – dije casi susurrando.

Él levanta lentamente su rostro, que se encontraba más morado que antes, para encontrarse con mi obvia mueca de preocupación pero su expresión no cambia, le soy indiferente.

–Astra, si quieres hablar créeme, ahora no es el momento.

–Yo creo que es el momento perfecto– suelto, mientras me siento a su lado.

– ¿Quieres saber qué me pasó?

–No voy a negarlo pero creo que eso será después– digo mientras suelto un pequeño suspiro, él deja de mirarme y clava los ojos en un grupo lejano de estudiantes de distintos niveles –Me gustaría saber por qué nos mentiste.

–Lo hubieses preguntado en cuanto me viste persiguiéndote por toda la escuela.

–Me ignoraste por días –le corté yo– tenía derecho a una pequeña venganza.

–Sí, tienes razón.

Como siempre, querido.

>> ¿Tendrás tiempo para escuchar una trágica historia?

–Déjate de payasadas y...

No pude terminar de hablar pues la bocina del coche de mi padre resonó por todo el lugar logrando que todos los estudiantes presentes se callaran.

Oh no, no, no.

Me moví automáticamente sin despedirme de Jay y me dirigí casi corriendo al vehículo. Una vez dentro el auto empieza a sentirse cada vez más pequeño y mi padre no espera a que termine de ponerme el cinturón para acelerar haciendo que mi cuerpo rebote contra el asiento.

Mi padre no dice una palabra en todo el viaje. Mala señal.

No pone su música a todo volumen. Mala señal.

Intento calmar mi respiración que se hace cada vez más pesada, y mi corazones que latía cada vez más rápido.

llegamos a nuestra casa y el auto entra con una velocidad violenta y frena de golpe, gracias al cinturón, esta vez no me golpeo.

Mi padre sale primero y no me espera pero ya sé a dónde se dirige, al jardín.

Con el miedo en cada parte de mi cuerpo entro en la casa y el ya me está esperando en medio con una vara del primer árbol que encontró en el jardín.

–Ve a cambiarte de ropa– me ordenó seriamente.

Para entrar a mi cuarto tenía que pasar junto a él. Caminé lentamente y cuando estuve a unos centímetros cerca me puse el bolso a la espalda evitando el doloroso golpe que había lanzado en dirección a mi espalda pero no pude frenar mi cuerpo del el impulso que causó el golpe y caí de rodillas al suelo. Me apresuré en levantarme e ir a mi cuarto. intenté retrasar lo más posible el hecho de que debía volver en cualquier momento.

Volví a la sala donde estaba solo una persona, sentada tranquilamente mientras hacía suaves ruidos con la madera que rebota al chocar con el suelo.

De la nada, la casa parece más oscura.

No me atrevo a acercarme así que espero en silencio y trato de centrarme en algo más para evitar el ataque de pánico que se siente cada vez más cerca de estallar.

–Hoy llamó la directora –dice y se levanta de la silla – me felicitó por el gran desempeño de mi hija mayor durante todo este tiempo.

>>Pensé –se le escapa una cínica risa– quizás mi hija no es tan inútil después de todo.

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