Capítulo 3: La única oportunidad

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Al siguiente día acompañó a Sango donde solía trabajar a primera hora de la mañana para retirar sus cosas, juntaron todo lo necesario en algunas cajas. Antes de salir la castaña se detiene y observa su antigua zona de descanso.

Sango: ¿Crees que me pueda llevar la máquina de café? No puedo vivir sin ella.

Kagome: —se ríe— te compraré una para tenerla en Shikon y no extrañes aquí.

Sango: si tengo un mezclador de sonido frente a mí, créeme, no hay manera de extrañar esta aburrida oficina.

Ambas salen con una sonrisa de la empresa, un impensado futuro les espera, la incertidumbre era opacada con la emoción de retomar aquello que nunca debieron abandonar, de regresar a lo que nunca debieron renunciar y de quienes nunca debieron separarse. Se encontraron juntando sus caminos nuevamente, sin siquiera cuestionarse cuánto duraría.

Pero no podía importarle menos a ese par de amigas.

Toman el carro y se dirigen a la discográfica que agonizaba, una vez adentro la castaña observa los pasillos sin almas.

Sango: jamás creí ver este lugar vacío.

Kagome: lo sé, es horrible.

Sango: ¿Ni hay limpieza?

Kagome: —niega con la cabeza— se tuvo que despedir a todos, no podemos pagar sueldos, ni siquiera los más bajos.

Sango: que deprimentes se ven los pasillos —después de un suspiro en su rostro aparece una pequeña sonrisa— ¿Recuerdas cuando tu padre nos regañaba por entrar a los estudios e intentar hacer su trabajo con los artistas?

Kagome: en mi opinión, mejorábamos las canciones. Incluso algunos cambios se conservaron.

Sango: éramos unas niñas muy traviesas, siempre estábamos metidas en problemas.

Kagome: hasta el día de hoy.

Sango: —se ríe— tienes razón.

Llegan a la sala de juntas donde la de la coleta observa la pizarra donde estaba escrito “Proyecto BoyBand”, esa era la razón por la que estaba en ese nostálgico lugar.

Ya era hora de poner manos a la obra.

Sango: ¿Y a quienes tienes en mente para el proyecto?

Kagome: pues, a un par de hermanos con carreras mediocres que son opacados por la sombra de su padre.

La boca de la castaña cae casi al suelo por la impresión.

Sango: ¡No! ¡Jamás podrás hacer que Inuyasha y Sesshomaru trabajen juntos en una banda! ¡O es uno, o es el otro!

Inuyasha y Sesshomaru son hijos del gran Inu no Taisho, el cantante de rock más famoso de Japón, muchos lo llaman el Freddy Mercury de Asia y con justa razón, su legado y huella fue todo un acontecimiento que cambió la música para siempre. Una leyenda viviente.

Sus hijos, por otra parte, son igual de talentosos, mas no pueden competir con la sombra de su padre condenándolos al anonimato.

Sesshomaru, el mayor, nacido de su primer matrimonio, ocasionalmente prestaba su voz en conciertos privados para la alta alcurnia, sin embargo, nunca pudo debutar como compositor como alguna vez lo quiso. Era el dueño de un exclusivo campo golf heredado por su madre, a sus ojos era un trabajo aburrido sin futuro.

Inuyasha, de sus segundas nupcias, trató salir al estrellato, mas su carácter rebelde lo llevó a renunciar a todas las disqueras que lo aceptaron por “no respetar su esencia”. Cantaba en bares tratando de ser descubierto por alguien que si lo apreciara. Años desperdiciados en públicos mediocres que se olvidaban de él tras beber más de la cuenta.

Entre partituras, música y talento | InuYashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora