Capítulo 4: Eres mi esperanza

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Al otro día, a la hora acordada llegó al departamento. Habló con el portero y luego subió por el elevador hasta el séptimo piso. Tocó la puerta con la numeración que su amiga le mandó por mensaje y esta se abrió dejando ver a la castaña sonriente.

Kagome: que lindo apartamento —dijo mirando de reojo hacia adentro.

Sango: gracias, ponte cómoda.

Un par de pasos después se encontró con un joven sentado en el sofá de la sala.

Kagome: ¿Eres tú, Kohaku?

Es el hermano menor de Sango, la última vez que lo vio era un adolescente de 13 años, pasó el tiempo y se transformó en un joven apuesto y amable. Su cabello llegaba a sus hombros y sus tiernas pecas seguían ahí.

Kohaku: se..señorita Kagome —exclama con cara de espanto al darse cuenta que traía el pijama puesto— ¡Di..disculpe! —intenta taparse con los cojines.

Kagome: —se ríe— descuida.

Sango: te dije que te pusieras ropa —le recrimina.

Kohaku: pensé que lo decías para molestarme, no creí que tendrías visitas.

Sango: ahora, hazme caso —ordena.

El joven corre a la habitación principal obedeciéndole y cierra la puerta dejando a un gatito somnoliento color crema afuera.

Kagome: que lindo —se agacha y lo llama mostrándole su mano— ven.

Esta se acerca dejándose acariciar pasando entre las piernas de la chica con la cola parada en señal de saludo.

Sango: se llama Kirara, la adopté hace un par de años.

Kagome: siempre te gustaron los gatos —la toma en brazos y rasca su barbilla mientras ronronea— la amo.

Sango: también le agradas.

La deja en el suelo con cuidado.

Kagome: no me dijiste que vivías con Kohaku.

Sango: porque no vive aquí —explica— tiene la llave y viene a quedarse cuando quiere. Ósea, cuando pelea con papá.

El muchacho sale de la habitación vestido y arreglado, su cabello atado en una coleta.

Kohaku: ya puedo saludarla como corresponde. Buenas tardes.

Kagome: olvida las formalidades, te vi sin pañales muchas veces.

Sango: ¿Recuerdas cuando solía ponérselos en la cabeza y correr por la casa?

Kagome: ¿Como olvidarlo? —riendo— tu padre lo perseguía por el jardín.

Kohaku: no me avergüencen —rojo.

En la cabeza de ambas mujeres llega el recuerdo de cuando eran pequeñas niñas de 6 años observando al infante de año y medio haciendo travesuras. Tierno y gracioso.

Kagome: ¿Sigues cantando?

El menor de los Slayer poseía una bella voz desde que era niño.

Kohaku: —asiente— voy a ser cantante profesional.

Por eso peleaba tanto con su progenitor, él no estaba dispuesto a renunciar a sus sueños, al ver lo infeliz que era su hermana al estudiar y luego trabajar en algo que ella no quería le dio la motivación de luchar.

Sango: sí, mi hermanito es muy talentoso —lo abraza orgullosa.

Kohaku: tengo un contrato con la discográfica NarakuRecords.

Entre partituras, música y talento | InuYashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora