58

441 29 2
                                    

Nuestras bocas se unieron dando lugar a un beso en el que, a parte de sentir nervios, también sentí calma y seguridad.

—¿Qué haremos ahora?—. Pregunté cuando nos separamos e inconscientemente mi vista se fue a su cuerpo de nuevo, joder, era tan perfecta.

—No sé, ¿te pido matrimonio?—. Bromeó.

Ojalá lo hagas en algún momento de tu vida. Pensé, pero a la vez reí.

—Continuaremos como siempre, ¿no?—. Me miró a los ojos con ese brillo y yo asentí.

Todavía no terminaba de creer lo que acababa de pasar entre nosotras, habíamos dado un gran paso aunque no nos acordáramos. Entonces sonreí, me sentía en un ambiente tan armonioso que podría levitar ahí mismo. Éramos solo ella y yo.

—Sarah... me tengo que ir—. Hola realidad, te había echado de menos.

Finalmente se fue, no sin antes despedirse de mí con un beso en el que volví a sentirme en el paraíso. Volví a quedarme sola y con muchas cosas en las que pensar y todavía temblando, subí a mi habitación.

****

Nuevo día, misma rutina de siempre. Pero había algo distinto, estaba feliz.

Feliz de saber que cada vez iban mejor las cosas en mi vida.

—¡Hey!—. Llegué al instituto y Aída apareció de la nada.

—¡Hola!—. Le sonreí verdaderamente por primera vez y ella abrió sus ojos como platos, mientras que mi sonrisa se le contagiaba.

—¿Y esa sonrisa? Te veo alegre—. Dijo impresionada.

—Lo estoy, por fin las cosas me van
bien—. Y entonces ella volvió a sonreír por mi respuesta.

—Estás mucho mejor así, Sarah, te lo digo de verdad—. Esta vez fui yo la que le respondí con otra sonrisa.

Nos despedimos y cada una entró a su respectiva clase. Caminé hasta mi sitio mientras no podía despegar mi mirada de la puerta, estaba deseando ver a Clara. Verla y sentir lo mismo que el día anterior, sentirme completamente llena y feliz. Pero los minutos pasaban y pasaban y ella no aparecía, mientras que yo me ponía más nerviosa.

La puerta se abrió, y en vez de aparecer ella, tan hermosa, apareció un hombre calvo. En concreto, el tutor de la clase de Conan. Y yo empecé a temerme lo peor.

—Buenos días señores, la profesora Lenox tampoco asistirá hoy. Pueden hacer lo que quieran mientras que no hagan mucho ruido, es muy temprano y no quiero que me duela la cabeza—. Dijo mientras caminaba hacia el escritorio y dejaba sus cosas en el.

¿Y ahora qué hago?

Pensé y sentí como de nuevo ese vacío tan familiar inundaba mi pecho poco a poco, me iba a pasar toda esa hora sola, mirando por la ventana o con el móvil, imaginándome lo peor.

Y tras tres horas con un bajón emocional, llegó el recreo y fui con el grupo. Aída fue la única que me miró extrañada, me senté con ellos y ella se cambió para estar al lado mía.

—¿Y ese humor? ¿No se supone que estabas feliz?—. Dijo bajito cerca de mi oído.

—Y sigo feliz—. Fingí una sonrisa, ¿cómo se supone que iba a explicarle que ya no lo estaba porque una profesora había faltado?

—La profesora Lenox lleva faltando dos días, ¿qué tipo de bendición es esta?—. Comentó Lucas mientras reía y yo volví a fingir una risa, solamente quería que el día acabara.

Y así terminó sucediendo. Cuando me di cuenta ya estaba en mi casa, tirada en la cama y mirando al techo mientras pensaba en Clara y en qué le podría haber pasado. No tenía su número ni ninguna red social para comunicarme con ella y eso solo me hacía sobrepensar más, ella nunca faltaba.

Tras horas y horas sola, mirando a la nada y fantaseando con Clara por lo que había pasado entre nosotras el día anterior, ya era un día nuevo. Me levanté de la cama con el único ánimo de que esta vez si la vería y comencé a arreglarme y desayunar.

Caminaba hacia el instituto y como si de un Santo se tratara, un coche negro pasó al lado mía y una sonrisa se hizo presente en mi cara. Ya sabía con seguridad que la iba a ver. Al llegar saludé a Aída con la misma energía de el día anterior y fui a clase esperando que llegara ya la última hora para ver a Clara. Y entonces vi a Clara de lejos, tan bonita, y me miró. Con solo una mirada hizo que me sintiera tan llena de vida que sin importarme qué Aída estuviera al lado mío y lo viera, le sonreí inconscientemente.

Finalmente el día pasó rápido y su clase ya estaba por terminar, así que me puse a recoger lento para quedarme sola con ella.

Cuando solamente quedábamos Clara y yo, fui casi corriendo a donde estaba ella y antes de decirle nada, la besé. Me sentí viva de nuevo por las reacciones que mi cuerpo daba ante su presencia y tacto.

—Veo que me has echado de menos—. Dijo Clara cuando nos separamos mientras reía y yo me quedé embobada viendo lo preciosa que estaba.

—No sabes cuánto, ¿qué te pasó ayer?—. Pregunté.

—No me sentía bien—. Respondió tras quedarse callada por unos segundos.
—Hoy por suerte sí—. Añadió tras ver mi cara interrogante.

—La próxima vez que vayas a faltar avísame—. Dije un poco molesta.

Y este era un pequeño plan para conseguir su número.

—¿Y cómo? No tengo tu número ni nada para comunicarme contigo—. Respondió.

—Ahí es donde quería llegar, ¿sería usted tan amable de darme su número?—. Dije sonriente y ella rió por mi pequeña estrategia.

—Mañana a las 7 paso a por ti y lo
vemos—. Cogió su maletín, me dio un corto beso y se fue del aula dejándome de nuevo sola con mil sentimientos en mi interior.

I Hate You, I Love You 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora