La Maldición del Rey

Capítulo 4

Novena Generación de la Dinastía Lafferte

Tercer Año

Rey Regente: Nicholai Lafferte

Kiara Corps

Al día siguiente me despertó el hambre, cuando estuve bien despierta recordé que no había comido nada desde el desayuno exprés que me preparé antes de adentrarme en el bosque. Tomé un baño para relajar un poco la tensión que se había acumulado en mi cuerpo. Al salir noté que tenía la cama hecha y un precioso vestido descansaba en ella, me acerqué para apreciarlo, era bellísimo, justamente, parecía sacado de una película antiquísima y muy clásica, pero no podía negar su belleza. Era de un color verde olivo con mangas largas y abiertas en los codos de color blanco, con algunos bordados dorados en el ligero escote y las muñecas, el típico vestido medieval que usaría una doncella en apuros.

Luego de ponerme el vestido, me peiné como pude y salí del dormitorio, cuando recorrí estos pasillos a media noche no pude observar tan detalladamente como hubiera deseado, ahora, a plena luz del día muchas de las cosas que había descubierto ayer se mostraban en todo su esplendor. En mi caminata di con una sala de estar increíble, tenía unos sillones de madera muy amplios con cojines bordados a mano de color azul celeste, había cuatro en total en la habitación y estaban colocados rodeando una mesilla de cristal bastante grande, parecía de esas que usaban para poner la bandeja el té para las señoras. Había cuadros y repisas por doquier, mientras mi estómago rugía y yo intentaba dar con la cocina vi, por lo menos, tres salas de estar similares a la primera, varios baños de invitados, alguna que otra habitación vacía y muchas puertas.

Estaba a punto de marearme cuando al doblar por una de las esquinas del pasillo choqué de cabeza con el pecho de alguien. Me llevé un buen susto, y mientras me disculpaba como una loca logré ver de quien se trataba.

-Vestida así casi pareces una señorita civilizada-soltó Matthew con arrogancia, supongo que viviendo bajo el mismo techo tendría que topármelo tarde o temprano-

-Usted ni vestido así se le quita lo cretino-contesté con un tono cortés más falso que la cirugía plástica-

-¿Así es como gente como tú agradece? -Levantó una ceja-

-Si bueno, cualquier persona con un mínimo de empatía me hubiera ayudado, tampoco ahora te creas Santa Teresa de Calcuta-comenté sin pensar-

-No tengo ni idea de quién es, pero ya tú sabrás-respondió resignado-Y al parecer los extranjeros duermen como piedras

-¿Y eso ahora a qué viene? -él comenzó a caminar por lo que lo seguí, bien que lo menos que me apetecía era pegármele como una garrapata, pero si él sabía dónde encontrar la cocina, no me quejaría-

-Son las diez de la mañana señorita Corps, así que a menos que desee desmayarse por el ayuno le recomiendo coma algo

-¿Para qué te molestas en poner el tono cortés? Me has tuteado casi desde que nos conocimos-rodé los ojos-Es exasperante

-Bien, la educación formal tampoco forma parte de tu limitada personalidad-y a mí casi se me salen volando las cejas de lo mucho que las alcé-

-Claro, hablemos de educación formal con el imbécil que no hace más que ofender-él soltó una risa fingida-

-Por el amor de dios, Corps, ¿he dicho alguna mentira?

-Todos los insultos que has dicho son infundados-rebatí con seguridad-No me conoces

-Segunda vez que lo sueltas, y segunda vez que te respondo lo mismo-me miró como si fuera bruta a más no poder-Te conocí hace menos de veinticuatro horas, obviamente no tengo idea de quién eres-seguimos caminando dejando detrás puertas y más salas de estar, por el rabillo del ojo vi que pasamos por una biblioteca y traté de memorizar el lugar para volver a cotillear un poco en ella-Otra persona agradecería que te recibiera sabiendo solo tu nombre y que eres una extranjera perdida, porque o soy extremadamente benevolente o simplemente estúpido