Primer año de bachillerato.
El primer mes en este lugar ha sido el peor mes de mi vida, está a punto de terminar el segundo y de alguna manera le está haciendo competencia al primero. Me quito la camiseta manchada de agua, prefiero omitir de donde proviene y luego de secarme con de papel higiénico o me pongo la ropa de cambio que llevo en la mochila, no es la primera vez que pasa y he aprendido a tener unos suministros en el bolsillo secreto de la mochila.
Sacó un jabón pequeño y me aseo todo lo que puedo, lavo mi cabello con asco y evito mirar hacia el váter a mi espalda.
Apretando los ojos para evitar llorar, me seco nuevamente con papel higiénico y me alisto para ir al comedor. Hoy no hay demasiada gente, así que afortunadamente encuentro una mesa apartada y sola al final de la estancia.
A pesar de ser un colegio de alto estatus, la disciplina no es algo por lo que se destaque, bueno, a menos que mire su imagen de cara al público, en ese caso cuenta con 4.7 estrellas como institución y la verdad es que grita presupuesto y niños ricos por todos los rincones.
Por supuesto no podría permitirme esta escuela, pero mi prima se antojó de que fuéramos al mismo colegio y yo accedí después de mucha insistencia, mi tío pagaría por mí colegiatura, así como paga cada capricho que se le ocurre a Leila, pero la mayoría de nuestro horario no coincide ya que ella está apuntada a un montón de clases avanzadas.
La primera semana transcurrió de manera relativamente tranquila, sin embargo no duró mucho, primero fueron comentarios de lo mal que quedaba el uniforme en mi cuerpo gordo, luego descubrieron mis orígenes por así decirlo y empezaron las toses seguidas de comentarios como "Aquí apesta a pobretona". Luego fueron más evidentes, rayando mi taquilla, robando mi ropa de los vestidores, meter mi cabeza en un váter solo ha ocurrido unas tres veces, pero aun así no lo hace mejor. Trato de no molestar a mis padres que están felices con que venga a este colegio y cuando estoy con mi prima no se meten conmigo. Leila está en el equipo de lucha y suele defenderme cuando está cerca pero como eso no es la mayoría del tiempo, siempre tengo que estar huyendo.
Días como hoy, no soy lo suficientemente rápida para evitarlo.
Ignoro el ardor en el interior de mis piernas por el roce de mis muslos al no poder llevar mis shorts ya que se mojaron. Y me concentro en comer mientras ignoro a todos. Desgraciadamente llevo a cabo tan bien está tarea que no me doy cuenta que se acerca alguien y ya es demasiado tarde para cuando Ronald Copper se sienta a mi lado en el comedor.
–Hola... –saluda y como lo ignoro olímpicamente continúa hablando mientras yo mastico más rápido. –Eres Hana, ¿verdad? ¿Puedo llamarte Fatty Hana?
–No –gruño sin poder reprimirlo y luego aprieto los ojos porque le he dado ala para que siga hablando.
No demuestres que te molesta.
No demuestres que te molesta.–Venga ya, los amigos se ponen motes. Fatty es un apodo muy bonito y pega totalmente contigo.
Casi muerdo mi lengua de lo fuerte que mastico pero continúo sin dirigirle una mirada. Cuando estoy a punto de acabar con el sándwich siento su mano posarse sobre mi muslo y giro mi cabeza hacia el que ya me está viendo con una sonrisa.
–Quítala... –aprieto el puño sobre la mesa y lo miro apretando la mandíbula.
–¿Por qué? ¿No te gusta? –dice bajando la voz y comienza a mover la mano más arriba.
Ha sido un día de mierda, he perdido clases, he sido bañada con agua de un inodoro, que por estar reluciente no es menos repugnante, tengo los muslos prácticamente en carne viva y todo lo que aguantado hasta el día de hoy, no va a significar que voy a aguantar ningún tipo de acoso sexual o algo más allá.
ESTÁS LEYENDO
Cuando nos volvamos a encontrar
RomanceDiez años después de su graduación de la preparatoria, a la exitosa actriz Hana Williams le llega una invitación para la reunión de ex-alumnos de su instituto en su ciudad natal. A pesar de que estos no fueron los mejores años de su vida, el deseo...