El padre de Natalie había tenido el descaro de venir a hinchar las bolas a la fiesta. ¡Quería llevársela a la fuerza! Y ni yo, ni nadie acá iban a permitirlo. Ella estaba asustada, bastante intimidada por el ogro que le dio la vida; aun así, apretó mi mano y tuvo el valor de enfrentarlo y hacerlo enojar.
El Abuelo se metió a defenderla y luego se le sumaron mi papá y los padres de Mati que miraban con mala cara al pelotudo de Heredia. Éramos muchos contra él, así que decidió irse, no sin antes dirigirle unas palabras con desprecio a la pobre Nati.
—Qué no se haga el decente porque acá sabemos bien por qué lo transfirieron a este recóndito pueblo —comentó Claudio, el papá de Matías.
—¿Qué hizo? —pregunté con curiosidad e ingenuidad. Natalie a mi lado agachó la cabeza avergonzada.
—Corrupción y brutalidad policial. Tuvo suerte que solo lo trajeron acá, para mala suerte de nosotros. —Se quejó Claudio mientras caminaba de la mano de doña Gabi.
No quise preguntar más por qué Nati se veía incómoda con esa charla. Por eso la invité a tomar un trago y seguir bailando, ella apenas hizo una pequeña sonrisa y asintió poniéndose en marcha hacia la barra.
—Verito. —Mi papá me alcanzó antes—. Yo ya me voy a ir, me va a llevar tu madre en el auto. Ya estoy cansado, tengo que hacer reposo y ella trabaja temprano mañana. Te quedas con Carla, ella te va a llevar a tu casa.
—Sí, papi —respondí viéndolo a la cara—. Gracias por venir, significa mucho para mí.
Fui sincera con él.
—Para mí también Verito —dijo sonriendo, sus ojos se veían cansados—, seguí disfrutando de la fiesta. ¡Vos también, Nati!
Mi papá nos saludó y luego se despidió de los demás familiares y amigos que nos acompañaban. A pesar de su salud se había tomado el tiempo de venir y eso me había hecho muy feliz. Carla sería la única en quedarse en la fiesta, junto con mis sobrinos, que no sé cómo hacían para dormir entre dos sillas enfrentadas con tanto el barullo y música a su alrededor.
Con Natalie fuimos a beber unos tragos, ya un poco cansadas de bailar, aunque cuando empezó a sonar una canción de rock nacional que hizo estallar la emoción en mi pecho, tomé a Nati del brazo y la lleve a la pista a hacer pogo. La agarré de la mano a medida que saltaba a pesar de las sandalias que llevaba puestas y ambas disfrutamos divirtiéndonos. Para ella parecía ser algo completamente nuevo, pero para mí, era la mejor parte de la fiesta. ¡Al fin rock nacional!
Jijiji, Como Alí y Descontrolado, no podía faltar al final de una celebración como esta, luego para cerrar terminamos todos abrazados cantando el tema de los Enanitos Verdes. Fue bastante emotivo y una linda manera de despedirnos. Fue importante para mí vivirlo junto a Natalie.
La fiesta llegó a su fin y cada uno empezó a salir de salón. Unos pocos se marcharon con sus familias, mientras que el resto iba a ir a "El Panza Llena" a comer, ya que el local permanecía abierto hasta la madrugada los fines de semana. Estaba pensando ir también, pero Natalie estaba cansada, según ella, le dolían los pies y la entendía, porque a mí también. Con Carla estábamos por llevarla a la casa de Julián, pero en un momento, en voz baja, preguntó si podía quedarse conmigo. ¿Cómo podría negarme?
Carla nos llevó al departamento y de ahí se fue a llevar a mis sobrinos a la casa de mi papá, que era donde ella estaba parando estos días en el pueblo.
Entramos al departamento en silencio hasta mi pieza donde por fin pude sacarme las sandalias y sentarme en mi cama dando un suspiro. Natalie un poco tímida entró observando con curiosidad todas mis cosas... ¡Era la primera vez que entraba a mi pieza!
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Aquel último año
Teen FictionA Verónica Leiva le entusiasma empezar su último año de secundaria, su objetivo es disfrutarlo a más no poder junto a sus mejores amigos y el próximo año marcharse a la universidad para comenzar una nueva etapa. Cuando las clases están a punto de e...