La directora sonreía en el escenario y todos aplaudían frenéticos, mientras que el Abuelo hacía payasadas en el camino. ¡Todos amábamos al Abuelo! La profesora que le entregaría el diploma se rio y luego dijo algo que lo hizo reír a él. En ese momento, mi amigo tomó el papel y se acomodó con ella para que los fotografiaran, cerca de mis padres, su abuela aplaudía emocionada por su nieto que había terminado la secundaria.
Mi amigo bajó del escenario y volvió a su asiento, entonces, la directora se acomodó y leyó el listado donde tenía nuestros nombres para llamar a Ignacio "Nacho" Funes que subió más tranquilo al escenario y también retiró su título.
—María Natalie Heredia —llamó a la siguiente y otra vez todos comenzamos a aplaudir.
Yo lo hice con todas mis fuerzas, porque ella era muy importante para mí. Natalie se levantó y caminó por el pasillo entre asientos con esa elegancia y delicadeza que la caracterizaba, su cabello atado en una cola se mecía con cada uno de sus pasos y yo hipnotizada no podía dejar de mirarla.
Ella subió y saludó a la profesora que le entregaría el diploma, ambas sonrieron y posaron para la foto. Estaba orgullosa de Natalie, quien a pesar de que no pudo tener el diploma de asistencia perfecta, estaba contenta de tener el principal de fin de curso.
Natalie bajó del escenario y volvió a su lugar, no sin antes sonreírme con cariño antes de sentarse. Nos habían ubicado según la lista en orden alfabético, por eso no había podido sentarme a su lado.
Continuaron pasando compañeros y compañeras hasta que llegó mi turno.
—Verónica Leiva —dijo la directora y tuve que levantarme.
El uniforme escolar era caluroso, más estando encerrados en el salón de actos en pleno diciembre, pero lo que más me acaloraba era la vergüenza que sentía al estar bajo la mirada de todos.
«¡Mierda! Así pretendo subirme a tocar en un escenario», pensé en lo que caminaba, por eso enderecé mi espada y traté de creerme una artista que se dirigía a recibir su Grammy y funcionó para lograr sentirme más segura. Los profesores me felicitaron y por fin me dieron el diploma con mi nombre impreso, diciendo que había terminado la secundaria en esa escuela en diciembre de 2012.
Me sacaron la foto y desde ahí arriba pude ver a Natalie sonriéndome desde su lugar y más lejos, en el sector donde se sentaban las familias, vi a mis padres aplaudiéndome emocionados. La tonta de Carla se había acercado a sacarme fotos, así que la saludé, posé para ella con el título y luego bajé del escenario.
Cuando me senté en mi asiento di un suspiro y sentí lo acalorado que estaba mi cuerpo en ese momento, me había puesto muy tensa al estar ahí arriba, pero en el fondo me había gustado. Mi sueño era tocar en uno y que la gente me aplaudiera de esa manera, pero por el momento, la única que me escucharía tocar sería Nati.
La escuela nos organizó un almuerzo en la galería para despedirnos, ahí todas las familias y alumnos se juntaron a comer y compartir. Natalie estaba sola, porque Luján no había podido venir y sus padres eran unos ogros, así que la invité a quedarse conmigo y mi gente. Se la veía feliz, pero notaba una cierta tristeza en su mirada y la entendía, debía de ser muy duro para ella vivir este momento sin ninguno de ellos, por eso la acompañé y no la dejé sola en ningún momento.
El tiempo pasó y el almuerzo llegó a su fin, cada familia salió de la escuela y después de las fotos y saludos cada uno empezó a caminar hacia las afueras de la escuela. Nosotros seguimos hasta la puerta donde nos despediríamos de David y Carla que tomarían un camino distinto al nuestro y el Abuelo junto a su abuela esperaron a Natalie para volverse juntos a casa.
Por alguna razón se me ocurrió mirar mi celular, lo tenía en silencio porque no quería que me interrumpiera durante la entrega de diplomas y de tan bien que la estaba pasando, había olvidado que lo tenía en el bolsillo. Al ver la pantalla vi un par de llamadas perdidas.
De Luján Heredia.
Tragué saliva y miré a Natalie que caminaba del brazo de Doña Espinoza, escuchando al Abuelo conversar con ella, antes de que se marcharan tuve que alcanzarlos.
—Natalie —dije y ella volteó sonriéndome.
Temía arruinar su día, porque la llamada de Luján solo significaba que la menor de las hermanas necesitaba algo urgente.
—¿Qué pasó? —Cambió su expresión alegre al ver la mía.
—Tengo llamadas perdidas de Luján, disculpa que no pude atenderla, pero creo que deberías llamarla.
—Sí, sí —respondió recibiendo mi celular para devolver la llamada.
Esperó unos minutos hasta que Luján respondió.
—¿Luján? ¿Qué pasó? —dijo con la mirada fija en la vereda.
Del otro lado, hermana le respondió algo importante porque Nati solo asintió escuchando sus palabras.
—¿Hoy? —preguntó levantando las cejas—. ¿Hasta cuando?
Yo miraba al Abuelo y luego la miraba a ella. Doña Espinoza se había sentado en la pared de donde salían las rejas de la escuela, porque se cansaba estando mucho tiempo de pie, al igual que yo, ella se recuperaba de una lesión producto de una caída, a diferencia de que yo tenía dieciocho años y ella era una señora mayor.
—Bueno, yo todavía tengo la llave, así que puedo entrar, Luján. Espero tengas unas lindas vacaciones y cualquier cosa llamanos, a Vero o a Julián, ellos me van a avisar, ¿sí?
—¿Qué pasó? —murmuré y Nati me hizo una seña con el pulgar de que todo estaba bien.
—Disfruta la playa y mandale un beso grande a la abuela y las tías. Si ves a los chicos, también saludalos por mí. Chau, qué tengas felices fiestas.
Natalie cortó la llamada y me devolvió el celular. Con el Abuelo y doña Espinoza nos quedamos expectantes de saber qué era lo que Luján le dijo, a lo lejos mi mamá también estaba de la misma forma hasta que se acercó a ver que era lo que pasaba.
—¿Qué pasó?
—Mi familia se va de vacaciones a Buenos Aires, van a pasar las fiestas allá y después se van a Mar del Plata a pasar el verano —explicó un poco sensible—. Todavía tengo la llave de la casa, así que puedo entrar cuando quiera.
No sabía si eso le alegraba o le preocupaba, al parecer tenía sentimientos encontrados porque su familia estaba yéndose de vacaciones sin ella.
—¿Y qué querés hacer ahora?
—¿Ahora? Nada más sacarme este uniforme para siempre y acostarme a descansar —respondió con cansancio en su voz.
—Bueno, entonces, ¿me voy? ¿O querés que me quede con vos?
—No, Vero, vos también necesitás descansar y pasar el día con tu familia, voy a estar bien. Si necesito algo le pido a Julián que te llame, ¿sí?
—Bueno, nos vemos, bonita. —Me despedí dándole un beso en la mejilla y me fui.
Ella siguió su camino con mi amigo y su abuela, sabía que iba a estar bien con ellos y que también tenía que darle espacio, pero de todos modos, a la tarde llamaría para saber cómo estaba y de no estar bien me iría a acompañarla.
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Aquel último año
Teen FictionA Verónica Leiva le entusiasma empezar su último año de secundaria, su objetivo es disfrutarlo a más no poder junto a sus mejores amigos y el próximo año marcharse a la universidad para comenzar una nueva etapa. Cuando las clases están a punto de e...