Capítulo 1: Clyde Bellemore

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE LA OSCURIDAD

CAPÍTULO 1: CLYDE BELLEMORE

Los padres que se vuelven padres sin querer serlo son humanos inconscientes y sinvergüenza, justificándose siempre con un simple "los accidentes pasan". Pero los padres que se vuelven padres sin quererlo y, aparte, usan a sus hijos como saco de boxeo que abandonan una vez el daño físico y psicológico está hecho, son parte de la peor escoria que hay en el mundo.

Dimitri Bellemore y su hermanastro, Mikhail Watson, eran poseedores de una rivalidad atípica para una familia de clase alta y cristiana de los suburbios americanos. Su riña trascendió más de lo esperado cuando Eva entró a la ecuación y se vieron embelesados con sus encantos y sangre conquistadora.

Ella no batalló en escoger al primogénito como pareja y al "incomprendido hermano menor" como amante, justificada por la lástima que le provocaba que sufriera por la falta de su amor.

Un secreto a voces que Dimitri nunca quiso creer al estar cegado por la patética incredulidad de haberse ganado el corazón de su amada, hasta que se enteró de su esterilidad y del embarazo de la mujer la misma semana.

Era una aberración al matrimonio y al amor que sentía por ella, a palabras suyas.

Un niño que estaba maldito por el mismo demonio al ser resultado del pecado.

Llamado Clyde con la esperanza de lavar y desvanecer la marca del error, fue llenado de manchas blancas, considerando semejante factor como una muestra de no ser merecedor del perdón. El perdón de algo que nunca fue su culpa.

Con una expresión desinteresada, Mikhail entró a la habitación en donde Eva dio a luz horas antes y examinó a la mujer que, meses atrás, consideró la más bella, ahora perdida en un círculo de odio, desesperación y frustración.

Su cabello negro azabache estaba revuelto y sus ojos oscuros se fijaron en él al segundo en que lo oyó entrar, perdidos y ajenos del niñito que dormía del otro lado de la cama.

—¿Lo oyes, cariño? —Preguntó—. Llora muy fuerte. Quiero callarlo. ¡Cállalo!

No había más que tres respiraciones pausadas en la habitación.

—¿De quién es? —Ignoró y se acercó a comprobar que, por el momento, no parecía tener más rasgos que el de su progenitora.

Como fue infiel con él, pudo haberlo hecho con otro.

A su parecer, todas las mujeres eran interesadas, iguales a su madre. A ella nunca le importó cuán mal se llevó toda la vida con Dimitri y se casó con su padre; jamás actuó de intermediaria hasta que tuvieran el puño del otro contra su rostro y ganaran la atención de los transeúntes.

—Es del demonio, Mikhail —susurró y el hombre sintió pena por verla perder la cordura y la belleza—. Hijo del pecado y del dueño de la oscuridad que se apoderó de nosotros cuando estábamos juntos. Una y otra vez... Una y otra vez... Una y otra vez...

—Eva —alzó un poco la voz, al pie de la cama.

—Una y otra vez —repitió—. Fuimos los cuerpos que usó una y otra vez para cumplir sus deseos carnales y me usó como su recipiente.

» Esto es una ofensa para nuestro Señor. Debo deshacerme de él.

» Debe de ver que sigo siendo su discípula, su cordero. Que oiré y recitaré su palabra.

El hombre no hizo más que entornar los ojos, incrédulo del lapso en el que entró, y se encaminó a la puerta de la habitación. Si tenía sangre suya o no, le daba igual.

Hijo de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora