CAPÍTULO I: "OJOS VERDES"

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—Y, ¿esa sangre?– Inquiere su dulce voz.

—¿Cómo?

—Tu frente. Está herida.

—Es... Es una larga historia, pero... No importa. Fénix, necesito que me cuentes lo que ha pasado aquí. Todo está pasando muy rápido, las comunicaciones se han cortado. Necesito entenderlo para saber adónde debemos ir.

—Sí, sí que importa. ¿Qué te ha pasado? ¿Quién te hizo daño?

—Fénix...

—Necesito saber si estás bien.– Replica él, con la voz ahogada.

Su rostro tiembla entre mis manos, mientras sus dedos empiezan a estrujar la tela de su pantalón. Hasta puedo oír sus labios traquetear al ritmo de sus pupilas.

—Y lo estoy, "Fix"*.– Acaricio su pelo, como sé que a él tanto le gusta. –Estoy bien. ¿De acuerdo?

Sus manitas enseguida abrazan mi espalda, suspendiendo su inminente llanto. El abrazo es fugaz, pero al menos ahora el terremoto de su cuerpo se ha frenado.

—Fénix

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—Fénix... ¿Lo entiendes?

Él asiente con la cabeza y traga saliva repetidas veces, sin despegar la mirada de mis zapatos.

—Vale, bien– suspiro yo, acariciando su cabello de nuevo.

—Cuando la luz se fue, Marcial se puso su máscara de aire y me dijo que no me quitara la mía en ningún momento, pasara lo que pasara; cosa que no tenía pensado hacer, tal y como me pediste tú, hace semanas.- Asiento suavemente con la cabeza, para animarle a que prosiga. -Después me dio el código de la puerta y me ordenó que me encerrara aquí, solo, y que no dejara a nadie más entrar, y... Y...

-Tranquilo, "peque". Tómate tu tiempo...

Su pulsera de seguimiento se ha puesto naranja de nuevo, está demasiado alterado, pero no puedo ponerle la inyección ahora... Solo puedo esperar que su máscara cumpla la función que me prometieron.

-Y eso hice, cerré la puerta y me quedé muy quieto, "Ve"*. No me moví del sitio... Pero pasaron las horas y nadie había vuelto, y fuera... Solo se escuchaban gritos, y golpes y... Y tos. Como lo que había salido en las noticias estos días, o lo que vimos al pasar al lado del hospital para ir al colegio. No sé cuánto tiempo pasó, pero... Ya era casi de noche, y ya no había gritos, ni nada... Tan solo, silencio. Traté de llamar a Marcial con mi teléfono, pero la línea y el internet habían caído. La luz seguía sin volver, no había televisión, y mi pulsera ya no tenía conexión. Me acordé del "walkie" que me habías dado, y pensé que así podría hablar contigo, o con alguien, o saber si decían algo en la radio... Pero estaba en mi mochila, y Marcial siempre deja las mochilas y los zapatos en el recibidor.

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