Capítulo 1

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Aiden.

1 año antes.

Las personas suelen decir que los cambios son buenos. Siempre tomé eso como una forma resignada de afrontar los acontecimientos en tu vida. En su mayoría, no son buenos; en su mayoría, son deprimentes. Sin embargo, sigo buscando lo positivo. Mi vida entera había sido empacada en maletas y cajas cubiertas con cinta aislante. Nos mudábamos a un pequeño pueblo llamado Blagden. Según mi madre, es interesante. A mi parecer, lo único interesante era la fundadora del pueblo, los rumores dicen que es muy linda.

Mi madre y yo tomamos la decisión de comenzar una nueva vida en este lugar. Tras el divorcio de mis padres, no teníamos motivos para quedarnos en mi antigua ciudad. Mi madre era mi único motivo para ver algo bueno en este cambio. Ella era mi pilar y yo era el suyo. Mi padre ni siquiera se despidió de mí antes de mudarnos. Tampoco es como si lo esperara; nunca esperaría algo de alguien a quien le alegra un divorcio y pasa toda la custodia de su único hijo a su madre.

No es como si me importara. Nunca fui cercano a él. La única persona que me importa es mi madre. Espero que este cambio le sea beneficioso. Después de dos eternas horas de viaje, llegamos a una casa. Era linda, una casa de dos plantas, color negro, con ventanas enormes. Algo característico de este pueblo era su inmenso bosque. Mi casa parecía sacada de la película de Crepúsculo. No era fan de esas películas, pero mi madre sí lo era, así que sé algo al respecto.

Bajé del auto y observé minuciosamente a mi alrededor. No se me ocurría nada interesante que hacer en este pueblo.

—¿Qué te parece? —Preguntó mi madre mientras señalaba la casa con orgullo.

—Es bonita. —Hice una mueca, restando importancia.

—¿Bonita? ¿Solo eso? Vamos, Aiden, puedes esforzarte más. Tu opinión es importante. —Mi madre me miró expectante.

—Es la mejor casa que he visto en la vida. Genial, mamá, has hecho una gran elección. Debo admitir que me has dejado impactado. —Sonreí con sarcasmo.

—Tu sarcasmo es despreciable, —bufó mi madre, indignada—. Mejor ayúdame a bajar todas esas cajas.

—Genial, que sepas que bajar cajas es uno de mis pasatiempos favoritos. —Sonreí con indignación.

—Mira qué buena madre, apoyando tus pasatiempos favoritos, —ella revolvió mi cabello con la mano—. Vamos, señor pasatiempos favoritos, no tenemos todo el día.

Después de bajar todas las cajas, pasamos el día acomodando algunas cosas. Al menos ya teníamos una mesa de comedor. En ese momento, mi madre preparaba la cena mientras yo, todo un profesional, instalaba la televisión. En pocas palabras, solo conectaba el televisor al toma corriente y la caja de canales digitales. Según mi madre, tengo talento para esto y debería ser técnico.

Cuando terminé lo que estaba haciendo, me acerqué a uno de los grandes ventanales. La residencia dentro del pueblo era algo normal. Todo parecía común y poco interesante. Iba a alejarme del ventanal, pero algo llamó mi atención, o más bien alguien.

Una chica. Era castaña y vestía de negro. Llevaba unos grandes audífonos alrededor de su cuello. Caminaba con un grupo de chicos de mi edad. Todos parecían pasársela de maravilla, excepto ella. A pesar de sonreír como ellos, no parecía vivir cada parte del momento. Me quedé inmóvil al verla. Era muy linda. Ella pareció notar que la observaba, porque dirigió su mirada al gran ventanal y me saludó amablemente con la mano. Le devolví el saludo y, segundos después, desapareció de mi campo de visión.

—Parece que ya has encontrado algo interesante en el pueblo. —Mi madre me miró con una sonrisa divertida.

—No creo que una chica con la que crucé miradas durante dos segundos sea algo interesante, —bufé, restándole importancia.

Noches De OctubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora