Capítulo 2

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Evan.

10 años de edad.

Me encontraba encerrada en el armario de mi habitación. Mi corazón latía tan rápido que podía escuchar los latidos golpeando mi pecho. Mis manos temblaban y mi rostro ardía por las incesantes lágrimas que bajaban alrededor del mismo. Mi garganta estaba envuelta en un enorme nudo y mi cabeza parecía a punto de estallar. Mi pecho dolía; solo quería desaparecer. Me recuerdo abrazándome a mí misma mientras anhelaba que todo desapareciera.

Esa fue la primera vez que deseé estar muerta.

Estaba oculta de mi padre, quien había llegado ebrio a casa y estaba molesto conmigo porque había tomado su teléfono y comencé a revisar sus fotos. Lo que encontré no fue muy agradable; había muchos mensajes en los cuales tenía ciertos amoríos con varias mujeres. En la galería de su teléfono, había muchas fotos en las que aparecía abrazándose con esas mujeres. Algunas incluso le daban besos en la boca, como si la confianza fuera de hace varios años.

Se las había mostrado a mi madre y, evidentemente, ella lo enfrentó. Él se molestó y preguntó cómo las descubrió. Mi madre no tuvo escrúpulos en decirle que fui yo quien lo hizo. Eso lo hizo enfurecer, y escuché cómo gritaba mi nombre con una ira impresionante. Al final, no logró encontrarme y mi madre logró calmarlo.

Esa noche, todos lograron dormir, excepto yo.

****

Actualidad.

Un escalofrío me recorrió al recordar ese momento. En aquel entonces, mis emociones eran intensas, pero ahora solo había un vacío sin sentimientos.

¿Alguna vez has sentido un vacío en tu interior difícil de llenar?

Es como si nada a tu alrededor pudiera satisfacerte o borrar esa sensación. Ni siquiera las personas llenas de vida que me rodean son capaces de hacer desaparecer ese sentimiento ni siquiera por un breve instante.

De entre todas las cosas que existen, creo que solo la música, la soledad y el silencio de la noche logran hacerme sentir en paz. Rellenan un poco ese vacío, al menos eso es lo que quiero creer. Puedo sumergirme en mi interior y nadie podría notarlo.

Nadie lo había notado, pero él sí.

Jamás en mi vida había sentido tanta curiosidad por conocer a alguien, hasta que llegó un chico al pueblo.

Me encontraba paseando con mi hermoso perrito, llamado Eros, un canino de color cobrizo y raza salchicha, que era mi mejor amigo. Era otro día rutinario, sin novedades. Solía tener música sonando en cada momento de mi vida, así que este momento no fue la excepción.

Fue entonces cuando lo noté.

Un chico alto de cabello negro y nariz respingada, con una complexión que denotaba ser deportista. Debía ser jugador de fútbol americano o algo por el estilo. Parecía un tanto disgustado, como si no encontrara algo bueno en el pueblo.

Querido desconocido, si conocieras a nuestra fundadora, cambiarías tu perspectiva.

No tengo conciencia de cuánto tiempo pasé observándolo, lo único que sé es que me causaba mucha gracia verlo cargar todas esas cajas, parecía completamente indignado. Mientras que la mujer a su lado parecía disfrutar viéndolo sufrir.

—Cierra la boca, Evan, se te caerá la baba. —Mi amigo Ethan murmuró a mi lado. —Con razón te tardabas tanto en llegar a la cafetería.

Di un pequeño sobresalto; Ethan tenía la mala costumbre de aparecer de improvisto. Eso sin mencionar que había quedado con mis amigos para salir hoy y lo había olvidado por completo. Hoy andaba más distraída de lo habitual.

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⏰ Última actualización: Sep 01, 2023 ⏰

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