Un violinista, un rico, un héroe y un extranjero

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Mientras todas esas circunstancias se desarrollaban, Froy, con un par de gafas nuevas aferradas en sus manos, avanzaba con un nerviosismo que le martillaba el pecho hacia su vieja escuela, "Dinameis". Cada paso que lo acercaba a la entrada sentía como si el tiempo mismo se retorciera a su alrededor, sus latidos resonaban en sus oídos como tambores de guerra. Un escalofrío recorría su piel mientras una tormenta eléctrica parecía rugir en sus venas. La proximidad de la entrada era como un imán, pero también como un abismo insondable; su respiración se convertía en un rugido irregular y su mente era un huracán de recuerdos aterradores.

Finalmente, de pie frente al umbral de la escuela, la presión era insoportable, su cuerpo cedió y colapsó en el suelo, la respiración agitada se convirtió en jadeos ansiosos. Su cabeza latía como si mil martillos golpearan su cráneo y los recuerdos, esos espectros indeseados, se cernían sobre él como sombras insaciables.

La impotencia se apoderó de él, y en un arranque desgarrador, Froy soltó gritos que rasgaban el aire, capturando las miradas curiosas de algunos estudiantes. Entre ellos, un joven lo observaba con ojos cargados de desprecio, como si disfrutara de la agonía ajena. Minutos que parecieron horas transcurrieron en un tormento sin fin, hasta que Froy alzó su mano temblorosa, solo para descubrir que la había cubierto un pelaje oscuro, revelando una extremidad que parecía sacada de un ser felino.

El horror no conocía límites, y Froy dejó escapar un grito gutural que desgarró sus cuerdas vocales, mientras se lanzaba a correr como un alma en pena, repitiendo una y otra vez, en un mantra desesperado: "¡No soy más que un monstruo!"
Tras haber estado corriendo durante unos minutos, Froy terminó en un encantador patio de juegos, donde se alzaban columpios, toboganes y otros juegos infantiles. Tras recobrar algo de calma, Froy respiró hondo y se acomodó en uno de los columpios que allí se encontraban. Mientras contemplaba el entorno, sumido en profundos pensamientos acerca de lo que acababa de experimentar, examinó sus manos con la esperanza de no encontrar rastro alguno de aquella negruzca y peluda criatura. Para su alivio, no halló nada semejante, y exhaló un suspiro de alivio.
-Simplemente no puedo. Soy insignificante, un pedazo de mierda que no debería mezclarse con lo valioso -musitó, con desprecio. Continuó meditando en silencio hasta que su monólogo interior fue interrumpido por un pitido proveniente de su brazalete. Froy, de inmediato, silenció el sonido y se mantuvo en alerta, observando a su alrededor. En el columpio más cercano, percibió la presencia de un joven, cuya apariencia resultaba en cierta medida ambigua debido a su androginia, lucía una melena larga y lisa que rivalizaba con la belleza de una doncella.Vestía un impecable hanfu blanco.El joven observaba a Froy con una sonrisa que se extendía de oreja a oreja, resultando incluso inquietante.
-¡Holiii! Bienvenido a mi lugar preferido. Es una pena que tengamos que pelear -mencionó el chico con tono casi jocoso, su voz no ayudaba a distinguir si era un hombre o una mujer debido a lo ambigua que resultaba, sin mencionar lo notorio que era su acento extranjero, el cuál era notable que el kalio no era su lengua materna, Froy incluso pudo notar a simple vista que no pertenecía a Damastia, vistiendo un impecable hanfu blanco, aunque sus calzados eran simples chanclas de cuero que contrastaba fuertemente con la elegancia de su atuendo, además de estar notoriamente sucias y polvorientas, también sus ojos platinos rasgados confirmaron su estado de extranjero.
-Cariño, si quieres, no tenemos por qué pelear. No es necesario hacerle daño a alguien tan encantadora como tú -comentó Froy, subestimando al joven y utilizando un tono coqueto a la vez burlesco, dejándose llevar por sus ojos y oídos.Sin pronunciar una sola palabra, el chico saltó sobre Froy, propinándole una patada en el rostro que provocó que su nariz comenzara a sangrar. El chico se situó frente a Froy, quien notó un olor corporal sumamente fuerte proveniente de él.
-¡No soy una chica, imbécil! -exclamó con enfado y cierta indignación.
-De acuerdo, de acuerdo. Pero ¿has considerado darte un baño? -interrogó Froy, sosteniendo su nariz, ya fuera por la sangre o por el olor.
-Por favor, no menciones eso. No hay lagos cerca de mi cabaña -respondió avergonzado, dejando que su rostro refleja su pesar.
-Y dices que eres un chico -Froy suspiró-. Bueno, no importa. ¡Si realmente eres un chico, ven y demuéstralo! -exclamó, desafiando al joven. El chico respondió al desafío con una llave de artes marciales que dejó a Froy indefenso.

Singula BellicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora