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Cada parpadeo era como un martillazo directo a la cabeza.

-Itachi, de verdad puedo hacer esto sola.-Aseguró Sora viéndolo con algo de preocupación y diversión, Itachi podía ser un chico razonable muchas veces pero cuando se sentía mal resultaba ser bastante caprichoso y hasta cierto punto terco, no para mal por supuesto, sino que se encaprichaba en no descansar como en ese momento.

-No, es una tarea para los dos.-Cada palabra que formuló le provocó una punzada, de haber sabido que el festival de la grulla tenía una tradición tan engorrosa después de que se formaba un compromiso, quizás mejor habría pedido la mano de Sora de otra manera, pero no, quiso hacerse el romántico eligiendola enfrente de toda la aldea. Bueno, esos eran sus pensamientos únicamente porque estaba muriendo por la resaca, en condiciones normales estaría bastante feliz de estar con ella así.

Se llamaba festival de la grulla por más de una razón, la principal era que la grulla se usaba como símbolo de amor, fidelidad, longevidad, pureza y renacimiento. La segunda razón era que al concretar el compromiso, la pareja se reunía en 10 ocasiones diferentes para realizar 1,000 grullas de papel, aquello como simbolismo de buena fortuna, dedicación, paciencia y perseverancia.

No había mejor manera de demostrar aquello si las hacía estando en ese estado.

Por suerte y porque seguramente lo amaba mucho, Sora lo había ayudado con su papeleo mientras él tomaba una pequeña siesta, le había propuesto toda clase de remedios que conocía después de años viviendo con un padre alcohólico pero Itachi prefirió quedarse como estaba en una especie de castigo autoinfligido, después de eso estaba seguro de que no volvería a excederse con la bebida, es más, se haría abstemio.

Ella también propuso dejar esa engorrosa tradición para otro día y dejarlo ir a descansar todo el día, pero nuevamente se negó, ya había hecho un cronograma para todas las citas que tenía esa semana y los espacios libres que utilizaría para arreglar los detalles de su boda, no se atrasaría un día solo porque no supo controlar sus copas.

Él inicialmente quería casarse en Otoño, pero faltaban menos de dos meses para eso y el concejo le había dejado más que claro que la boda de un Kage no puede ser tan pequeña y simple, así que la había movido para primavera del siguiente año, pero eso no quería decir que se fuera a dar el lujo de perder tiempo, no señor, había mucho que hacer.

Para empezar acudir a todas las clases que Hiashi quisiera ponerle sobre la historia y tradiciones Hyuga, si Sora se había preparado por buena parte de su adolescencia para ser una buena esposa, él haría lo mismo. También tenía que tener otras reuniones con Hiashi y con su propio clan para acordar los términos de la unión, además tenía que informarse bien sobre las costumbres religiosas de su futura esposa y si ella lo deseaba, prepararse para una boda religiosa.

Y estaba el asunto de la casa, quería supervisar cada detalle de la construcción, los muebles que se comprarían o mandarían a hacer, como Hokage, él actualmente vivía en la torre Hokage claramente, pero no pensaba llevar a su esposa a vivir ahí, no, Sora tendría una casa tranquila y linda en la que no tuviera que sentir cada dos segundos la presencia de alguien entrando.

Detuvo su tarea sonriendo ligeramente, por fin estaba pasando, iba a casarse con ella, quizás aún habían algunos recuerdos un poco perdidos, pero estaba seguro de que no había nada que pudiera hacerlo sentir menos feliz de lo que estaba en ese momento.

La miró de reojo, ambos estaban sentados en una de las salas de espera de la torre Hokage, enfrente tenían una mesa con mucho papel y cosas para hacer las 100 grullas que correspondían a ese día, ella estaba sentada justo a su lado con completa concentración en el origami que tenía en las manos, estaba apretando un poco los labios mientras dejaba salir un poco la lengua.

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