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La química sexual es algo muy importante en las relaciones de pareja.

Para algunos quizás incluso representa un 80-90% de la unión.

Y varios dicen que el nivel de conexión y comunicación que se necesitan pueden requerir de mucho tiempo.

Por suerte, ese no era el caso de Sora e Itachi.

Sora suspiró mientras abrazaba la cabeza de Itachi pegandola a su cuello, el Uchiha estaba besando de manera lenta, húmeda y casi tortuosa cierto punto sensible cercano a su clavícula.

Todo había ido muy bien entre ellos desde la primera vez. Al principio como cualquier pareja inexperta iban rápido o tenían el sentimiento de querer hacer algo más allá sin saber exactamente qué era ese algo.

Pero con el paso de los días y la práctica, quizás más de lo que querían admitir públicamente, habían llegado a un equilibrio perfecto rápidamente.

Quizás la característica más notable de ambos era el hecho de que eran muy pacientes y de carácter calmado. En el cliché se dice que las personas tranquilas tienen que ser salvajes en la intimidad, pues es su manera de expresar lo mucho que reprimen.

Sin embargo, ese no era su caso.

A muchos les puede aburrir la lentitud o quizás les apaga los ánimos la idea de tener una cantidad considerable de tiempo en juego previo o en el cuidado posterior.

Pero para ellos era todo lo contrario.

Ambos disfrutaban mucho tomar su tiempo, la manera en que la piel se erizaba con las suaves caricias, como el corazón se aceleraba lentamente con cada beso, sentir que la sangre se calentaba en su cuerpo poco a poco hasta sentirse sin aliento.

Eran pequeños detalles para otros, pero para ellos era esencial.

Para Itachi, el tener a Sora sentada en su regazo y besarla, abrazarla y acariciarla por un buen tiempo era todo un regalo, se sentía en paz, se sentía amado, tenía toda la atención de ella, era dueño de todos sus sentidos, solo existían ellos dos y su mente por fin se vaciaba de todo tan solo para inundarse de su olor, sabor, textura.

Para Sora, era algo similar, podía comunicar lo mucho que amaba a su esposo con cada beso, hacerlo sentir tranquilo con cada caricia y consolar un poco del sufrimiento que llevaba dentro de él con cada abrazo. Le encantaba la idea de saber que él podía estar ahí con ella por horas sin perder ni un poco de interés, que la deseaba tanto que el mero acto sexual no bastaba para demostrarle cuánto la amaba y recurría a todo un ritual para expresarse.

Por supuesto, había momentos en los que ambos estaban demasiado emocionados y no requerían de todo aquel ritual para tener intimidad.

Pero la mezcla de excitación, cariño y paz era un equilibrio perfecto que les encantaba, ver cómo poco a poco sus pieles se llenaban de sudor, como sus respiraciones se agitaban y las palabras de amor no faltaban, era algo únicamente de ellos dos.

-Te amo.-Susurró Itachi besando el hombro descubierto de Sora, su ropa se había deslizado poco a poco de su cuerpo y ahora la camisa blanca que al principio llevaba perfectamente arreglada dejaba descubiertos ambos hombros y mostraba el inicio de su pecho mientras que el pantalón negro que llevaba en la mañana estaba tirado en alguna parte de la habitación.

-Yo también te amo.-Respondió besando su frente, le encantaba ver la manera en que los abdominales de Itachi se contraían ligeramente cada vez que lo tocaba.

Habían pasado toda la mañana en aquella habitación, ni siquiera habían salido a desayunar y estaba a nada de ser medio día.

Considerando que ambos se levantaban al amanecer, quedaba claro que habían pasado una gran cantidad de tiempo amándose una y otra vez.

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