Capítulo dos: admiración y decepción

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Capitulo dos:
admiración y decepción

El 13 de octubre, me aventure por las peligrosas calles de Barconeria.

Apenas bajé del coche, sentí las miradas de desconfianza y recelo, sin extrañarme que entre la mugre y la desalación de todas las comodidades de una vida pudiente, vieran en mi presencia las dos clases de individuos que bajan por voluntad propia: los acreedores o lo que buscaban nuevos placeres. Podría fácilmente levantar una mano y me entregaría a una hija o a una esposa, las dos, haría que ocultasen las monedas dentro de los rotos de sus bolsillos.

No obstante; aunque no lo creyeran, yo seguía estando muy lejos de esos dos conceptos, sin importar que; para sus ojos, no había distincion entre uno ni en el otro.

Mientras recorría la calle A y sus estruendosos puesto que ocupaban toda la vía pública, sus extraños callejones que parecían laberintos y, su tacto frío y mortal que me atraía vanamente a la muerte. En todo momento, en cada paso dado, pensé en darme por vencido, cuando una amable señora me guío hasta su ubicación.

—Su amigo el escritor—así lo llamó— Ha vivido aquí por varios meses que ya hasta olvidamos lo importante que fue ¿Me entiende?

Yo asentí, la mujer sin más que hacer, se marchó dejándome enfrente de él, contemplándolo en silencio.

Sin imaginar algún día verlo de ese modo.

Me enteré así que ya no quedaba rastro alguno del hombre que conocí, aquel sujeto que admiré con fervor, que defendí a puño y espada por tantas años en contra de sus opositores, me resultaba un desconocido.

¡Un vagabundo!

Ocultando su vergüenza con un gran sombrero, cubriendo su cuerpo con alfombras como si pudiese borrar su existencia sin morir a cambio, sin zapatos, ni con gabardinas, sin su dulce aroma, ni nada que me resultase familiar.

¿era el mismo hombre?¿Podía serlo?

Siempre soñé que de alguna manera, con su ingenio, se escaparía de las represalias, se levantaría triunfante ante todo los hombres y volvería a retomar su viejo nombre ¡Qué gran decepción me acogió al presenciar su derrota!

¡No sabía quién era esa hombre delante mío!

Me di la vuelta, sintiendo una gran pesadez ocupar mi pecho, buscando, inequívocamente la sombra de Francis más adelante, quizás rogando por despertar y encontrarme con él y su esplendor sin embargo; inconscientemente mis ojos volvieron a mirar aquel hombre y se chocaron con una mirada familiar, llena de ilusión y me dijo:

—¿Eres tú?¿Marshal?

Me detuve. Y como si mi alma supiera la verdad, escuché un eco de mi interior afirmado lo que no quería admitir: Es él mismo, no hay otro.

Entonces, le sonreí como un niño resignado.

—Ha pasado largo tiempo que casi ni te reconozco, Francis —respondí.

Él se levantó de su sitio de un solo brinco y me acorraló entre sus brazos, un abrazo lleno de tanta melancolía, de tantos sentimientos encontrados. La idea de que él me había extrañado tanto como para llorar por mi ausencia, hacían que mi pecho se agitará, las emociones me abrumaron que una sutil lágrima se resbaló por mi mejilla.

¡Era él!

Por supuesto que no permitiría dejarle entrever qué había roto mi coraza que yo mismo levanté hace más de un década, en segundos, apenas se separó, tome un pañuelo de mi solapa y fingiendo secarme el sudor del rostro y con ello el polvo acumulado de mi traje. Al ver mi reacción casi de desprecio, entendió que había cruzado la línea del compañerismo respetuoso que ambos manteniamos en nuestra fría amistad desde hace un tiempo, no pudo interpretar de la peor manera, tomo distancia.

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